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Imagen del interior del estadio olímpico Luzhniki, el más grande de Rusia, donde está previsto disputar la final del Mundial de 2018.

La última frontera del fútbol

La Copa Mundial de fútbol se ha jugado desde su primera edición (Uruguay, 1930) en casi todos los rincones del planeta. En 2018 el turno será para el país más grande del mundo, Rusia.

TEXTOS. IGNACIO ORTEGA. FOTOS. EFE REPORTAJES.

 

Rusia es el hogar de la tundra siberiana y lo hielos perpetuos, de cosacos y osos polares. Los rusos, amantes del hockey sobre hielo y el ajedrez, juegan al fútbol tanto con 30 grados como con 50 grados bajo cero. Tanto en verano como en invierno, con sol o con nieve. En la parte europea o en el corazón de Siberia. El balón no deja de rodar durante todo el año desde el enclave báltico de Kaliningrado hasta la península volcánica de Kamchatka (Océano Pacífico) o el territorio de Chukotka, región que limita con el estrecho de Béring.

Quizás por eso, porque Rusia está tan alejada de la aburguesada y vieja Europa futbolística, la FIFA decidió concederle, contra todo pronóstico, la celebración del Mundial de fútbol en 2018. Los rusos dejaron en el camino nada menos que a tradicionales potencias como España y Portugal, e Inglaterra y Holanda y Bélgica.

La FIFA recibió un aluvión de críticas por decantarse por un país que cuenta actualmente con un solo estadio que cumple con los estándares exigidos para acoger partidos internacionales, sufre una alarmante escasez de plazas hoteleras y cuenta con unas infraestructuras de transporte obsoletas.

“Ganaron los petrorrublos”, tituló la prensa española, mientras los sensacionalistas tabloides británicos hablaron de “traición” y de “confabulación” contra el país que inventó el deporte rey. En lo que todos los analistas coinciden es que la FIFA castigó a la candidatura inglesa por las numerosas denuncias de corrupción vertidas por la prensa británica contra la organización mundial. En cuanto a la candidatura ibérica, el pacto con Qatar también le perjudicó, ya que salpicaba el buen nombre de la FIFA.

Otro factor crucial fue el interés mostrado por el todopoderoso primer ministro ruso, Vladímir Putin, que se volcó desde el principio en el proyecto, lo que encandiló a los directivos del fútbol mundial.

UNA OPORTUNIDAD

En vísperas de la elección, Rusia no era una de las favoritas, ya que los informes de la comisión de inspección llamaban la atención sobre sus múltiples carencias en materia de infraestructuras. No obstante, Putin, aficionado al esquí y al judo, echó mano de su experiencia en mil batallas políticas y se jugó un punto al denunciar un día antes la guerra sucia contra la FIFA, que tachó de “competencia desleal” con Rusia, motivo por lo que desistió en viajar a Zúrich para presentar la candidatura rusa con el fin de no presionar a los directivos del fútbol mundial.

Esas palabras calaron hondo en el comité ejecutivo de la FIFA, que recogieron el guante y apostaron por Rusia, país que nunca había organizado ningún torneo internacional de naciones de fútbol. Únicamente, el estadio olímpico Luzhnikí de Moscú acogió en 2008 la final de la Liga de Campeones entre el Manchester United y el Chelsea, la única puramente inglesa en la historia de la competición.

La propia prensa rusa reconoce que es un riesgo, pero bien medido, ya que Rusia tiene previsto aprovechar el Mundial para impulsar el actual proceso de modernización, que tiene por objetivo elevar el nivel de vida de la población. El Gobierno considera que el Mundial servirá de acicate, pero no para un lavado de cara, sino para lanzar una nueva Perestroika (reconstrucción o transformación) de la sociedad y economía rusas.

Quizás envalentonada por las críticas, Rusia se propone utilizar el potencial de su enorme territorio para ofrecer a los aficionados una Copa Mundial inolvidable. Sin perder más tiempo, en enero se creó el comité organizador, que se encargará de coordinar los preparativos, en particular en lo que se refiere a la construcción de los estadios y otras infraestructuras. “Ya hemos dado las gracias. Es hora de ponerse manos a la obra”, dio Putin.

La idea inicial es que los partidos mundialistas se disputen en dos ciudades del báltico -San Petersburgo y Kaliningrado-, tres del sur -Rostov del Don, Krasnodar, Sochi y Volgogrado-, cuatro del centro -Moscú, Yaroslav, Saransk y Nizhni Novgorod- y tres del este -Kazán, Samara y Yekaterimburgo.

FÚTBOL EN LA RUSIA EUROPEA

No obstante, varias ciudades han solicitado acoger partidos, aunque sea sólo de la primera fase. Entre las que expresaron su deseo de acoger el Mundial destaca Grozni, la capital de la república norcaucásica de Chechenia, aunque es improbable que eso ocurra, debido a la inestabilidad de la región.

Es decir, la Copa Mundial de Rusia se jugará en la parte europea del país, donde las temperaturas en verano pueden superar los 30 grados. De hecho, el último verano fue el más caluroso de la historia reciente del país con temperaturas que rondaron durante varias semanas los 40 grados centígrados, ola de calor que, junto con los incendios forestales, arrasaron millones de hectáreas de cultivos y bosques.

El Mundial de Rusia se disputará sólo en ciudades que se encuentran en la parte europea del país y no en Siberia, donde los veranos son cortos y las noches estivales frescas. Por eso, los aficionados al fútbol que asistan al Mundial no pasarán frío, aunque seguramente tampoco calor, ya que los torneos mundialistas suelen celebrarse en junio y principios de julio, cuando las temperaturas rondan los 20 grados de media.

En la ciudad mundialista más oriental y fría, Yekaterimburgo, capital de los Urales y patria chica del primer presidente ruso, Borís Yeltsin, la temperatura media en junio es de unos 17 grados. Mientras, la ciudad meridional de Rostov del Don es conocida como el horno de Rusia por sus veranos calurosos y húmedos, cuando los termómetros no bajan de los 30 grados.

A más de siete años para el Mundial, ya se sabe que la final se disputará en el Luzhnikí de Moscú, que será remodelado para ampliar su aforo hasta los casi 90.000 asientos. Además de la final de la “Champions”, el Luzhnikí albergó la inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Moscú 1980. El resto de estadios son vetustos y apenas pueden acoger, en el mejor de los casos, unos 30.000 espectadores, por lo que Rusia se propone remodelar tres de esas instalaciones: Luzhnikí, Dinamo (45.000) y Yekaterimburgo (44.000) y construir de cero otras trece.

El nuevo estadio del Zenit San Petersburgo (68.000 espectadores), campeón de la liga rusa, ya está en construcción y, según informaron las autoridades, será el primero en ser inaugurado a finales de 2011. La directiva del Spartak informó poco después de la elección de Rusia como país organizador que el Ayuntamiento ya le ha dado el visto bueno para iniciar las obras de su nueva sede (47.000).

Putin aseguró en Zúrich que Rusia invertiría unos 300.000 millones de rublos ó 10.000 millones de dólares en la construcción de estadios y las infraestructuras adyacentes. Al mismo tiempo, matizó que la financiación de los estadios no siempre correrá a cargo del Estado, ya que los nuevos hogares del Zenit, el Spartak Moscú y el Dinamo serán patrocinados por el gigante gasístico Gazprom, la petrolera Lukoil y el banco VTB, respectivamente.

Además, los estadios de Sochi (46.000) y Kazán (44.000) se construirán para acoger los Juegos Olímpicos de Invierno 2014 y la Universiada 2013, lo que permitirá abaratar costos. El resto de estadios tienen una capacidad que ronda los 45.000 asientos y, en su mayoría, serán inaugurados en 2013.

Como ha ocurrido en otras ocasiones, Putin ha llamado a los oligarcas y magnates rusos a invertir en la construcción de las infraestructuras para la Copa Mundial. “Que afloje los bolsillos, saldrá indemne. Tiene mucho dinero”, dijo Putin en Zúrich, en alusión directa al dueño del Chelsea, Román Abramóvich.

“Por supuesto, (Abramóvich) está dispuesto a estudiar la posibilidad de participar en los preparativos del Mundial en Rusia en asociación con el Estado”, señaló John Mann, portavoz de Abramóvich, a la emisora de radio “Eco de Moscú”. Además, recordó que el dueño del Chelsea ha contribuido generosamente al desarrollo del fútbol ruso en los últimos años al pagar, por ejemplo, el sueldo del seleccionador ruso, el holandés Guus Hiddink.

El presidente del Senado, Serguéi Mirónov, considera “justa” que los oligarcas que se hicieron de oro con las fraudulentas privatizaciones postsoviéticas se rasquen los bolsillos para contribuir al éxito del Mundial de 2018.

OBJETIVO DE MÁXIMA

Antes del campeonato de fútbol, Rusia tendrá dos competiciones deportivas para demostrar que está preparada para el desafío: los Mundiales de atletismo de Moscú en 2013 y los Juegos Olímpicos de Sochi en 2014.

En el plano futbolístico, el presidente de la Unión de Fútbol de Rusia (UFR), Serguéi Fursenko, aseguró que los rusos “se plantean el máximo objetivo posible: ganar la Copa del Mundo”.

Ni la Unión Soviética ni Rusia han logrado brillar en unos Mundiales. La selección soviética alcanzó su mayor éxito el jugar las semifinales del Mundial de Inglaterra 1966. La URSS tuvo mucho más éxito en la Eurocopa, ya que se proclamó campeón de Europa en 1960 y fue semifinalista en 1964, ‘72 y ‘88. Desde la caída de la URSS (1991), el fútbol ruso ha participado en dos de los cinco mundiales disputados. Su mayor éxito fue llegar a las semifinales en la Eurocopa de 2008.

El Mundial llegará dentro de poco más de siete años a su última frontera, una tierra con una gran tradición deportiva que quiere demostrar a las viejas potencias del deporte rey que el fútbol se puede jugar en todos los rincones del planeta, incluido Rusia.

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El futuro Estadio de Volgogrado, que tendrá una capacidad de 45.015 asientos.

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Fachada del estadio Luzhniki de Moscú, presidido por la estatua de Lenin, el fundador de la Unión Sovietica, en su exterior.

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El impresionante Estado Olímpico Luzhniki de Moscú será reconstruido y tendrá espacio para 90.000 espectadores.

LAS DISTANCIAS

Otro asunto que preocupa son las grandes distancias que separan algunas ciudades de Rusia, ya que, por poner un ejemplo, Yekaterimburgo se encuentra a unos 2.500 kilómetros del enclave báltico de Kaliningrado, vecino de Lituania y Polonia. El Gobierno ruso intentará solventar ese problema con ayuda del consorcio alemán Siemens, con el que negocia actualmente la fabricación de trenes rápidos que unirán Moscú con las principales ciudades del país.

Según el plan maestro del proyecto, una red de trenes rápidos debería enlazar antes de 2018 Moscú con San Petersburgo, la ciudad balneario de Sochi (mar Negro) y la capital de Tatarstán, Kazán. Además, las autoridades tienen previsto construir nuevos aeropuertos, conscientes de que esa fue una de las principales críticas del informe divulgado por la FIFA poco antes de la elección.

Por cierto, Putin ha prometido que Rusia eximirá de visados a participantes y visitantes durante la disputa del Mundial, y garantizará el transporte público gratuito en autobuses y trenes por el país a aquellos aficionados que dispongan de entrada para el torneo.

“Sólo en los estadios 3,5 millones de aficionados seguirán los partidos en vivo; de ellos, un 40 por ciento serán turistas extranjeros. La audiencia televisiva de la final mundialista es de mil millones de telespectadores, mientras un partido normal es visto por unos 500 millones de personas. La audiencia conjunta será de unos 8.000 millones de espectadores. Imagínense cuántas personas en el planeta verán Rusia”, señaló Putin.

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El futuro Estadio de la ciudad de San Petesburgo, con una capacidad de 69.501 asientos y diseñado por el arquitecto japonés Kisho Kurokawa.

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El viejo estadio del Dínamo Moscú será reconstruido para la Copa Mundial de fútbol que se celebrara en Rusia en 2018.