al margen de la crónica
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Resaca musical
Es musical la peor de las resacas. Se habla mucho del peligro que encierra pasarse sin arte ni ciencia del vino a la cerveza o del vermouth a la sidra. Lo sabe todo buen bebedor: mezclar es un viaje de ida, pero la verdad es que nada es peor que la resaca musical. (“...no me arrepiento de este amor”).
Tanto ponderar cuidados extremos para tomar en la medida de lo correcto, sin excesos aún si no se va a conducir, se consumen sin embargo en las fiestas unas cantidades mucho más dañinas de otras substancias que provocan efectos mentales de largo plazo peores que los que causa el alcohol. (“...aunque me cause este dolor”).
La resaca alcohólica habrá de terminar alguna vez, y aún mientras se la padece existe la certeza de su final a la vuelta de la esquina, o lo que es lo mismo: al cabo de dormir la mona, de ingerir hectolitros de agua, de tomar mates en ayunas o de volver a tomar otra cerveza para recuperarse y así volver a poner en marcha lo que los economistas llaman el ciclo virtuoso de producción y consumo (es cierto, con algo de inflación, y de resaca). Sin embargo, nada nos previene de la resaca musical... (“¡... laralalala la la laaaa, laralalala la la laaaa !!”).
A lo largo de la noche, de una con la gente que se desea estar, de una bella fiesta que ofrezca beber lo mejor pero oír esa música que ha sido creada para bailar y compartir (y demostrar) alegría habrán de pasar cientos de ellas. Pero sólo una de esas canciones (¿así se llaman?) se negará a salir de su cabeza.
Es música hecha para entrar por un oído y salir por el otro sin mayores consecuencias y sin embargo “no me arrepiento de ese amor” habrá de instalarse detrás de sus ojos, bajo su poblado o desértico cuero cabelludo, profundamente enquistada en las cavidades oscuras y misteriosas de su cabeza. Invadirá el lugar de los silencios de una conversación agradable, se presentará sin permiso en la fugaz oportunidad que se le brinde al pasar la página de un libro, o en todo el trayecto de un viaje en auto, colectivo o avión que no se maneje o pilotee. El rum rum del motor dirá siempre que “no me arrepiento de este amor”. Peor aún: Ud. se descubrirá silbándola alegremente, tarareandola muy a su pesar.
Suelen ser melodías infalibles. Imborrables. Inexorablemente pegadizas. De todos los tiempos y tan... bailables. Se dice que no es correcto juzgar los géneros musicales, y que no hay una escala de elíxires superiores y sencilleces inferiores, que unos y otros merecen la consagración de ciudadanos ilustres. Sí, sí, sí es cierto que todo es cultura, pero todos y todas deberían admitir que no todos los géneros musicales causan resaca musical...