Ganados y carnes

Demanda cada vez menos inelástica

Los consumidores no están dispuestos a convalidar nuevas subas de precios. Por las fiestas, sólo habría lugar para subas circunstanciales de la hacienda.

Ignacio Iriarte

La faena del mes de octubre habría sido la más baja para ese mes en 37 años y la de noviembre sería más baja aún.

La retención a esta altura ya es vigorosa y sólo falta una reducción adicional en la faena de vacas para que la fase de retención del ciclo ganadero termine de conformarse. En lo que va del año, la estacionalidad de la faena, con leves desvíos, viene verificándose; si la oferta continúa de acá en más comportándose de acuerdo al patrón estacional de los últimos cinco años, caería en diciembre nuevamente para ceder ininterrumpidamente hasta tocar el mínimo anual en marzo.

Si hoy estamos en un índice de faena 100 (enero-diciembre = 100) para marzo podría esperarse un índice 87. Esto es: de acuerdo a la experiencia histórica reciente, la oferta declinaría mes a mes hasta tocar su piso anual en marzo. Si se considera esta probable caída en la faena y se toma en cuenta que tanto para fin de año como en marzo se producen picos de demanda, se podría concluir que todavía pueden esperarse nuevos aumentos en el precio de la hacienda y de la carne.

Picos de precios

La mayoría de los operadores que consultamos a diario, si bien considera probable que tengamos nuevos picos de precios para fin de año y para marzo, piensa que el actual nivel de precios, tanto en el caso del gordo como el de la invernada, ya está tocando un techo, que va a ser difícil perforar. En octubre, y pese a las fuertes caídas en las exportaciones, el consumo habría sido de sólo 53 kilos por habitante, un nivel que sería más bajo aún en noviembre.

Las reducciones adicionales de la oferta tienen un efecto cada vez menor sobre el precio del ganado: el consumidor ya no estaría dispuesto a seguir convalidando aumentos en el precio al mostrador por encima de los 30 a 35 pesos por kilo.

Hace un año, el consumidor argentino gastaba 910 pesos (equivalente anual) en carne vacuna, resultado esto de una ingesta de 65 kilos por persona y de un precio de la carne al público de 14 pesos (promedio).

Doce meses después, se está resistiendo a dejar de comer carne y gasta 1.537 pesos (53 kilos, a 29 pesos el kilo). Es decir, ha aumentado su gasto en un 80 por ciento.

La magnitud de este incremento es imposible de explicar por el aumento en los ingresos, ni por la inflación, ni por el aumento de los alimentos alternativos o sustitutos.

El comportamiento de la demanda ha sido durante el último año extremadamente inelástico, pero todo tiene un límite, y ese límite parece estar llegando ahora.

Si todo este análisis es correcto, habría espacio para nuevos aumentos del precio de la hacienda, pero éstos serían circunstanciales (las Fiestas, por ejemplo) y pasado el pico de demanda y la urgencia de frigoríficos y abastecedores por cumplir con supermercados y carniceros, los valores del ganado volverían a su techo natural, que sería el actual.

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De acá en más. A a partir de los altos precios del ganado se presenta un nuevo desafío: para que estos precios se mantengan, deberán crecer al 25-30 % en el próximo año, sólo para mantener el mismo poder de compra.

Foto: Archivo

Cuadro de situación

Este cuadro de situación tendría vigencia sólo para unos pocos meses, porque en un contexto de una inflación del 25-30 por ciento anual, podemos llegar a ver incrementos de precios que en realidad sólo acompañarían el alto ritmo inflacionario, y que no sean aumentos reales. De acá en más, y a partir de los altos precios actuales del ganado se presenta un nuevo desafío: para que estos precios se mantengan en términos reales, deberán crecer al 25-30 por ciento en los próximos 12 meses, sólo para mantener el mismo poder de compra.