Con el diario bajo el brazo

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José María Franco

 

Tiene 70 años y hace más de 60 que tarde a tarde reparte el diario con la misma dedicación. Hoy nos presenta su perfil cargado de recuerdos.

TEXTOS. REVISTA NOSOTROS. FOTO. FLAVIO RAINA

HACE 60 AÑOS. “Empecé a vender diarios a los nueve y tengo 70. Mi papá también vendía desde los diez años, él era huérfano y por eso se volcó a ésto. Nosotros vivíamos atrás de la actual iglesia de Luján. Él me compró una bicicletita que tenía un canasto y me llevó a trabajar. Valle. Salíamos desde San Martín y Catamarca, íbamos por Rivadavia, Bulevard y todo Aristóbulo del Valle. Después, también teníamos todo el barrio Mayoraz. Teníamos como 500 diarios, porque no había radio ni televisión, entonces se vendía mucho. Mi padre me paraba en el viejo Jardín Botánico, ahí el tranvía tenía un cambio. Entonces yo subía y vendía, me bajaba después en el otro cambio que estaba pasando el Puente Negro, donde ahora hay una panadería conocida. Tengo un tío de apellido Leguizamón que tiene 72 años y vende todavía, el también ayudaba a mi papá”.

LA HERENCIA. “Yo soy Perito Mercantil, ya cumplí 50 años de egresado. Pero no seguí estudiando, ahora veo que podría haber sido un buen contador porque llegué a segundo jefe de contaduría del Ferrocarril Belgrano. No pude estudiar porque cuando cumplí 20 años, mi padre me regaló una casa amueblada, un auto y todo el recorrido que yo hacía, que eran 200 diarios. Se ganaba bien. Sólo me faltaba una compañera, y como tenía una noviecita, me casé. Cuando formé mi familia trabajaba a la mañana en el ferrocarril y a la tarde en el diario. Mi mujer estaba en mi casa con los hijos. Iba a estudiar a la noche, pero cuando llegaba estaba cansado. Hoy tengo tengo diez nietos pero los chicos no quieren venir al reparto los sábados y los domingos, que son los días que más se vende. A veces pienso ‘¿Que hago con el reparto?’. Mi hija ya no quiere que trabaje”.

EL REPARTO. “Actualmente estoy jubilado del ferrocarril, pero al diario lo llevó muy adentro y lo sigo haciendo. Mi hija me dice que deje, pero no; llegan las tres de la tarde, me entra una picazón y salgo. No me para la lluvia ni nada. Le he dedicado toda mi vida porque no he querido ni salir de viaje con mi esposa. Salí muy poco de Santa Fe porque me gusta atender a los clientes personalmente. Con el reparto yo me divierto, la paso bien. Me gusta porque ando libre por la calle, aunque ahora hay mucho tráfico. Pero andás como un pájaro. No tengo obligación de horarios, voy repartiendo tranquilo. Mientras cumpla, no me dicen nada. Cuando llueve tengo la delicadeza de tocar el timbre y entregar el diario en la mano. Lo mismo pasa cuando tengo que ir a cobrar, me dicen ‘no tengo’, y no hay problema, vuelvo la semana siguiente”.

EL DIARIO. “El diario El Litoral está arraigado en Santa Fe. Aunque la gente grande ya no vea, lo compra igual para que se lo lea el esposo, la esposa o el hijo. Si no lo tienen es como que les falta algo, porque me he olvidado de llevarle el diario a algún cliente y se me han enojado. Hubo varias noticias con las que se vendieron muchos ejemplares. Me acuerdo de algunos ejemplos como el fallecimiento de Evita o la asunción de Alfonsín. Ni hablar del deporte con Colón o Unión, o cuando Argentina salió campeón mundial. Hoy veo que Internet cada vez va ganando más terreno. Todavía quedan clientes, la gente mayor sobre todo; pero las nuevas generaciones compran poco. La televisión arrastró a los diarios y también al cine, porque acá en Santa Fe había un cine en cada barrio y ahora no hay nada. La tecnología ha avanzado muchísimo, cuando yo comencé no había radio, después había unas grandes que parecían un cajón. Ahora la gente por Internet se entera de todo lo que pasa y lee de las noticias que elige. Pero seguimos sobreviviendo”.

RECUERDOS. “Tengo anécdotas imborrables. Por ejemplo, que sin saber le tiraba el diario a mi maestra de tercer grado. Me enteré un día cuando fui a cobrarle. Otra es que, cuando vendía en el tranvía, siempre había un guarda que me corría. Con los años sacaron el tranvía y este señor compró un reparto de diarios. Un día lo encontré y le dije ‘mirá como da vueltas la vida, vos corrías a los canillitas y ahora vendés diarios’. Otra cosa es que cuando llovía entrábamos por las calles con carro a caballo, porque había mucho barro y no podíamos ir en bicicleta. Vendíamos revistas también, Patoruzito, El Gráfico, La Antena, Intervalo, Para Ti, El Pato Donald, etc.; no podían llegar mojadas. Entonces mi papá iba adelante, tapado con una lona, y yo desde atrás le iba alcanzando las revistas”.

LA CLIENTELA. “Hay que tener mucha conducta en este negocio. El dinero que es para comprar el diario hay que guardarlo, lo demás se puede gastar. Yo hasta este momento no veo sucesor, pese a que tengo muchos nietos, porque ellos trabajan o estudian. De la clientela nunca tuve nadie que quedara sin pagarme. Y ellos fueron muy solidarios. Cuando hacia frío me hacían un café o un cortadito. Inclusive ahora, después de tantos años, ya charlamos con ellos cosas de familia. Me operé los ojos y todos sabían. Se hace como una unión familiar, tenemos afinidad, hay mucha gente muy buena. Cuando mi señora estaba enferma me ayudaron económicamente, me pagaban por adelantado y me preguntaban si necesitaba más. Todavía tengo esa gente como clientes. Incluso hay un señor que se va de vacaciones de diciembre a febrero y yo le cuido la casa. Estoy muy agradecido a mis clientes. Algo que me enseñó mi padre es que diga gracias a todos, porque con la compra de ellos yo vivo. Mi madre, cuando alguien le daba algo, decía “que Dios le de más”. Creo que buena educación tuve de parte de ellos y lo traté de inculcar a los míos”.

tRABAJO

“Me di cuenta de que mi padre me enseñó mucho a trabajar, trabajar y trabajar. Ahora tengo 70 años y me pasé toda mi vida trabajando. Soy muy casero. En la actualidad tengo mi casa en la que vive mi hijo con mis nietos. Yo vivo con mi hija, porque es la mayor y tengo más diálogo con ella. Mi esposa, antes de morir me dijo ‘No abandones a los hijos, porque ellos están acá por nosotros’ “.

TORPEDO

“Practiqué todos los deportes, menos el rugby. Mi padre era corredor de bicicletas; por eso los dos tenemos el apodo ‘Torpedo’. Él competía en las vecinales, era crédito de Barrio Roma. Corría para una marca italiana, Torpado; en la camiseta le corrigieron una letra y ahí nos quedó el sobrenombre, muchos creían que ese era mi apellido”.

asi soy yo