Llegan cartas

Obligaciones sólo para la clase media

 

En la ciudad de Santa Fe, la vida diaria nos da ejemplos permanentes de la desigualdad de la ley entre los ciudadanos.

Desgraciadamente, casi el cincuenta por ciento de la población está considerada como no pudientes o pobres, el treinta por ciento pertenece a la clase media asalariada y un veinte por ciento a la clase más pudiente.

La pregunta es la siguiente para casos puntuales:

- Autos con vidrios polarizados: a quienes se les hace la multa es a quienes pertenecen a la clase media asalariada. A los pobres no se les puede cobrar y a los de la clase privilegiada, que son los funcionarios políticos, jueces y empresarios con influencias: ¿quién se anima a aplicarles la multa?

- Verificación de automóviles: quienes hacen verificar los autos son los de la clase media asalariada. Los que son considerados pobres, tienen autos que exceden los veinte años de antigüedad y el estado que presentan es calamitoso, casi podemos hablar que un cuarenta por ciento de los rodados circulan sin revisión técnica y sin seguro, a los que habría que agregar los carros tirados por tracción animal y humana. ¿De qué revisión técnica hablamos?

De hecho, cuando aplican multas a los asalariados se hace en función de las ordenanzas. ¿Por qué se aplica la ley a este sector, y a los demás, que son una mayoría, no se le aplica? ¿Será porque los inspectores de tránsito tienen orden de no molestar a los no pudientes?

Se debería plantear lo siguiente: que así como la mayoría puede transitar por la vía pública sin problemas, la minoría tenga los mismos derechos.

¿Qué reflexión trae esto? Que las mayorías no pudientes saben que no son controlados, y por ende saben que pasan libremente por donde quieran circular.

No se pretende generar un análisis de discriminación, pero ésta es la realidad en la ciudad de Santa Fe.

¿Podremos ser todos iguales ante la ley?

Juan José Sagardía

DNI 6.554.695

Impiadosa

 

Impiadosa./ Llegaste así, inesperada./ Sin avisar y sin ser invitada./ Impiadosa./ Nadie va a llamarte./ Para disfrutar la vida./ No vendrías./ Lo harías cuando espantada./ La pobre emprendiera la huida/ por tu llegada./ Impiadosa, varias veces pasaste a mi lado./ Apenas me habías rozado./ ¡Golpeaste arriba, abajo a los costados/ te di trabajo!/ Pero aquella vez, arteramente/ me derribaste de un revés./ Certeramente me desgarraste/ el corazón/ Y ya sólo existí sin razón/ y me cubrió la noche y la ceguera./ Impiadosa./ Hasta que vengas a buscarme/ y a su lado llevarme. / ¡No volveré a ser lo que era!

Cristina Herrera

Ciudad