A PROPÓSITO DE LAS OTRAS “ESPECIES” DE LA WEB

Detrás de lo virtual: replicantes, recicladores y abandonados

1.jpg

¿No hay que cuestionarse, acaso, el sentido de la existencia de cientos de miles de sitios cuyo objeto es repetir lo que otros publican -la industria de la copia-, que a su vez replican o toman lo que otros hacen, que a su vez agrupan y reenvían lo que otros hacen? Foto: ARCHIVO.

Estanislao Giménez Corte

[email protected]

http://blogs.ellitoral.com/ocio_trabajado/

I

Un fantasma recorre la web; es el fantasma de la desaparición del contenido. Replicantes, aficionados inconfesables al copy-paste, recicladores de variada estirpe, como quien se mueve a paso de hiena, se abalanzan sobre los resabios de originalidad que aparecen a flote cada tanto, entre la salina cibernética, y allí van por su pedazo. Se da, así, una suerte de dominó a la enésima potencia, que no por acostumbrado debería dejarnos de llamar la atención: sujetos y sitios recogen producciones de unos/que citan las de otros/que a su vez vienen de las de otrora en su otredad/que toman las de blogueros/que citan a diarios/que citan a twitteros/que repiten a locutores/que leen blogs/que reproducen audios/que suben discos/que bajan reseñas/que introducen en Facebook.

Tal el esquema espejado, de repetición, o de espiral, o de red, o de malla, que se ve, apenas detrás, debajo mismo, de la fascinación que en sí misma ejerce la red. A poco de escrutar más allá de la anunciada concreción del milenario sueño de la biblioteca infinita. Siempre fue así, se me dirá. O alguien, algún ironista, asegurará que “eso” es el periodismo, hoy. ¿Sí?. Pero pregunto ¿con tal gratuidad y liviandad, digamos, una propuesta o una página web -si éstos no son antónimos- podría ponerse on line sin desarrollo alguno (de producción propia)?.

El deslumbramiento, el exceso, las posibilidades, a menudo obnubilan el juicio. Una observación, ni más ni menos aguda, pero acaso menos fanática de y sobre la web, puede señalar estas roturas. Nadie discute ni cuestiona la extraordinaria existencia de la herramienta-medio-formato-soporte-sistema, si hasta ha vencido a todos: a la TV, a los sellos discográficos, a la industria editorial, a las enciclopedias, al DVD, y va por todo, que no es mucho: lo que queda del tiempo de los individuos.

II

Pero como nunca, pareciera que el crecimiento alevoso, la multiplicación de millones de páginas, se da en detrimento de las calidades del contenido que éstas portan u ofrecen. O, en todo caso, puede pensarse que aquel crecimiento halla su origen, más en la necesidad de seguir repitiendo lo existente (con lo cual se cuestiona su misma existencia) que en la búsqueda por establecer nuevas y más ricas posibilidades. Los medios, entonces, funcionan como una suerte de morosa reacción en cadena. Émulos que se van desdibujando. Unos y otros corren a copiar a otros: unos y otros corren a decir lo mismo, casi con las mismas palabras y recursos, en el mismo tiempo. Pero eso no es todo: el paroxismo del “sistema” se da en los casos en que una única fuente (ej. agencia) alimenta a todo el ciberespacio. A resultas de ello, en muchos casos la web atenta contra sí misma; insulsa o lábil, no puede más que seguir profiriendo velocidad, instantaneidad y simultaneidad, pero (pareciera) con nada detrás de ello. La exigencia de velocidad devora todo a su paso, pero también a su misma esencia. El problema, por supuesto, no es de la red, es nuestro; o, más bien, de esa suerte de categoría que escogimos, y que lleva el nombre de replicantes (del que “replica”) (1): usuarios que crean cuentas y páginas, blogs y fotologs sin haberse detenido, por un segundo, a cuestionarse el sentido de ello más allá de pegar fotografías o de “estar”. En los noventas, se decía que lo que no estaba en TV no existía; hoy, ello parece no sólo trasladarse a las redes, sino invertirse: lo que existe en el mundo real existe porque antes estuvo en la web (pensándolo bien, tampoco difiere mucho de la TV).

La desmesura, la gratuidad de la web, lo que muchos llamarían la imposición de la forma sobre el contenido, redunda en un círculo vicioso (por el que datos llevan a palabras claves que remiten a íconos que envían a fotografías). Algún otro, sutil observador quizás, dirá, ‘no importa, porque en la red el contenido “es” esa miscelánea‘ (de texto, imagen, animación, infografía), no un trabajo textual; para eso, el interesado adquiere un libro y lee, en la web busca otra cosa ¿qué cosa?: entretenimiento, quizás?.

III

El fantasma de la desaparición del contenido es una figura, es una hipérbole ¿será?. La naturaleza colaborativa y conectada de la red de redes hace que, menos que desaparecer, cada intercambio de información, aunque más no sea el envío de un “enlace” a otro, genere un sentido o funcione como precedente o disparador de un nuevo elemento que enriquezca o complete el contenido inicial. Pero éste es apenas un ápice del todo.

El infinito virtual, así, acusa este límite, el límite de las posibilidades de producción. Sin fronteras, sin tiempos, sin espacios, sin imposiciones físicas, sin restricciones, todo es maravilloso y liso, perfecto e inalterable en su inexistencia material, amplio e interminable, factible de hacer y deshacer cien veces, pero ¿qué hacemos con ello, con la pavura de semejante enorme posibilidad?... Contenidistas del mundo, uníos!!!!

(1) El término ‘replicante‘ se popularizó a partir de la novela de Philip K. Dick “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” (1968) y a la posterior película “Blade Runner” (1982), dirigida por Ridley Scott y protagonizada por Harrison Ford. Por ‘replicante‘ se entiende, en estas obras, a seres artificiales (androides) que imitan al ser humano en su aspecto físico y en su comportamiento, llegando a ser virtualmente indistinguibles.