EDITORIAL

Los excesos del canciller afectan la política exterior

Héctor Timerman es uno de los ministros más controvertidos del gabinete nacional. Sus declaraciones intempestivas, agresivas y poco fundadas, están reñidas con las responsabilidades, la profesionalidad y la respetabilidad de un ministro de Relaciones Exteriores. A decir verdad, lo que se espera del jefe de la diplomacia argentina es una actitud mucho más prudente, menos efectista, más inteligente.

En los últimos días, a través de los medios de comunicación y de su inefable Twitter criticó al presidente de EE.UU., Barak Obama, por no haber incluido a la Argentina en su gira. Aceptando incluso que la decisión de Obama fuera controvertible, es inaceptable que un canciller se comporte como un militante político o un agitador antinorteamericano.

En ese mismo contexto de críticas a la Casa Blanca, acusó a la gestión de Mauricio Macri de enviar dos oficiales de la policía capitalina a un curso de capacitación organizado por la International Law Enforcement Academy (Ilea) en El Salvador. Según declaraciones de Timerman, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires envía a sus policías a capacitarse en apremios ilegales y torturas. Para reforzar su opinión, calificó al curso como una reproducción de la temible Escuela de las Américas, la institución creada en el marco de la Guerra Fría para capacitar a militares en técnicas antisubversivas que incluían la preparación de golpes de Estado.

El juicio histórico acerca de aquella escuela tristemente célebre ha sido condenatorio, y a su descalificación política y militar se han sumado reconocidos dirigentes de los EE.UU.. Hoy el consenso es amplio respecto de que aquellos procedimientos apuntaban a controlar la actividad política interna del “patio trasero” de la potencia mundial, lo cual incluía la intervención militar cuando se la consideraba conveniente, así como tareas de espionaje, secuestro de disidentes, apremios ilegales y atentados terroristas.

Pero lo que Timerman no puede ignorar es que el curso de capacitación policial que hoy se dicta en El Salvador no tiene nada que ver con la Escuela de las Américas. Tampoco existe el marco histórico de guerra subterránea entre los bloques occidental y soviético que impulsó su creación. Las hipótesis de conflicto que de allí se derivaban han desaparecido.

El canciller no debería pasar por alto que a ese curso no sólo asisten policías de la ciudad de Buenos Aires, también lo hacen integrantes de las fuerzas de seguridad bonaerenses y, para su propia sorpresa, del Estado nacional.

¿Estaba enterado Timerman de esto? Y si lo estaba ¿por qué activó este pequeño pero resonante escándalo? ¿porqué incursiona tanto en política interna? ¿qué grado real de información maneja? ¿por qué reincide en el papelón?

Las reacciones del canciller semejan las de una persona despechada que trata de herir con las palabras, parece sangrar por la herida que le ocasiona un nuevo fracaso diplomático. El problema es que son impropias de la función y comprometen intereses nacionales.