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Los inmigrantes, el avance tecnológico y el crecimiento de la ciudad de Santa Fe

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La inmigración fue otro de los factores determinantes en la transformación de la ciudad. En la foto de la colección Birri, un grupo de inmigrantes polacos que trabajó en la construcción del puente ferroviario sobre la laguna Setúbal.

Foto: Archivo El Litoral

  • Por Blanca María Isabel Gioria

El aumento de la población de Santa Fe, durante los años 1856 a 1930, tiene su correlato en el crecimiento urbano; esa evolución, debido a la llegada de los inmigrantes y a la innovación tecnológica en los medios de transportes, fue asombrosa.

¿Qué fuerzas interactuaron para provocar transformaciones estructurales tan profundas en los espacios rurales y urbanos?

El historiador José Carlos Chiaramonte, en su libro “Problemas del europeísmo en Argentina”, considera que fueron los efectos propios de la Revolución Industrial, reflejados en: los movimientos migratorios europeos; la demanda de materias primas; la búsqueda de mercados para colocar sus productos manufacturados y el capital acumulado.

El economista Aldo Ferrer, en “La economía argentina”, considera, a su vez, dos factores concurrentes: la expansión e integración creciente de la economía mundial y la gran extensión de tierras fértiles, escasamente pobladas, en la zona pampeana argentina.

Sostiene que la revolución tecnológica en Europa a fines del siglo XVIII, y la industrialización de los países más avanzados del Viejo Mundo, determinaron, entre otras, el desarrollo de los territorios aptos para la producción agropecuaria de clima templado. La fértil llanura pampeana se constituyó, así, en un centro natural de atracción de los intereses europeos. Estos “territorios inútiles” de la época colonial que, en la etapa de transición fueron asiento del modesto desarrollo de la ganadería, se constituyeron en un núcleo de vigoroso desarrollo.

Desde mediados del siglo XIX, la intensidad e integración de Argentina en la expansiva economía mundial, revolucionó en pocas décadas la fisonomía social, política y económica del país. En ese contexto, Santa Fe se une a los acontecimientos mundiales. Como el área de influencia de nuestra localidad se dedicó a la producción de cereales y oleaginosas para la venta en el mercado mundial, necesitó que la ciudad le proveyera insumos y servicios, le transforme la materia prima y la conecte a través de caminos y vías del ferrocarril. Estos hechos facilitaron el desarrollo socioeconómico de la zona, el ascenso general de la población, el acceso a la propiedad de la tierra, y la utilización de los avances de la ciencia y la técnica.

Por consiguiente, las migraciones, el modelo económico, las producciones, inversión de capital, nuevas tecnologías e infraestructura, son las variables que irán tejiendo la trama de cambios y reorganización en la ciudad.

Los inmigrantes y las modificaciones en el plano de la ciudad

Los inmigrantes fueron la característica más sobresaliente de esos años. Al respecto, Gabriel Carrasco, director y comisario General del Primer Censo General de la Provincia de Santa Fe, manifiesta en 1887: “La provincia de Santa Fe recibe diariamente numerosa inmigración que inmediatamente encuentra trabajo y bienestar en las grandes colonias agrícolas que por todas partes surgen en el suelo...”.

La tabla muestra la cantidad de inmigrantes que entraron por el puerto de Santa Fe, durante los años 1871 a 1887. A lo largo de 16 años, llegaron 43.990 personas. Si se los compara con los 15.099 habitantes que la ciudad tenía en 1887 se aprecia que ingresaron tres veces más que la población existente. Sin duda, muchos fueron a poblar las colonias, pero el dato nos da la pauta sobre la magnitud del movimiento poblacional.

Hacia 1912, la urbanización había llegado a la esquina de calle Mendoza y vías del Ferrocarril (calle Gaboto); otro pequeño grupo de casas se ubicaban detrás del Regimiento 12 y, hacia el sur, unas 30 manzanas formaban el barrio Centenario.

El número de manzanas habitadas en el ejido urbano era de 219 en 1887 y, en 1907, llegaban a 350. En tan sólo 20 años se urbanizan 131 manzanas y se realizan 4 censos municipales, lo que demuestra que efectivamente se veía el crecimiento extraordinario de la población.

La importancia de la posición geográfica

El crecimiento de todo centro urbano está condicionado por su posición geográfica, y por su relación con el espacio que lo rodea; “... su capacidad de crecimiento autónomo es sólo si se ubica en sitios de encrucijada. Es decir, áreas de confluencia de vías de transporte; áreas nodales, áreas de atracción y dispersión de tránsito, lugares dónde tienden a establecerse los mercados de intercambio”. (Cervera F.1997). Es la función de encrucijada, que obra como una propiedad permanente del lugar, la que le permite crecer y acrecentar su duración en el tiempo.

Además, el dictado del reglamento que autorizó a abrir los ríos a la navegación internacional, y estableció su libre circulación (1852), impactará en los puertos santafesinos como Rosario, Santa Fe, Coronda y Helvecia, permitiendo a las economías litoraleñas prescindir de la intermediación de la aduana de Buenos Aires.

La necesidad de un puerto de ultramar

Desde sus comienzos, la ciudad de Santa Fe consideró la presencia dominante del agua. El agua es el hilo argumental de nuestra historia, de nuestro presente y de nuestro futuro. En su propio objetivo fundacional la ciudad vio en su puerto la justificación de su existencia, su referencia y orientación. Posteriormente, lo percibió como un instrumento potencial de desarrollo. La comprensión de esta circunstancia es decisiva para interpretar lo hecho en esos años: la construcción del puerto de ultramar artificial más septentrional del país, a 625 km de la salida al mar, y a tres cuadras de la calle principal de la ciudad.

Al embarcadero de la ciudad arribaban toda clase de veleros, bergantines, carabelas y barcas empleadas para el cabotaje y traslado de pasajeros. Cuando a los barcos le colocaron el motor a explosión interna, las compañías de navegación se consolidaron y ofrecieron vapores con sus servicios a las ciudades puerto. El transporte fluvial representaba progreso y civilización, y todas las poblaciones ribereñas lo ambicionaban. Las colonias agrícolas comenzaron a mandar sus producciones en carretas que llegaban al Paso del Salado (Santo Tomé); desde allí eran transbordadas en barcos de pequeño calado, que navegando por el riacho Santa Fe, llegaban al atracadero de Colastiné y depositaban la carga en los ultramarinos. Pero la sociedad santafesina, alimentó el deseo de disponer de un puerto de ultramar más seguro y más cercano.

Por ello, en julio de 1904 se firmó el proyecto y, días después, el contrato entre el Ministerio de Obras Públicas de la Nación y el Gobierno de Santa Fe. Comenzaron las obras en la misma zona donde se encontraban los antiguos amarraderos (a la altura de calle Rioja y la avenida Diagonal, que luego se llamará Leandro N. Alem). A pocos meses de iniciadas las tareas, éstas se paralizaron debido a la gran creciente de 1905 y, dado el nivel que alcanzaron las aguas (7,83 m, superando en más de 30 cm el nivel proyectado), se decide levantar 45 cm las cotas planeadas, a fin de impedir que futuras crecientes del río cubran las edificaciones.

Para su funcionamiento se construyó un canal de acceso artificial de 7 km que unió el río Colastiné con el Santa Fe; se rectificó y desvió hacia el este, haciendo desaparecer la isla Tacurú, y rellenando el codo que el río hacía hasta calle 25 de Mayo. Al crearse los diques y la amplia red ferrovial, se configuró la fisonomía de la Santa Fe actual.

El 1º de enero de 1911 -hace 100 años-, dieron comienzo las actividades portuarias que lograron el máximo de movimiento en 1929. En ese año, entre importación, exportación y removido, se llegó a 2.633.599 toneladas, y arribaron más de 430 buques de ultramar.

Los medios de transporte reorganizaron la planta urbana

Con la puesta en marcha del modelo agroexportador, cuyo fundamento era producir para exportar, se promueve la actividad agrícola en el área de influencia de nuestra ciudad/puerto, y el ferrocarril va a ser el “motor y nervio del progreso”. (Ensinck, O.)

Este medio de transporte nace y crece tan explosivamente que, en menos de 30 años, opera como fuerza de atracción demográfica, de servicios e industrias, impulsando a la ciudad a una condición jerárquica mayor. Las líneas férreas fueron trazadas en la periferia de la ciudad pero, a medida que se urbaniza, las traspasaron rápidamente. Comienza la era ferrocarrilera, y su desarrollo tuvo un extraordinario impacto: generó una nueva morfología urbana, acrecentó el tráfico y flujos entre las áreas de producción y consumo, cambió el movimiento y la vida de ciudad, y produjo la aparición de un amplio equipamiento de estaciones, galpones, y una compleja organización integrada por talleres metalúrgicos, mecánicos, de electricidad, carpintería metálica y de madera, que producían y reparaban equipos, así como diversas herramientas inevitables para el tendido de las líneas. Estimuló la apertura de hoteles, bares, restaurantes y negocios vinculados con el movimiento de pasajeros.

La floreciente economía movilizó capitales nacionales y extranjeros, que introdujeron otras formas de trabajo, emplearon nuevas tecnologías -tanto en la organización productiva como en los servicios-, necesitaron mano de obra, y ampliaron la oferta: adoquinado, gas, luz eléctrica, red cloacal, agua filtrada, telégrafo, teléfono. La transformación espacial era evidente. En el año 1886 se adoquinan 40 cuadras y, en 1923 llegaban a 564, mejorando el tránsito, la higiene, la edificación y la estética.

Los servicios de alumbrado público se difundieron notablemente como también el uso de esa energía en los tranvías a tracción eléctrica.

Con la construcción de sistemas de agua potable y de cloacas, se beneficiaron 130 manzanas de la más importante y densa zona de la ciudad. Ambos servicios prosiguen en continuo e interrumpido desdoblamiento, radiando sus beneficios a todos aquellos barrios cuya densidad de población lo requiere, menciona el Anuario estadístico de la ciudad de Santa Fe de 1935. El artífice fue el doctor Marcial Rafael Candioti, como titular de Obras Sanitarias de la Nación. Desde ese sitial promovió la construcción de un acueducto hasta el río Colastiné, que incluyó al Puente Colgante, que en su honor, lleva su nombre.

Conclusión

Nos preguntarnos acerca de las fuerzas que provocaron transformaciones estructurales tan profundas en nuestro espacio urbano. Hablar de la ciudad implica, ante todo, establecer un marco de referencia totalizador, que integre la dinámica local a la nacional-mundial, y considere las interrelaciones de los componentes para comprender el desarrollo espacial de la ciudad dentro de los procesos globales.

Se repasaron 75 trascendentales años de nuestra ciudad. En ellos, se concretaron obras que impactaron de manera definitiva su distribución y organización como resultado de las relaciones entre el Estado, la sociedad, el capital y el territorio.

Las formas urbanas actuales muestran herencias de la época colonial, más el conjunto de las nuevas construcciones, como monumentos, edificios, plazas públicas, calles, vías de circulación y lugares de paseo, entre otras. A medida que aumentaba la producción del campo y se empleaba más tecnología, se expandía la ciudad y emprendía el camino hacia la actual complejización urbana.

Bibliografía

1. Carrasco, Gabriel. “Descripción geográfica y estadística de la provincia de Santa Fe”. Stiller y Laas. Buenos Aires 1886.

2. Ensinck, Oscar Luis. “Historia de los ferrocarriles en la Provincia de Santa Fe”. Monografías y ensayos Nº 14. Facultad de de Derecho y Ciencias Sociales. Rosario.

3. Cervera, Felipe. “Encrucijadas espaciales y procesos históricos en la Argentina”. Junta Provincial de Estudios Históricos. Santa Fe. 2000.

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La construcción del puerto de ultramar más septentrional del territorio argentino, a 625 kilómetros de la salida al mar, demandó seis años. El canal de acceso al puerto se hizo a pico y pala. La tierra recolectada se destinó a elevar el albardón de Alto Verde. Foto: Archivo El Litoral

Los inmigrantes, el avance tecnológico y el crecimiento de la ciudad de Santa Fe

El Puerto de Santa Fe poco antes de su inauguración oficial, en 1910. Su construcción había comenzado en 1904 y la inundación de 1905 obligó a modificar las previsiones originales. La estación fluvial fue factor determinante para el desarrollo económico, social y urbano de la ciudad. Foto: Archivo El Litoral

/ La serie de notas correspondientes a la Revista América Nº18 del Centro de Estudios Hispanoamericanos continuará publicándose por este medio los días martes.

próxima entrega / ¿orígenes mesopotámicos de occidente? por césar actis brú.

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Varias casas de comercio santafesinas, todas instaladas por descendientes de inmigrantes, publicitaron en El Litoral, al cumplirse un aniversario de la fundación del puerto. Foto: Archivo El Litoral