Licantropía

Centenares de filmes, historietas y narraciones literarias tratan el tema de la licantropía, es decir, en la transformación de un ser humano en lobo.
Foto: Archivo El Litoral
Licantropía

Centenares de filmes, historietas y narraciones literarias tratan el tema de la licantropía, es decir, en la transformación de un ser humano en lobo.
Foto: Archivo El Litoral
Luis Guillermo Blanco
En psiquiatría, la zoantropía es un trastorno mental por el cual el enfermo cree que es posible su transformación anatómica, total o parcial, en un animal. Creer que es una persona cercana la que se convierte en animal o tomar únicamente el comportamiento de determinado animal, son variantes de esta enfermedad. Que es considerada como un síndrome asociado a una patología anterior, como la esquizofrenia paranoide, la psicosis severa o un estado maníaco-depresivo. Psicológicamente, puede ser entendida como un intento de proyectar represiones, especialmente de contenido sexual o de agresividad, en la figura de un animal, importando un desorden de identidad. La transformación realmente ocurre, pero se lleva a cabo en la mente del enfermo, quien adopta las conductas del animal que cree ser, siendo común que sufra desórdenes alimentarios (vg., por comer carne cruda), excesiva agresividad, una doble personalidad y otros síntomas: conducta extravagante, alucinaciones e ideas delirantes.
En tanto que en la licantropía clínica (una variante de la zoantropía), el afectado (licántropo) cree real su metamorfosis en lobo e imita su comportamiento. Mientras que, en la, mitología, en el folclore y en algunas creencias populares (mágico-religiosas), licantropía es la transformación de un hombre en lobo, y licántropo, el hombre que se convierte en lobo. Según algunos relatos, en las noches de plenilunio (pues la luz de la luna llena es la que controla su transformación).
El hombre-lobo (en la Argentina, el lobizón).
Una criatura legendaria presente en casi todas las culturas del mundo. Un hombre que transforma su aspecto en el de un lobo, poseyendo todas las características típicas de este animal (ferocidad, fuerza, astucia y rapidez), que vaga por la noche, propenso a devorar y a la matanza de gente sin remordimientos. Diciéndose que algunas personas pueden transformarse voluntariamente en lobo (los magos y los hombres lobos “auténticos”, que saben lo que hacen y controlan sus transformaciones).
En tanto que en otros individuos esa transmutación sería involuntaria, por efectos de magia negra, de una maldición u otras causas (vg., ser mordido por otro hombre-lobo; ser el séptimo hijo varón de una familia, etc.). Algunos piensan que quien haya llevado una mala vida se convertirá en hombre-lobo, mientras que otros consideran que los hombres-lobo son víctimas a quienes la gente malvada les sustrajo su sangre. Víctima que durante la noche se transforma en un lobo que sirve al mal. También se creía que los vampiros (El Litoral, 7/1/09) podían adoptar la forma de lobos. Estos maldecidos sufren enormemente a la hora de su metamorfosis, perdiendo la conciencia humana y tornándose peligrosos, incluso para sus seres queridos. Variando, según las versiones, el aspecto del hombre-lobo, que puede ir desde un lobo ordinario, sino más grande y poderoso de lo común, hasta formas antropomorfas: un humanoide peludo, con colmillos y garras.
Esta leyenda parece originaria de Europa, encontrándose su antecedente en el mito griego de Licaón, rey de Arcadia, un hombre cruel que efectuaba sacrificios humanos y que comía y daba de comer carne humana. En castigo, Zeus lo condenó a convertirse en lobo. Al llegar la Edad Media, las historias de hombres-lobo eran comunes y generaban pánico. En particular, Francia parece haber sido infestada con hombres-lobo durante el siglo XVI, por lo que fueron numerosos los procesos judiciales contra aquellos.
Según las regiones, son diversas la formas de librar a un hombre-lobo de su maldición (desencantarlos, etc.). Pero la más común es dándole muerte con un instrumento de plata (un metal considerado durante mucho tiempo como poseedor de propiedades místicas), ya sea un bastón, un cuchillo o una bala. Si no con un arma blanca o con una bala bendecida.
Este monstruo nunca estuvo ausente en las producciones cinematográficas. Siendo interpretado, entre muchos otros, por Lon Chaney Jr. (1941), Jack Nicholson -que no necesitó de un denso maquillaje para parecer “temible”- (1994), y recientemente, por Anthony Hopkins y Benicio el Toro en un film tan sólo entretenido (2010). Sin olvidar a nuestro “Nazareno Cruz y el Lobo” (1975), de Leonardo Favio.
A principios de 1900, la leyenda del séptimo hijo varón estaba tan extendida en nuestro país que causó muchos abandonos de bebés, su entrega en crianza (la adopción aún no estaba legislada) y aún su filicidio, por el temor que le provocaba a los padres la “posibilidad” de que les hubiese nacido un lobizón. Para evitar estos hechos, se adoptó la costumbre de que el presidente de la Nación apadrinara a esos niños, y así lo hizo oficialmente, por primera vez, José Figueroa Alcorta en 1907. Luego, esta tradición fue legislada, estando el marco jurídico del Padrinazgo/Madrinazgo Presidencial dado por los decretos 843/73 y 143/74, la ley 20.843 y los decretos 964/76 y 1416/09. Debe solicitarse, y si es concedido, se otorga al beneficiario una medalla recordatoria y becas para sus estudios primarios, secundarios y terciarios en establecimientos oficiales. Por ello, nacer “lobizón” parecería ser beneficioso.