Mario Ermacora, mecánico por pasión

Toda una vida junto al rombo

Toda una vida junto al rombo

Del rombo. Siempre de la mano de Renault para toda su vida laboral. En la toma, con sus sobrinos Fernando y Federico Stiefel, quienes tomaron la posta del taller.

Foto: Mauricio Garín

Es otro de los hombres que honran la profesión. Desde hace 57 años que trabaja solucionando problemas de vehículos. En 1981, cumplió su sueño: tener su taller propio.

 

Daniel Monticelli

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“En vez de un corazón, tenés un rombo en el pecho. Así me dicen los clientes”, manifiesta Mario Leonardo Ermacora. No es para para menos , desde que se recibió de Técnico Mecánico en el Industrial Superior y comenzó a desandar este camino “entre los fierros” en Freije, Travadero y Lupotti (donde en la actualidad está Escobar), siempre estuvo ligado a Renault. Primero fue Industrias Ika hasta llegar a ser agente de Renault.

Hoy, a los 77 años —está casado con Irma (CPN), de cuya unión nació Claudia— y ya jubilado, le cuesta una enormidad dejar de ir hasta su taller instalado en Aristóbulo del Valle al 4300. Pero Mario sabe que hay un instante para cada cosa y en eso es muy claro: “Le cedo el taller a mis sobrinos Fernando y Federico Stiefel. Ellos ya dieron acabadas muestras de que indudablemente podrán llevar adelante este taller como a mí me gusta”.

“Después de Freije, pasé a Gutiérrez, Roig y Compañía, para luego ser dependiente de Fersan”, nos cuenta con nostalgia. “En 1981, por fin, pude tener mi propio taller aquí en Aristóbulo, siempre con Renault y, luego de 3 años de estar en este local, Fersan me nombró agente oficial”.

—¿Qué significó para ustedes trabajar para Ika?

—Tener siempre una seguridad muy grande y un apoyo permanente de todos ellos. Nunca me negaron nada y fueron muy generosos. Curso que había, allí me mandaban. La verdad es que les estoy muy agradecidos a todos ellos.

—¿No se animó a seguir Ingeniería?

—Sí, cómo no. Hice dos años en la UTN de Ingeniería Mecánica, porque con mi esposa, cuando todavía éramos solteros, nos propusimos estudiar; ella se recibió de contadora y yo por el trabajo no pude seguir estudiando, no me daban los tiempos.

—¿Qué sintió cuando tuvo su propio taller, instalado, con todo el esfuerzo que ello supone?

—¡Uh! Tengo tantas vivencias. Ésta era una casa de familia y hubo que reformarla y adecuarla para que sea un taller mecánico.

—¿Después vino el acercamiento con la familia Macua?

—Claro, cuando cierra Fersan, comenzamos a trabajar con esa gran familia. Tal es así que también me nombraron agente oficial. Después ellos comenzaron con Motrio (multimarcas) y arrancamos en forma directa a trabajar con ellos.

—Haciendo un repaso de su vida laboral, ¿atendió prácticamente todos los modelos de Renault?

—Sí. Desde el jeep, pasando por el Bergantín, Gordini, Dauphine, Káiser Carabela, Renault 4, 6, 11, 18, 21, Clío, hasta todos los actuales. Le cuento una curiosidad: había un Dauphine que tenía un pequeño programa de computación que detectaba dónde estaba el vehículo, me parece que fue el comienzo de los GPS. También atendí muchos vehículos franceses, como el 21, el 25 y el Safrane, entre tantos. Le aseguro algo: nosotros recibimos toda la información vía Renault y estamos totalmente actualizados de todo lo que sucede con la automotriz.

—Un hombre que arrancó trabajando en una fosa, ¿qué percibe hoy con tanta tecnología a disposición?

—Mire, esto es simple, si no se evoluciona y no se tiene tecnología, como una computadora de diagnóstico de Renault y/o multimarcas, directamente hoy no se puede trabajar. Gracias a Dios nosotros tenemos todo. Fue muy importante pasar de la fosa a los autoelevadores y si a eso le sumamos el espectacular herramental que existe, se nos ha simplificado mucho nuestro trabajo.

—¿Por qué se dedicó tanto tiempo a Renault?

—Porque siempre me atendieron de maravillas, nunca me faltó un repuesto, nada. Me han tratado siempre muy bien. Hace muy poco, tuvimos un problema con uno de los autos, llamamos a Renault para saber de la avería. La gente de Macua no nos niega absolutamente nada y eso es impagable.

—¿Incursionó alguna vez en la parte deportiva?

—En la época del Anexo J, cuando estábamos en Freije, con un muchacho que se llamaba Campana hicimos algo, pero fue algo muy esporádico. Me acuerdo de que era compañero de otro gran mecánico, como “Pancho” Costanzo.

—¿Está orgulloso de ser mecánico?

—Sí, totalmente. Es un oficio donde uno no deja nunca de aprender. Me dio muchas satisfacciones, fue algo muy bueno que me pasó en la vida.

—Ya está jubilado, ¿pero le cuesta dejar de venir?

—Y... ¡qué le parece! Le estoy muy agradecido a Dios porque me ha dado salud, trabajo y con eso pude conformar una hermosa familia. Además, tengo una clientela seguidora, la cual me aprecia mucho.

“Si me permite quiero agradecer a la gente de Macua, que siempre me ayudó con variada y abundante información. A mi familia fundamentalmente; siempre me preocupé por tener horarios de trabajo y descanso por igual. El almorzar o cenar con ellos no tiene precio y en segunda instancia siempre traté de estar muy actualizado”, cerró Ermacora.

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En familia. Irma, Mario y Claudia, en el medio donde Ermacora pasó toda una vida: su taller. Foto: Mauricio Garín