Somos misterio

Arturo Lomello

La vida es un misterio. Nos encontramos con él en cada momento que vivimos si estamos despiertos. El cielo de la noche es un perfecto símbolo del misterio, su infinitud, la pluralidad inacabable de astros son testimonios cabales de nuestra afirmación.

Contemplemos lo que contemplemos nos topamos con el perpetuo más. Cualquier experiencia o tema que abordemos es inagotable, siempre se abren nuevas perspectivas. Ocurra lo que ocurra la vida no se detiene jamás, las transformaciones se suceden a veces imprevistamente. Las expresiones de la vida hierven en cada parcela de espacio. Tanto en el microcosmo como en el macrocosmo el dinamismo de la energía creadora es incesante, por eso todo nos resulta misterioso, porque todo nos habla de un Creador inteligente sin principios ni fin, lo cual es un misterio que produce vértigo.

Lo paradójico es que el misterio del ser es reconocido en algún momento por el hombre común, sobre todo en su infancia y por ciertos filósofos; en el mundo actual hay muchos que pretenden reducirlo a mero mecanismo. La ceguera que produce dicha reducción es consecuencia del orgullo del hombre, que no advierte que cada persona precisamente podría no existir y que existe por obra de este gran misterio.

Gabriel Marcel, autor del “Misterio del ser”, afirma que el misterio, la aceptación del mismo es lo que le otorga salud a la vida. Lo comprobamos en la contemporaneidad donde la vida perdió su valor, donde las viejas falencias humanas se han intensificado a tal punto que nos matamos entre nosotros sin el menor escrúpulo, los vicios, la agudización de los desniveles económicos, la conversión del mundo en un gigantesco mercado todo es consecuencia de la omisión del misterio.

Además, allí donde percibimos el misterio encontramos la belleza porque la belleza es el esplendor del infinito, de la libertad que supera todo mal que nos pueda ocurrir. Es lo que capta, lo que se advierte en una sinfonía de Beethoven, en la Divina Comedia del Dante o en las obras de Miguel Ángel: el abrazo restaurador del Misterio.