Editorial

Una mirada sobre el año que termina

El fin del año exige un balance político de las gestiones de los gobiernos, algo así como establecer un antes y un después que todo tiempo político reclama como acto reflexivo. Sin duda que el rasgo distintivo de 2010 estuvo dado por la sorpresiva muerte del ex presidente Néstor Kirchner. Al respecto, no es una exageración decir que su deceso representó un antes y un después en la política nacional, un antes y un después que dejó abierto un amplio y sugestivo interrogante a la política oficial, pero también a las diferentes expresiones de la oposición.

El 2010 se inició para el oficialismo con malos signos. La derrota política en los últimos comicios debilitaron su frente interno y la imagen de la presidente, dejando abierto un amplio espacio para una ofensiva opositora destinada a ponerles límites a algunos de los excesos del poder kirchnerista. La fragmentación de la oposición, el cambio de las condiciones económicas internacionales y la notable voluntad de poder del peronismo fueron remontando la situación a su favor. Las propias festividades del Bicentenario fueron una ocasión propicia para convocar a la ciudadanía a participar en actos públicos sensibles al imaginario popular y que los Kirchner se esforzaron para capitalizar políticamente a su favor. De todos modos, para la segunda mitad del año el panorama político del oficialismo no era precisamente alentador. La inflación, la falta de inversión y las imprecisiones de las cifras oficiales creaban un clima económico y social signado por la incertidumbre. A ello se sumaban las disidencias internas en el propio frente kirchnerista, a lo que habría que agregarle la creciente sensación de inseguridad y la indisciplina social promovida por piqueteros, punteros y barrabravas.

La muerte de Kirchner provocó dolor, incertidumbre e impotencia. Sobre todo en las filas del oficialismo, pero también en el espacio opositor. Paradójicamente, el carácter imprevisto de esta muerte generó hacia el gobierno, y en particular hacia la presidente, un respaldo en el que el reconocimiento de algunas virtudes de su marido se sumaba a la solidaridad con la viuda.

El llamado “efecto luto” se desvaneció con las violentas movilizaciones y ocupaciones ilegales de tierras en la ciudad de Buenos Aires. Una vez más, el rostro de una Argentina excluida, marginada y, al mismo tiempo, minada por la ilegalidad, la violencia y diferentes manifestaciones delictivas se hizo presente. No se equivoca una conocida ensayista cuando dice que en estas movilizaciones estuvieron presentes en el espacio público los que no fueron invitados a las fiestas del Bicentenario.

Hacia el futuro se abren interrogantes. El 2011 será electoral y el primero en prepararse para las contiendas que se avecinan es el propio gobierno. La decisión de la presidente de disponer por decreto un monto récord de fondos públicos para el año que se inicia es la señal manifesta de que el gobierno está dispuesto a luchar con todo por su continuidad hasta 2015.