La democratización de los países árabes
Más allá de las vicisitudes políticas y militares de los procesos de masas abiertos en los países árabes, lo que está fuera de discusión es que se trata de movilizaciones que tienen como objetivo central reclamos sociales y políticos de carácter democrático. Las razonables objeciones hechas por observadores occidentales acerca de la posibilidad de un rebrote de fanatismo islámico, no deben ser subestimadas, pero todo parece indicar que no son las dominantes.
Según las crónicas, las consignas de los manifestantes giran alrededor de las críticas al dictador o al régimen. No se registran manifestaciones religiosas, por lo menos no son las hegemónicas. Las comparaciones que se han intentado hacer con la revolución de Irán protagonizada por los ayatolás no serían pertinentes, porque los objetivos religiosos de los manifestantes en el caso de Irán estuvieron presentes desde sus inicios y nadie ocultó entonces que a la caída del Cha, el poder sería ejercido por los ayatolás dirigidos por Jomeini.
En Túnez, Egipto y Libia no parece ser ésta la orientación. Es más, salvo episodios absolutamente irrelevantes, no se han observado insultos o ataques verbales contra Israel, lo cual debe ser tenido en cuenta, en primer lugar, por la clase dirigente de este país. Es verdad que las salidas políticas a estas crisis no suelen ser muy claras, pero ya se sabe que en muy pocos casos los derrocamientos de dictaduras van acompañados de salidas planificadas y prolijas. En el caso que nos ocupa, lo que importa es que los regímenes dictatoriales, estas escandalosas satrapías orientales, están llegando a su fin y el certificado de defunción no está firmado por alguna potencia extranjera sino por el propio pueblo.
Problema complejo hacia el futuro es el diseño de un orden político que sea coherente con estos reclamos políticos y sociales, es decir una construcción institucional que asegure la máxima libertad posible para los habitantes y un buen sistema económico. Es más fácil enumerar la tarea que llevarla a cabo, por lo que sin duda será el gran desafío a encarar en el futuro.
La otra enseñanza que dejan estos episodios, es que la responsabilidad de la miseria, el hambre y la opresión espiritual es de los dictadores, en primer lugar. La observación importa hacerla porque una estrategia alternativa equivocada sería buscar un chivo expiatorio externo al estilo del “satán occidental” o “el perro judío”. Por el contrario, las tareas abiertas hacia el futuro de las masas árabes están relacionadas con la democratización política y la organización de un sistema económico moderno y productivo que genere riquezas, empleo y una adecuada y justa distribución de la riqueza. La responsabilidad del atraso y la explotación responde a diversas causas, pero queda claro que la principal culpa es interna, por lo que toda tarea de reconstrucción democrática debe comenzar por asegurar que los motivos que dieron lugar a estas satrapías no se reproduzcan.




