Llegan cartas

Locomotora 33

Dr. Alberto Niel

A mediados del siglo XX, solíamos reunirnos frecuentemente con Claudio Monterrío y su tío Bruno Mazzi, fino carpintero y músico excepcional, inventor de la “guitarpa”, en los escasos momentos de ocio de mi ininterrumpido trajinar diario; y lo pasábamos muy bien. Fueron momentos involvidables, matizados con música vocal e instrumentada por estos bien dotados intérpretes. Bruno andaba con ganas de componer música y letra a una locomotora que le caía muy bien, como si fuera propia o de posesión familiar. Hiló y escribió una melodía que desgraciadamente se ha traspapelado, pero no alcanzó a ponerle letra, aunque ya la tenía pensada. Si hubiera concretado lo ideado se habría anticipado en muchos años a la magnífica obra de Raúl Barboza sobre el mismo tema.

Sin ser poeta ni mucho menos, tuve el atrevimiento de pergeñar estas cuartetas y espero que algún día “Lito” Monterrío las musicalice.

Mi nieto, Alberto Gatti-Niel, tuvo la atención de ilustrar estos versos. Se lo agradezco.

“Locomotora 33”, es el título y dice: Todo es trabajo y calor./ Bufando y echando chispas / trabaja la maquinita / empapada en su sudor.// Nació con destino aciago: / Tirar duro o rempujar./ Siempre al yugo ¡pobrecita!/ Trabaja sin aflojar.// Con un corte de vagones / ¡Chaca, chaca, chaca, chá!/ Con ruido de fierros viejos/ siempre de aquí para allá.// Máquina pobre y oscura, / que rinde como el que más.// ¡Dale duro! Que algún día / tus fierros descansarán.

En el corazón del hombre

Publio Benuzzi

Un pensador poético. Ciudad.

En el corazón del hombre, soledad./ Extraño el hombre, sin ribera, cerca/ de la mujer ribereña, y mar yo mismo/ a tu oriente, como a tu arena de oro me/ he mezclado, que vaya yo aún y demore/ en tu ribera en el desatarse muy lento de/ tus anillos de arcilla;/ mujer que se hace y se deshace/ con la ola que la engendra.../ Y tu más casta de estar más/ desnuda,/ de tus solas manos vestida, no eres virgen/ de los grandes fondos. Victoria de/ bronce o piedra blanca que se extrae/ con el ánfora en las grandes redes cargadas/ de algas de las que habitan en el mar;/ sino carne de mujer a mi rostro, calor de/ mujer bajo mi olfato y mujer que prende/ su aroma como la llama de fuego rosa/ entre los dedos semicerrados.