En Familia

Matrimonio: problema y misterio (I)

Rubén Panotto (*)

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Al analizar estados y situaciones de la familia, los padres, los hijos, su crianza y educación, resulta esencial también reflexionar sobre la institución matrimonial.

Este año, la sociedad argentina estuvo llamada a la consideración y debate de una nueva ley y regulaciones para el matrimonio, incluyendo las diferentes formas de relacionamiento que se han instalado en la cultura occidental. Algunos paradigmas han caído y fueron reemplazados por otros; no obstante a cierta distancia del debate, podemos hacer un aporte para la reflexión y el pensamiento. El matrimonio, como venía siendo concebido, entró en una profunda falta de credibilidad, obteniendo resultados infructuosos que fueron alimentando estadísticas y encuestas en su contra.

Es una responsabilidad adulta examinar, sin prejuicios ni descalificaciones, las causas de su descrédito, con la razonable aceptación de su vigencia y continuidad en las futuras generaciones.

“Sí, quiero”

Concluidas las celebraciones, los festejos, la luna de miel, el flamante matrimonio se encuentra ante una realidad que generalmente dista mucho de lo que había soñado en un principio. Así, pues, al iniciarse una unión matrimonial se descubren diversas dificultades y situaciones, como por ejemplo las que se detallan a continuación:

* Errores más frecuentes: muchas veces se llega al matrimonio con expectativas equivocadas, creyendo que el estado conyugal hace desaparecer mágicamente la dura realidad de la vida. Se diviniza el amor, pensando en un estado sentimental libre de problemas. También suele creerse que es suficiente con estar enamorados y que la convivencia conyugal no necesita ser aprendida. Puede existir una actitud soberbia e inmadura de considerarse el centro de atención del otro, con la propuesta errónea de “quiero que me hagas feliz”, en lugar de la correcta “quiero hacerte feliz”. Inclusive, el descuido sistemático de los pequeños detalles, dando lugar a una rutina conyugal, esperando grandes gestas como lo más importante de la vida y del matrimonio.

* El problema: al compartir una vida en común, se presentan circunstancias que pueden generar sufrimiento y dolor. El sufrimiento es uno de los aspectos subjetivos de la finitud humana que nuestra cultura quiere evitar. Hoy en día, en toda publicidad se observa el deliberado intento de esconder el sufrimiento. Nos dicen que comprando y teniendo, podremos superar toda necesidad, toda incomodidad, toda molestia, todo dolor. Por otra parte los noticieros muestran, con brutal desnudez, los dramas más terribles de la condición humana que rompen esa promesa de felicidad permanente. Ambas posturas son exageradas y provocan la disociación de los nobles objetivos y propósitos del matrimonio y la familia.

Christopher Lasch, autor de “La cultura del narcisismo”, dice que “... la actitud del ser humano trata de eliminar todo obstáculo que impida la plena satisfacción de sus deseos. Lo que cuenta es el deseo satisfecho aquí y ahora”. Esta forma de pensamiento indica un vacío y empobrecimiento de las relaciones interpersonales, que aísla cada vez más a las personas, con mayores consecuencias en el vínculo conyugal, donde deberían concederse y privilegiarse los deseos personales del otro. Quienes constituyeron un matrimonio sólo fundado en el romance y la pasión no tienen suficientes opciones para continuar juntos, a no ser que los cónyuges decidan “trabajar” sus dificultades, permaneciendo unidos en los momentos difíciles, afrontando los problemas, para crecer en una relación fortalecida. El matrimonio, en esa fusión de sujetos complementarios, está destinado a la confrontación profunda e íntima de conocerse a sí mismo y al otro, arriesgando mutuamente sus preconceptos de libertad y amor verdadero sin sufrimientos.

* El misterio: considerar sólo el problema reduce la estabilidad del matrimonio a lo frágil y finito de nuestras relaciones humanas. Por eso es necesario profundizar sobre la realidad de que todo ser vivo tiene una dimensión de gozo y otra de sufrimiento. De estas dimensiones nadie puede ni ha podido evadirse, de manera que es sabio tenerlas en cuenta.

El misterio es lo extraño, lo diferente a nosotros, lo que nos sorprende pero también nos atrae porque está fuera de nuestro dominio, de lo habitual y familiar. El misterio nos llena de sorpresa y asombro. En su poesía sobre el amor, el apóstol Pablo menciona la novedad del misterio, denotando que siempre existe algo nuevo por descubrir, especialmente en una relación que no se agota nunca, como debiera ser la del matrimonio. Aquí radica la fortaleza y continuidad de una pareja: en transitar juntos el misterio, expresado magistralmente en el libro del Génesis, de formar “una sola carne”. Cuidar y desarrollar esa fusión lleva a potenciar los vínculos, tornándose unitivos en sus mentes, sus voluntades y sus cuerpos. El misterio en el matrimonio lleva a lo sagrado, a lo desconocido, materializado en la procreación de la vida misma.

Finalmente, es muy fácil estar más pendientes de los problemas que de cómo superarlos o soslayarlos, que descubrir los recursos que da el misterio de la fusión de dos personas complementarias que se aman, sufren, practican la mutua estima y prevalecen en la mayor felicidad que ofrece la continuidad de la vida, don supremo que nos ha sido otorgado como gran misterio del Creador.

(*) Orientador Familiar

Matrimonio: problema y misterio (I)