Para sacarse los zapatos
Para sacarse los zapatos

Ah sí, claro: los señores creen que es una pavada, que es fácil sacarse los zapatos. Admito que no se trata de una ciencia, pero un zapato mal sacado puede alterar el curso del universo. Esta nota tiene mal olor.
TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO. [email protected]. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI. [email protected].
Para quienes son lo suficientemente desaprensivos como para nunca en su vida, pese a repetir mecánicamente todos los días el procedimiento, han reflexionado sobre las técnicas para sacarse el calzado, simplemente debo decirles que sigan así, nomás. Yo igual ya decidí que voy a escribir sobre esto, así que empezamos a descontar renglones, si les parece.
Cuando somos pequeños y comenzamos en algún momento a ponernos los zapatos, las mayores dificultades sobrevienen cuando debemos hacer el lazo con el cordón. Los zapatos con abrojo -relativamente recientes, aunque ahora generalizados- y los mocasines actuaban como moderadores antes de enfrentar el reto de los tamangos o zapatillas con cordones, que ya eran un calzado para grandes. Los lazos corredizos debían estar hechos de tal manera que podían también desatarse con un simple tirón de uno de los extremos del cordón, luego se deshace el nudo y finalmente se afloja la tensión y se saca la zapatilla...
El procedimiento, sencillo y mecánico para todos ustedes, consiste en la precisa prensión de la talonera del calzado, tras lo cual hay que ejercer una presión hacia abajo para liberar el talón y finalmente hacia arriba para sacar todo el zapato, haciendo con la mano una especie de jota suave y delicada... Ajajá: escríbanlo, a ver si es tan fácil y tan pavo como parece.
Después comienza a suceder que, conforme crecemos, y crecemos además en Argentina, nos volvemos más vagos, más haraganes, menos correctos, y por ende no nos preocupa tanto cumplir con los pasos que por un lado aseguran un correcto retiro del calzado como, por otro, su cuidado.
Se comienza por no desatar el nudo de los cordones y por retirar el calzado así como está. Y sólo cuando volvemos a usarlo, desatamos los cordones y comenzamos de nuevo. Se rompe el principio ordenador de dejar todo listo para volver a usar: si ensuciás, lavás; si sacás, ponés; si abrís, cerrás; si te atás los cordones, pues, desatalos...
Pero no: el señor, el señorcito en realidad (porque esto empieza a suceder antes de los diez años) ya se saca los zapatos o zapatillas usando el dedo gordo o la parte delantera del calzado, pisando la talonera de uno de los pies que se adelanta. Con este simple movimiento constitutivamente argentino, evitamos sentarnos y agacharnos hasta el calzado. Representa además un esfuerzo mínimo luego muy útil cuando seamos argentinos viejos y no podamos físicamente llegar hasta los cordones...
Al primero de esos zapatos, lo sacamos con la puntera del otro; al segundo, con el dedo gordo, toda una artesanía.
Cuando el calzado ya ha sido suficientemente usado, o su sistema de cierre no es tan preciso o ajustado, el argentino promedio puede ejercer la libérrima y hermosa experiencia de sacarse el zapato de un solo movimiento o patada hacia adelante, con lo que el tamango se transforma en un proyectil. Para los muy expertos, el zapato proyectil traza una parábola y cae mansamente, cerca. Y para quienes ya llevan años de práctica y conocimientos (aquí hay física aplicada), ya se alcanza de un solo movimiento el retiro del zapato, una o dos evoluciones o mortales, con caída programada y aterrizaje sobre la suela, listo para volverlo a colocar... Uahhhhhh.
Por supuesto que tenés también los chambones peligrosos que te liquidan el plasma nuevo de 42 pulgadas por una mal arrojada 42 de tenis. O el que le pega a la nona en la cara por sacarse apurado y destempladamente un mocasín. O el que deja el zapato mal colgado de la vieja araña familiar. O el que llega del trabajo y redecora la fuente con tallarines de un zapatazo, por apurado. Hay de todo.
Finalmente, tenés los cómodos que mediante ardid, argucia, engaño o seducción logran que alguien le saque el calzado. Yo no envidio a nadie, carajo, pero no puedo ser tan chambón de hacer y apretar semejante nudo con los zapatos puntiagudos del traje. No hay forma de desatar estos cordones, por lo que tengo que buscar una tijera y adoptar decisiones drásticas. Y la corto acá...