llegan cartas

No todo está dicho sobre la pirotecnia

Cristina Cura.

DNI. 12.712.789.

Señores directores: Al menos deberíamos dudar cuando de “algo” no se habla. Al respecto, cuánto silencio relacionado al problema que implica el uso de elementos de pirotecnia. Unos días previos al desborde, recibimos escasos consejos, cuyo contenido revela claramente la peligrosidad real y el daño potencial de esta práctica. Nos dicen por ejemplo que ubiquemos a los niños/as de corta edad alejados de los ruidos (¿dónde?), y a la vez que proteger sus oídos con algodones. Sin embargo, olvidan decir que la intensidad de los estallidos es inmensamente superior a lo que el oído humano de un adulto está preparado para soportar y que además, el ruido atraviesa superficies de alta densidad.

En Navidad y fin de año no nos regalan, nos despojan de esa porción del espacio público que durante todo el año insisten que cuidemos porque es nuestro. Participamos entonces en un escenario nada envidiable: calor, mosquitos, ingesta de bebidas alcohólicas, explosiones. El lugar “nuestro” se transforma en sitio de algunos, tal como ocurre en el marco de algunas protestas sociales o gremiales, cuando un equipo de fútbol gana o pierde o cuando inauguran una obra en la ciudad. En esos tiempos el ruido deja de ser considerado “agresión” y nada actúa como límite. No importan niños, enfermos, animales, ni medio ambiente. Tampoco los derechos de quienes no admitimos ni deseamos detonaciones y estallidos como expresión de “encuentro o reencuentro para celebrar socialmente”.

El ministro de Salud de Córdoba (según ha difundido una radio de esa provincia) remitió a Legislatura un proyecto tendiente a limitar el uso de elementos de pirotecnia. La medida surge a posteriori de la internación de un niño en la unidad de cuidados intensivos de un hospital por las graves lesiones que le provocaron las esquirlas de una bomba de estruendo arrojada por vecinos. Comparto y aplaudo la decisión de la autoridad oficial pero lamento la extemporaneidad.

La aparente baja casuística de heridos y quemados pretende ser utilizada como argumento para consolidar esta práctica; perimida en ciudades que tienen el serio propósito de cuidar el medio ambiente, respetar el derecho de todos, proteger integralmente la salud de la población, fomentar una convivencia armónica en donde el ruido sea desplazado por la palabra y en donde la violencia no sea fomentada, avalada y menos aún legalizada.