La histeria
Juan V. Gallardo Cuneo describe la histeria como una “tendencia a desarrollar una actitud exhibicionista, excesivamente autoconfiada, arrogante y penetrante. Priman elementos de angustia de castración (amenaza a la expresión de la propia sexualidad), que son neutralizados por una hiperidentificación con los rasgos activos del rol sexual. Seductores y erotizadores de vínculos, buscan el poder y el control como una defensa contra la intimidad”.Foto: Archivo El Litoral.
Habitualmente, se dice que una persona está “histérica” cuando se encuentra muy alterada, y por histeria se alude a un estado pasajero de excitación nerviosa producido a consecuencia de una situación anómala (Diccionario de la Lengua Española). Se trata de un uso común de ambas palabras, ya que la histeria, en términos psicológicos, es un tipo de neurosis, cuyo concepto ha sufrido numerosas modificaciones a lo largo de la historia, prefiriéndose considerarla actualmente como una neurosis de carácter (esto es, una organización clínica estable, identificable y caracterizable por un conjunto de signos y síntomas típicos, una dinámica psíquica y una estructura psicológica definida) y siendo descriptivamente conceptuada como una “tendencia a desarrollar una actitud exhibicionista, excesivamente autoconfiada, arrogante y penetrante. Priman elementos de angustia de castración (amenaza a la expresión de la propia sexualidad), que son neutralizados por una hiperidentificación con los rasgos activos del rol sexual. Seductores y erotizadores de vínculos, buscan el poder y el control como una defensa contra la intimidad” (Juan V. Gallardo Cuneo).
Y en esto consiste el carácter histérico como modo de vida (Gley P. Costa y Guido Katz). Más allá de su etimología (la palabra viene del francés, hystérie, y esta del griego: matriz), pues también hay varones histéricos, en lo que hace al modo de ser histérico de la mujer y obviando su etiología (caracterizada por un vínculo asfixiante con la madre, la idea inconsciente de solucionar la insatisfacción materna y un padre seductor, dolorido y distante), aunque existen distintos tipos de histeria, la represión de la libido es su característica esencial (la libido, para Freud, es la energía sexual, la pulsión de vida, que es un concepto mucho más amplio que genitalidad). Y las dos formas sintomatológicas más comunes son la histeria de conversión, en la cual el conflicto psíquico se simboliza en los más diversos síntomas corporales, pasajeros, como crisis emocionales con teatralidad, o duraderos, como parálisis, sensación de bolo faringeo, etc. Y la histeria de angustia, en la cual la angustia se halla fijada de forma más o menos estable a un determinado objeto exterior (fobias). Desde el punto de vista de su sufrida conducta sexual, es común la abstinencia y la impotencia psíquica (en el varón, aún sólo ante un determinado “tipo” de mujer) y el mecanismo de defensa es la seducción, y en ciertos casos, el síntoma consiste en la eyaculación precoz, el vaginismo o la frigidez.
Ahora bien, en la histeria femenina, no es el odio lo que se reprime, sino el amor. El amor por el otro femenino: la mujer mayúscula, la mujer ideal. Quiere ser mujer, por excelencia; pero ‘no sabe‘ si lo es. La histérica se ofrece, pero no se entrega, y de allí su empeño en la insatisfacción, que se extiende a toda su vida y hace de ella su deseo, lo cual le garantiza la inviolabilidad de su ser (Juan D. Nasio). Siempre quiere ‘otra cosa‘, despliega seducción, desconociendo lo que hace y sus efectos: erotiza todo. Transforma así a la angustia en un estado general, ‘viviendo‘ su aversión a la sexualidad. Pero lo que la histérica realmente desea no es al Otro, sino a su deseo. Quiere sentirse envuelta por el deseo del Otro, con lo que además soslaya averiguar cuál es el deseo propio (Gerardo Gutiérrez). Sabe seducir varones, para luego ignorarlos, y cae en la imposibilidad de satisfacción, propia y de ese Otro. Un Otro, en quién se juegan todas las bazas histéricas: el deseo, el reconocimiento, el desprecio y la insatisfacción.
Y si bien las histéricas actuales difieren de las decimonónicas, pues aceptan y pueden mantener relaciones sexuales orgásmicas, siempre lo son sustrayéndose de la escena. Ya sea por la idea que no deberían estar allí, por suponer que “otra” en ese lugar lo haría mejor que ellas o que su partenaire quisiera estar con otra, sino porque no es el hombre al que desean y al que desean, no es con el que se pueden acostar (Blanca Sánchez). Su discurso está caracterizado por la insatisfacción, y su goce está en que no se satisfaga la queja (aunque reclame un resarcimiento de su resentimiento e insatisfacción).
Todo lo cual se encuentra perfectamente descrito en parte de la letra de la canción ‘Seminare‘ (Serú Girán, 1978) -que iremos anotando entre paréntesis-, en cuanto dice: “Quiero ver, quiero entrar nena nadie te va a hacer mal, excepto amarte” (¿Amar es hacer un ‘mal‘?; aquí puede decirse que sí, ya que la histérica no lo asume). “Vas aquí, vas allá pero nunca te encontrarás al escaparte...” (para mantener su deseo de insatisfacción). “Te doy pan, quieres sal nena nunca te voy a dar lo que me pides. Te doy Dios, quieres más...” (como ya se dijo, la histérica siempre quiere ‘otra cosa‘). “Si pudieras olvidar tu mente frente a mi” (puede leerse: si pudieras superar tu histeria en cuanto a mí) sé que tu corazón diría que sí” (al amor y a la sexualidad, libres de rasgos histéricos). “Porque estamos en la calle de la sensación muy lejos del sol que quema de amor‘. Muy lejos, pues la histeria no permite vivir sensaciones que plenamente “quemen de amor”.