En Familia
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Prudencia: más allá del santoral

Rubén Panotto (*)
Asociamos más el vocablo prudencia con los nombres que Luis Landriscina incluye en sus cuentos criollos, que a su significado como uno de los valores más importantes y difíciles de practicar en el camino de la vida. Por otra parte, cuando lo entendemos como sinónimo de cautela o precaución, lo acotamos a situaciones de riesgo físico mayormente para los niños y ancianos, como el cuidado al cruzar la calle, la recomendación a jóvenes y adolescentes en los límites de la velocidad, en el comer o el beber.
La prudencia es una actitud de la sabiduría práctica que nos lleva a mantenernos en el justo medio. La cautela necesaria para resolver con éxito cada desafío que se nos presenta. Ser prudente es informarse, es usar criterios éticos y morales verdaderos de todo aquello que se debe hacer o no. La correcta función de la prudencia es anticiparse razonadamente a una situación indeseable, de manera que no es un remedio para lo que ya ocurrió, sino una mirada adelante, que previene límites para todas las decisiones que tomamos cotidianamente.
El ritmo vertiginoso del siglo XXI nos conduce a la imprudencia de traspasar los límites, como estilo de vida exitoso y placentero, conllevando las consecuencias del apresuramiento en el trato de la salud, los negocios, la profesión, las relaciones interpersonales y sentimentales, etc.
¿Cómo es la persona prudente? es aquella que es responsable, que pregunta más de lo que opina. Está siempre atenta a lo que ocurre a su alrededor; escucha consejos; se capacita para mantener la calma en situaciones extremas y toma decisiones adecuadas. Una máxima de Aristóteles reza: “El sabio no dice nunca todo lo que piensa, pero piensa todo lo que dice”. Es moderado, respetuoso, sensato.
Nuestra sociedad está saturada de mentiras y engaños, de confusiones y formas de actuar equivocadas, que son consumidos por nuestros niños y jóvenes con total impunidad, en historias, sueños y realities que alienan sus mentes en el presente inmediato. El prudente no se deja fascinar por espejitos de colores, sino que deja pasar la oportunidad cuando no tiene la tranquilidad que otorga el sentido común, esperando aquella que le produzca la certeza de la decisión correcta.
El común denominador de las discusiones matrimoniales y familiares se presenta por el manejo de los recursos económicos del hogar.
En ocasiones más frecuentes de lo que pensamos, se traducen en rupturas relacionales que llegan al divorcio matrimonial, o al alejamiento compulsivo de los hijos adolescentes y jóvenes, que disienten con la administración económica realizada por sus progenitores. La tarjeta de crédito y sus adicionales se transforman en salidas engañosas, porque permiten exceder los límites de sus ingresos, transformándose en consumidores cautivos que terminan pagando los precios más altos del mercado. La prudencia -por el contrario- indica revisar la verdadera necesidad del gasto, a lo que deberá sumarse proporcionalmente los costos del resumen, intereses, impuestos y seguros.
Otro rubro que debe ser contemplado con mesura y moderación es la alimentación de la familia. Se calcula que más de un 70 por ciento de adolescentes y jóvenes en edad de estudio consume comida chatarra, consistente en un combo de hamburguesas, papas fritas -que no son papas pero sí fritas-, gaseosas, alfajores y golosinas, a cualquier hora del día. El delibery se ha transformado en una tabla de salvación, que funciona las 24 hs, sin necesidad de respetar los horarios y calidad de alimentos que recomiendan los profesionales de la salud. Esta imprudencia está acarreando consecuencias que van desde la obesidad temprana en niños, niñas y adolescentes, hasta la anorexia y bulimia compulsivas que se llevan la vida de nuestros hijos e hijas. Alguien dijo que no hay nada más parecido a una gran verdad que una gran mentira. La gran mentira generalizada es que si todos lo hacen debe ser bueno.
Para cerrar con la mención de situaciones más comunes en las que se recomienda prudencia, destacamos las modas y marcas.
Una madre que envía a su hijo de diez años a un colegio privado me comentó que el día que se iniciaron las clases, un compañero se acercó a su niño en medio de la algarabía donde todos mostraban todo, para verificar la marca de sus zapatillas. No siendo de las más reconocidas, el comentario fue: “¡No podés!, ¡no sos nadie!”. Mi respuesta a la mamá con su hijo avergonzado fue que lo alentara a no reaccionar ante esos comentarios. La grandeza de una persona no está en la marca de lo que viste, sino en el esfuerzo para poseer lo que tiene.
Algunos proverbios bíblicos nos inducen a la prudencia en las palabras y respuestas que damos: “La blanda respuesta quita la ira, más la palabra áspera enciende el furor”; “El corazón del sabio hace prudente su boca”; “Todo hombre esté atento para escuchar y prudente al hablar”. Cuando Jesucristo estuvo en este mundo hablaba de cosas importantes, haciendo comparaciones o parábolas tomadas de la vida diaria. En una oportunidad dijo: “El hombre prudente edifica su casa sobre la roca. Vinieron lluvias, inundaciones y vientos golpearon contra la casa, pero no cayó. Pero cualquiera que oye el consejo y no lo practica, lo compararé a un hombre insensato, que edificó su casa sobre la arena. Vinieron lluvias, inundaciones y soplaron vientos que golpearon contra la casa, y cayó y fue grande su ruina”.
Estas verdades son aplicables tanto para la construcción de un edificio como en el proyecto de nuestra vida y familia.
(*) Orientador Familiar