Historias escritas sobre el ring
Gatica-Prada, mucho más que un mito

Historias escritas sobre el ring
Gatica-Prada, mucho más que un mito

Sergio Ferrer
Una de las grandes rivalidades del pugilismo argentino de todos los tiempos fue la de Alfredo Esteban Prada y José María Gatica, sin lugar a dudas dos de las más robustas uvas que ha dado esta disciplina a nivel nacional, en sus más de ciento ochenta años de historia.
Prada y Gatica fueron, son y serán las partes indisolubles del mito emblemático del boxeo criollo. Sin pedir y sin dar tregua, encarnaron una rivalidad de polos opuestos que sobrevivió a sus propias cronologías, ya que concretaron, ganándose tres veces cada uno, un duelo tan profundo como visceral, donde siempre se mezcló el estilo atildado y ortodoxo del primero con la furia arrolladora del segundo.
Los inicios
Entre ellos hubo una rara empatía, por lo que siempre sus peleas terminaron en verdaderas trifulcas; combates sangrientos y encarnizados que hicieron tronar, literalmente, al Luna Park.
Prada fue un púgil notable desde su etapa amateur, en la que empezó y tomó impulso su encono con Gatica, con quien lidiaría dos recordadas porfías en el terreno aficionado, ambas en 1942, en el estadio de la Federación Argentina de Box.
En la primera, el 29 de septiembre, sostuvieron una contienda plagada de roces, fricciones y cosas raras, la que, en definitiva, los terminó marcando a fuego para el resto de sus vidas. Sobre el ring fue declarado vencedor Prada por nocaut, pero en el vestuario lo descalificaron, al comprobarse los efectos de un golpe bajo en la zona inguinal de Gatica, circunstancia que alimentó con creces la posibilidad de hacer el desquite.
Por eso, la revancha llegó rápido y el 13 de octubre ya estaban otra vez frente a frente, a pura refriega. Allí ganó Prada por puntos y empardó la puja. Se palpaba la bronca entre ambos y se vislumbraba que las cosas no iban a quedar así, fundamentalmente porque uno de los jueces lo tenía primero ganador a Gatica, pero se equivocó al identificar los rincones, por lo que su fallo debió ser rectificado.
Lo que siguió
Ya en el profesionalismo pelearon cuatro veces más, empezando con el combate del 31 de agosto de 1946, que ganó Gatica por decisión.
En este terreno, “las victorias drásticas y contundentes fueron para Prada y las decisiones polémicas y apretadas para Gatica”, expresó don Julio Ernesto Vila alguna vez.
Al revés de lo que dictaba la cátedra, éste fue un caso atípico, donde el pegador ganó sus peleas apenas por puntos -aunque en la porfía del 18 de septiembre de 1948 mandó a la lona al rival-, mientras que el estilista supo hacerlo dos veces con severas golpizas.
Una de ellas, la del 12 de abril de 1947, se dio con fractura de mandíbula incluida. Fue una definición más que dramática y la cara descompuesta de Gatica quedó grabada para siempre, como singular iconografía de estos vibrantes choques.
La otra paliza, el nocaut del 16 de septiembre de 1953, implicó el último cruce entre ambos, con el recinto de Corrientes y Bouchard de bote a bote (más de 20 mil personas en las gradas) y 754.435 pesos de taquilla.
De sus vidas
Prada, conocido como “El Cabezón”, era muy superior a Gatica, pero su verdadero nivel es la parte desconocida, ignorada o mal interpretada de esta historia. Nacido en Rosario el 10 de marzo de 1924, hay quienes no dudan en compararlo con el mexicano Marco Antonio Barrera; así como otros lo hacen con Raúl Horacio Balbi, paralelismos a la distancias incomprobables, pero que marcan su real capacidad.
Gatica era otra cosa. Oriundo de Villa Mercedes (San Luis), nació el 25 de mayo de 1925 y pasó a la historia como “El Mono”, aunque él prefería que le digan “El tigre puntano”.
Fue un diamante sin pulir, tanto en la vida como en el ring, pero lejos estuvo de la calidad del rosarino. Gatica fue un fajador sin demasiado brillo, pero muy generoso en su entrega; un torbellino difícil de aguantar, que arremetía incansablemente, sin parar; al estilo del malogrado Diego “Rocky” Giménez, o de Gumersindo Carrasco, el del escandaloso triunfo contra Juan Manuel Bonanni.
Cuando el alcohol empezó a hacer estragos en su anatomía, Gatica se vino abajo en forma estrepitosa (dicen que tomaba un litro de vino con soda en cada comida).
Pero eso fue antes de la caída del peronismo, hecho con el que han querido emparentar, erróneamente, su debacle. De todas maneras, no hay que olvidar que al involucrarse con las alternativas de este duelo, muchas veces se corre el riesgo de terminar atrapado por la leyenda, donde los hechos son carcomidos por una transformación casi defectuosa de la realidad.
Así, por ejemplo, mencionado junto a Gatica, o recordado sólo por la forma en que el Negro Sandy Saddler lo “colgó” frente al general Juan Domingo Perón (2 de junio de 1951), Prada no cobró la dimensión que tuvo.
De chico sufrió poliomelitis y no podía caminar, pero logró prosperar largamente en el deporte. Por eso mismo, si bien corrió con el peso de haber sido el costado menos rimbombante del mito, debe aclararse que también fue muy conocido y popular.
Dos veces vencedor del santafesino Américo “El Inglés” Bonetti, Prada combinaba un boxeo bastante pulido, con mucha guapeza, algo de pegada y cierto coraje. Campeón argentino y sudamericano liviano, fue bueno de verdad; uno de los grandes baluartes del boxeo de la “Chicago Argentina”, junto a Francisco Resiglione, Alfredo Bunetta, Amelio Piceda (Kid Noli) y Hugo Rambaldi.
De mitos
Una de las mentiras más divulgada de este duelo, y que hace a la esencia del mismo, es la de presentar el encuentro entre un Gatica peronista y un Prada “gorila”, falsedad con la que se transgredió siempre la verdad histórica.
Al recordarlo con “El Mono”, la historia ha mostrado a Prada antiperonista, sólo porque los radicales y demás contrarios a Perón, habían elegido las tribunas del Luna Park para descargar sus iras ocultas y su bronca contra Gatica, símbolo de aquellos años de gloria justicialista.
El antiperonismo de Alfredo fue una verdadera falacia, a tal punto que el propio peleador debió aclarar el tema en El Gráfico: “Yo también era y soy peronista, pero hay mucha gente que cree que pertenecía a la contra, porque éstos coreaban mi nombre para darle bronca a Jos”.
Revisionistas como Jorge Monte o Enrique Medina son quienes impusieron lecturas distintas -aunque noveladas-, que pueden servir para aproximarse a la verdad de lo sucedido, o para saber, por ejemplo, que Perón le bancaba a Gatica algunas estupideces porque estaba Evita de por medio.
No hay que olvidar que ella, para darle el gusto a su hermano Juan, apoyó la aventura de enfrentarlo con el entonces campeón mundial liviano, Ike Williams, sin título en disputa. Williams cobró 300.000 dólares para pelear: una verdadera fortuna, para que el excelente púgil de ébano destroce al puntano en sólo noventa segundos.
Fue la fría noche del 5 de enero de 1951 en Nueva York. Ningún promotor estadounidense puso el dinero, que en realidad salió de las arcas del Estado argentino, ya que fue el gobierno de Perón y no la empresa Madison Square Garden, el que costeó semejante “hazaña”.
Ese día nacieron otros mitos. Los que cuentan que el argentino le puso la cara a su rival y que subió borracho al ring, o pasado de sexo con su amante, una mulata cubana que “concentraba” con él para tolerar mejor el crudo invierno neoyorkino.
Nadie, dentro del ambiente boxístico, toma como seria o real la posibilidad de que Gatica le haya puesto la cara a Williams y hasta el propio norteamericano se encargó de desmentirlo, poco antes de morir.
Guiño final del destino: Prada falleció el 25 de mayo de 2007, el día en que “El Mono”, muerto el 12 de noviembre de 1963, hubiera cumplido 82 años. Desde entonces descansan juntos, en el panteón de los boxeadores, en el cementerio de la Chacarita.