Mesa de café
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¿La hora de Cristina?

Remo Erdosain
José asegura que el justicialismo en Santa Fe ingresa a su hora más gloriosa.
—¿Y eso es una buena o una mala noticia? -pregunta Marcial.
—Para los peronistas es una buena noticia, para los gorilas por supuesto que es mala -responde-, pero les guste o no a los gorilas, de afuera y de adentro, el peronismo se definirá a favor de Cristina.
—¿Y al que se le ocurra estar a favor de Chiche? -pregunta otra vez Marcial.
—Es una candidata muy chiquita para Cristina -contesta José con tono burlón. Y agrega: -El peronista que no quiera apoyar a Cristina se tendrá que ir a la provincia de Buenos Aires o irse del partido. No se puede ser peronista y estar en contra de Cristina.
—Eso es lo que se llama una declaración de fe democrática -subrayo.
—¿No es que en el peronismo hay lugar para todos? -pregunta Abel.
—Parece que para todos los que están con Cristina -observa Marcial, que no ha dejado de sonreír desde que llegó a la mesa.
—Seamos serios y argumentemos racionalmente -pido-, los peronistas siempre dijeron que eran un movimiento amplio, y ahora me vengo a desayunar que para ser peronista en Santa Fe hay que estar con Cristina sí o sí... La verdad es que no los entiendo.
—Los gorilas nunca entendieron al movimiento nacional -replica José.
—Todo el esfuerzo que hagas para entenderlo es vano -acota Marcial-. Los peronistas no sólo son incorregibles; además, son inentendibles.
—¿Cuesta tanto entender que una fuerza política que tiene una candidata ganadora para las elecciones nacionales reclame al partido que todos sus afiliados cierren fila detrás de ella?
—¿Y quién te dijo que es ganadora? -pregunta Abel.
—Las encuestas, el clima en la calle.
—Las encuestas cambian más rápido que el clima -apunta Marcial-, y eso que el clima es lo que más cambia en esta vida.
—Cristina es la mejor candidata que tiene el peronismo -insiste José-, no les pedimos a los compañeros que su apoyo sea sincero, lo que les pedimos es que apoyen.
—Pedirles a los peronistas que sean sinceros es como pedirle a Storni que no mire a un adolescente andrógino -comenta Marcial con insidia.
—El compañero Rossi es el único dirigente peronista de la provincia que sabe lo que quiere y cómo obtenerlo. Los demás son charlatanes, aventureros o políticos carcamanes con más mañas que verdades. A la larga o la corta, todos los peronistas van a venir al pie.
—Pero para ello haría falta que Cristina confirmase que quiere ser candidata -señalo.
—Ya lo ha hecho.
—Yo no la escuché -insisto.
—Se los ha dicho a los peronistas de confianza. Vuelve de la gira y anuncia la candidatura, y los peronistas de Santa Fe van a tener que decidir qué quieren hacer con sus vidas.
—Yo por lo pronto sigo al lado de Reutemann -refirma Marcial.
—Pero vos no sos peronista... -le señala José.
—Eso depende. Si el Lole es candidato, soy peronista; si el Lole se baja, yo me bajo con él.
—El Lole no va a ser candidato -afirma Abel.
—No estés tan seguro -contesta Marcial-; por lo pronto, creo que a nadie escapa que es el dirigente político con más votos en la provincia, y tal vez en el país.
—Los tenía -preciso-, porque creo que los esta perdiendo. En política no se puede dudar toda la vida.
—El Lole no duda, es responsable -se defiende Marcial.
—Tan responsable que renunció a la posibilidad de ser presidente.
—Ésa es, precisamente, la prueba de que es responsable; un político de cuarta habría aceptado en el acto y a la otra semana estaría entre rejas o escapándose en un helicóptero. El Lole dijo no y eso es un acto de franqueza en estos tiempos.
—Me acuerdo que dijo “no’ porque había visto algo -comenta Abel con tono de broma.
—Claro que vio algo -enfatiza Marcial-, vio a las bandas mafiosas de Duhalde y Menem, vio a los caciques del Gran Buenos Aires y vio que en ese escenario él no tenía posibilidades de gobernar. Y como es una persona que tiene vergüenza, una persona que se preocupa por lo que la gente dice de él, prefirió quedarse en su casa.
—Sin embargo, Kirchner tuvo el mismo escenario y aceptó -recuerda José.
—Y así nos va... -agrega Marcial.
—Tan mal no nos va -replica José-. El país está saliendo adelante gracias a los Kirchner.
—Mirá qué casualidad, yo creo exactamente lo contrario -responde Marcial.
—La Argentina se va a arreglar cuando Alfonsín llegue al gobierno -se entusiasma Abel-, por más vueltas que le den a la cosa, una vez más será un Alfonsín el que derrote al peronismo.
—Salimos de Guatemala y nos metemos en Guatepeor -se alarma Marcial.
—A vos no hay santo que te venga bien -digo.
—No tanto, no tanto, hay muchos candidatos que me gustan.
—¿Macri?
—Macri, por ejemplo, pero también me gusta Cobos. Los que no me gustan son esos candidatos que no tienen experiencia de gobierno, que no han manejado ni la chequera de un club de bochas. Con esos candidatos estamos en el horno -se queja Marcial.
—¿Pero acaso Cristina no manejó la chequera máxima del poder? -pregunta Abel.
—Ése es el problema -admite Marcial-, que manejó la chequera y así nos dejó. Yo quiero que un presidente sepa manejar una chequera, pero no para favorecer a su bolsillo, sino al país.
—En el horno estamos con ustedes -ataca José-, que manejaron las chequeras, pero para su bolsillo. Cuando los conservadores como ustedes manejaron la chequera, nos fundieron, se enriquecieron robando.
—Ustedes también han robado -acusa Marcial.
—No todos, pero incluso el peronista más ladrón siempre reparte; en cambio, los discípulos de Alsogaray se quedan con todo -enjuicia José.
—Se olvidan -menciona Abel- de que los radicales tenemos varios candidatos para elegir. Además de Alfonsín y Cobos, ahora está Sanz. Parece mentira, hace dos años decían que estábamos a punto de desaparecer y hoy el partido está más fuerte que nunca y les ofrece a los correligionarios y a los ciudadanos tres candidatos de lujo.
—Vos tenés un concepto muy modesto del lujo -observa Marcial.
—Todos sabemos que en este tema ninguno de los presentes está en condiciones de superar a María Julia Alsogaray -puntualizo.
—Que, dicho sea de paso, es la única política juzgada de un gobierno que estuvo manejado por rufianes y fascinerosos -se indigna Abel.
—Porque los peronistas pueden estar peleados, pero siempre se protegen. El problema de María Julia es que no era peronista.
—No comparto- concluye José.