Renace el espíritu fotográfico de Robert Doisneau

1.jpg

“El beso del Hotel de Ville”, de Robert Doisneau, una de las fotos más famosas y cotizadas de la historia de la fotografía.

El espíritu de Robert Doisneau, el fotógrafo francés que alcanzó la fama mundial con “El beso”, invade los pasillos y torreones del castillo alsaciano de Malbrouck, fortaleza medieval que se situó en primer plano internacional durante la Guerra de Sucesión Española.

La fortificación que el duque de Marlborough convirtió en avanzadilla en el este de Francia en su cruzada contra los Borbones protagoniza, tres siglos después, una de las mayores exposiciones del celebérrimo artista que inmortalizó a Picasso en uno de sus retratos más conocidos, el de los panes en el lugar de las manos.

Tres centenares de clichés del autor de la foto más cara de todos los tiempos han viajado hasta la “tierra de las tres fronteras”, donde se unen Luxemburgo, Francia y Alemania, para ocupar las estancias del castillo cuyo nombre proviene de la deformación de Marlborough, convertido por el mismo proceso en el “Mambrú” de la popular canción infantil.

Doisneau, que nació el mismo día en que se hundía el Titanic (14 de abril de 1912), tuvo una infancia muy dura marcada por la muerte de su madre y la llegada de una madrastra severa que le amargó la existencia. “Necesitaba amor, y eso se ve reflejado en sus obras”, explica su hija, Annette Doisneau, ahora embajadora de la obra de su progenitor.

Precisamente, el Doisneau más comprometido socialmente, aquél que cubrió las huelgas obreras del 36 sin abusar de los primeros planos “para no poner en un aprieto a los manifestantes”, el mismo que dedicó decenas de carretes a retratar a los más desfavorecidos, es una de las partes más desconocidas de su obra que se ha trasladado a Alsacia, para deleite del público.

Tampoco se conoce en demasía su incursión en la fotografía en color, representada en esta ocasión con la serie de Palm Springs, Estados Unidos, país del que regresó “a toda prisa” ya que Doisneau, antes que nada, se sentía profundamente atado a su “banlieu” (las afueras) parisiense.

Los fotomontajes, el recorte y reencuadre de imágenes, las postales navideñas que componía cada año, son otro de los descubrimientos para el público menos familiarizado con su trabajo. “Dejaba que los demás trabajasen sus fotos”, apunta Anette, ante una gigantesca reproducción dividida en tiras, que cubre uno de los muros del recinto, “era para él una forma expresar la libertad”.

La vida de Doisneau es la historia de Francia: trabajó para la Resistencia francesa fabricando documentación falsa, cubrió la liberación de París en 1944 con los dos carretes de doce fotos que pudo proporcionarse, retrató a la sociedad francesa de los años 50, 60 y 70 con una mirada que ha dejado huella, y le dio tiempo a capturar el alma de varios de los artistas más reconocidos de su época.

De Picasso, dijo que era uno de sus mejores modelos para posar, junto con el violoncelista Maurice Baquet y el actor Buster Keaton. confiesa su hija. Se perdió, eso sí, el grueso de los acontecimientos de mayo 68, por encontrarse en cama aquejado de un dolor en las vértebras que le atenazaba con frecuencia, debido al peso de las cámaras que cargaba a diario.

Contrariamente a lo que uno pudiera pensar Doisneau era “extremadamente tímido”, revela su descendiente, quien aclara que por esa razón el fotógrafo comenzó su carrera con imágenes de adoquines y muros, para pasar posteriormente a los niños, hasta que se animó a cazar al vuelo las actividades de los adultos.

El ahorro de material fotográfico fue siempre uno de sus condicionantes, “no disparaba a discreción”, puntualiza Annette, quien señala que su padre debía escoger con gran precisión el momento de apretar el disparador al no disponer de la holgura económica de otros de sus coetáneos, como Henri Cartier Bresson.

“El beso”, cuyo original alcanzó los 185.000 euros en una subasta hace seis años, es otra de las reproducciones en gran formato que se exponen en el castillo, lo que sirvió como pretexto para recordar a los asistentes que la imagen “durmió” en los archivos de Doisneau durante décadas hasta que fue rescatada por dos jóvenes editores que supieron ver el diamante en bruto que tenían entre manos.

El Atelier Robert Doisneau custodia 450.000 negativos del artista, por lo que si se considera que la velocidad media de obturación es de 1/125 segundos, “el fotógrafo sólo mantuvo abierto el objetivo de su cámara durante una hora de reloj”, en cinco décadas de carrera profesional, razona uno de los guías de la exposición.

De todo ese repertorio exhaustivo, Doisneau, siempre modesto, dijo que sólo rescataría “tres segundos de eternidad”, el título de uno de sus libros.

Mario Roehrich

(EFE

2.jpg

La mujer retratada por Doisneau en 1950 frente al Hotel de Ville, Francoise Bornet, posa con su marido en 2005.Foto: EFE