Encontrados por el canto

Encontrados por el canto

 

Desde los agudos alojados en el rincón más sutil de su alma, hasta la potencia dramática más estremecedora parecen transitar por el ser de Virginia Tola para aflorar con la naturalidad de un obsequio. Foto: PABLO AGUIRRE

 

 

Mariano Cabral Migno

Es casi una temeridad saludable proponer, como lo han hecho las ciudades de Santa Fe -en diciembre pasado- y de Santo Tomé anoche, sendos recitales, con arias y fragmentos de ópera y zarzuela. Espectáculos como el organizado ayer en el predio del Batallón de Ingenieros I Coronel Czetz, de la vecina ciudad, con la presencia de la soprano Virginia Tola como figura estelar, representan una ventana a un mundo, si no más culto, al menos más civilizado. No en muchas partes del mundo se puede asistir gratuitamente a un espectáculo de gran jerarquía artística, disfrutar de un bálsamo contra el generalizado desgano que flagela a quienes aún confían en una posibilidad de verdadero crecimiento espiritual para nuestra sociedad.

Creo que encuentros -ésa es la palabra- como el de anoche, en Santo Tomé, trascienden a la más pura artesanía artística para hallar su verdadera dimensión valorable, en la conmovedora presencia de una sociedad francamente dispuesta a homenajear a una hija dilecta de la ciudad como es Virginia Tola, y celebrar tres décadas de esforzada, perseverante y admirable labor del Coro de Niños y Jóvenes de dicha ciudad, por el que transitó sus primeros pentagramas la hoy admirada soprano.

DESLUMBRANTE

Nada que diga sobre Virginia Tola puede resultar nuevo. Por momentos, sencillamente deslumbrante por el dominio de su dinámica, desde los agudos alojados en el rincón más sutil de su alma, hasta la potencia dramática más estremecedora parecen transitar por su ser para aflorar con la naturalidad de un obsequio. Interpretativamente siempre comprometida, su imagen y lenguaje corporal no se sobreponen a la preponderante importancia del siempre respetuoso discurso de la música. Tuvo en Juan Rodríguez y en la Orquesta Sinfónica Provincial de Santa Fe, a los partenaires eficaces y dúctiles frente a la particular relación solista-orquesta en un repertorio como el perteneciente al mundo lírico.

Estoy absolutamente seguro, también, de que la exuberante demostración de reconocimientos no altera la sobria sencillez de quien se sabe naturalmente poseedora de un talento que no se presta, y reconoce en lo más íntimo de su ser que el misterioso hilo de una Gracia insondable la ha conducido a las coordenadas exactas que le permitieron desarrollarse en plenitud. Así, en sus 30 años de existencia, el Coro que timonea la Prof. María Elena Boero ha tenido el mejor obsequio del destino: haber sido la primera instancia de desarrollo de una de las mejores voces de la lírica mundial contemporánea. Haber reconocido, apoyado y alentado su sacrificado proceso de perfeccionamiento, conforman un mérito que no se puede enmarcar ni grabar en una plaqueta protocolar. Precisamente por eso, por el trascendente significado que entraña la grandeza docente, ese mérito debe residir en el silente compromiso de continuar con igual ahínco un trabajo honesto y admirable.

Una de las escenas más felices de la ópera Hänsel y Gretel (de Engelbert Humperdinck sobre un texto de hadas alemán recopilado por los hermanos Grimm) interpretada por decenas de jóvenes coristas, un encantador puñado de niños cantores y la eficiente intervención de los solistas Evelyn Plaumer, Fernando Morello, María Eugenia Coronel Bugnon y Gabriela Kreig, debe no sólo celebrarse sino también tomarse como duro símbolo para la reflexión: la historia original es un retrato de las prácticas infanticidas que se retrotrae a la Edad Media alemana, cuando algunos niños eran abandonados en los bosques por la escasez de alimentos, y constituye un tremendo alerta de la necesidad de proteger del abandono a tantos niños que a diario son dejados en los bosques urbanos argentinos.

Finalmente, cierta tristeza al comprobar que la música argentina ocupó el modesto espacio de un intermedio o una obra fuera de programa, me llevó a pensar en la paradoja de estar celebrando un concierto tan lucido y meritorio, en un ámbito militar que con diligencia y cordialidad atendió el verdadero aluvión de vehículos y personas, a escasas horas de conmemorar uno de los días más simbólicos y dolorosos de nuestra historia como el 2 de abril. Seguramente, muchos entre el público multitudinario habrán también sentido el deseo de reconocer el trato recibido, y el profundo homenaje a tantas vidas ofrendadas.