Al margen de la crónica

Los narcos ya tienen su santo

Cientos de personas llegaron ayer hasta la capilla del Santo Malverde, considerado por unos como el santo de los narcotraficantes y por otros como el de los pobres, para festejar el aniversario número 102 de su muerte en Culiacán, capital del norteño estado mexicano de Sinaloa.

“Gracias Malverde por las bendiciones recibidas”, escribieron en notas personas que acudieron al pequeño cuarto tapizado con fotografías, veladoras encendidas y flores frescas.

La leyenda de Jesús Malverde creció en la segunda mitad del siglo pasado, cuando la actividad del narcotráfico se incrementó en el país, justo en Sinaloa, estado considerado cuna de los más importantes capos de los carteles mexicanos.

Cada 3 de mayo, la Capilla de Malverde recibe a cientos de creyentes en este santo, no reconocido por la Iglesia católica, procedentes de diferentes estados del país.

La imagen venerada, un busto de yeso, es la de un hombre blanco, mirada profunda y bigote poblado, enmarcado por un sombrero norteño, vestido con una camisa blanca y corbata negra.

El santo es paseado encima de una camioneta que luce una bandera mexicana y a su paso decenas se arremolinan con la intención de tocarlo, besarlo y agradecerle “sus milagros”.

A la imagen se le colocan cadenas de oro que hombres se desprenden de sus cuellos, sombreros, crucifijos y toda clase de objetos con el objetivo de que reciban la bendición del santo.

En esta parafernalia, que dura un par de horas, se escuchan las notas del corrido a Malverde, interpretado por una banda sinaloense que hace bailar a decenas de fieles.

Jesús Manuel González, encargado de la Capilla de Malverde, asegura que su patrón no es el santo de los narcotraficantes.

“No es el santo de los narcos como dicen, es el santo de los pobres, del que venga y le pida con fe, él es el bandido generoso, el santo del pueblo”, dice González al asegurar que él, “con la ayuda de Dios”, se va a encargar de borrar la imagen de Malverde como santo de los narcotraficantes.

Al final de la peregrinación, decenas de asistentes, en su mayoría gente pobre, reciben alimentos, electrodomésticos y comida gratis.

Los gastos de la organización de este festejo son patrocinados por la Capilla de Malverde, que echa mano de los donativos que dejan diariamente los fieles. “Estamos siguiendo el ejemplo de Malverde y de mi padre, todo esto se hace para ayudar a la gente en nombre de Dios, en nombre de Malverde”, explicó Jesús Manuel.