La vuelta al mundo

Ben Laden y Estados Unidos

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Rogelio Alaniz

Se sabe que todo lo que haga Estados Unidos en cualquier parte del mundo siempre estará mal. Hoy sacarle el cuero a Estados Unidos es gratis, otorga un aura de rebelde y, además, un cierto tono critico porque a nadie se le escapa que el imperio no es perfecto. Que el izquierdismo sea antinorteamericano es previsible, pero que ciertos burgueses adocenados o ciertos lectores, cuya referencia política es doña Rosa, se despachen contra Estados Unidos, llama la atención.

La muerte de Ben Laden volvió a poner en evidencia esta curiosa relación. Según este punto de vista, lo que hizo el gobierno de Obama estuvo mal. Si Al Qaeda estaba en vías de extinción, matar a Ben Laden no tenía sentido y si Al Qaeda era poderosa, tampoco lo tenía, porque, según este criterio, nada se resuelve con matar a un hombre. ¿Aman a Ben Laden? No lo creo, pero odian a Estados Unidos, por buenas razones en muchos casos, pero cada vez más por malas razones. Odian a Estados Unidos porque odian a la civilización que Estados Unidos representa y, de alguna manera, se odian a ellos mismos porque fuera de esa civilización no sabrían cómo vivir.

Salvo en el mundo musulmán, fueron muy pocos los que defendieron al jefe de Al Qaeda, pero tampoco se molestaron demasiado en criticarlo, porque todas las energías críticas estaban dirigidas contra la Casa Blanca. Sobre el tema, se dijo de todo y nadie se privó de hacer su aporte: que no se puede asesinar al asesino, que no se respetaron los derechos humanos de la familia de Ben Laden, que se invadió a Pakistán, que al jefe terrorista lo mataron delante de sus hijos y sus mujeres, que deberían haber avisado a las autoridades de Pakistán, que la información sobre el paradero de Ben Laden los yanquis la obtuvieron torturando a presos de Guantánamo, que arrojaron el cuerpo al mar violando los más elementales derechos de su familia y de su religión, que lo sometieron a apremios ilegales.

Como si viviéramos en un mundo maravilloso, en un mundo donde Alicia y Heidi ponen las reglas de juego, se le reprocha a la CIA haber reclutado a Ben Laden para luchar contra los soviéticos en tiempos de la Guerra Fría, cuando a los rusos se les ocurrió invadir Afganistán. Ignoro cuáles fueron los motivos que llevaron a Estados Unidos a asociarse con Ben Laden, pero conociendo un mínimo la lógica de la política internacional, a nadie le debería llamar la atención que hayan intentado forjar una alianza con religiosos musulmanes decididos a pelear contra la URSS.

Ahora bien, reprocharle a Estados Unidos su relación con Ben Laden treinta años después, es una acto de mala fe o ignorancia, sobre todo cuando esos reproches provienen de parte de quienes fueron cómplices pasivos o activos del comunismo internacional y consideraban que “con todos sus errores, la URSS era infinitamente superior a la democracia parlamentaria burguesa más avanzada”. Lo cierto es que fueron muy pocos los que dijeron que fue eliminado el mayor asesino serial de lo que va del siglo XXI, el responsable del asesinato y degollina de miles de personas, un fanático con las manos manchadas con sangre de inocentes. ¿Es necesario explicar que Ben Laden no era una palomita inocente? ¿Demoraron mucho en encontrarlo? Vivimos en un mundo tan especial que también ése parece ser un motivo de reproche. En todos los casos los yanquis no tienen escapatoria: si a Ben Laden lo hubieran matado diez días después de las Torres Gemelas los habrían acusado de perros carniceros; como lo encontraron diez años más tarde, merecen ser acusados...de lo mismo...

La información que dispongo sobre lo sucedido es escasa, pero lo seguro es que a Ben Laden lo mataron y que los autores fueron los soldados de un comando armado yanqui. Pues bien, con esos datos algunas consideraciones se pueden hacer. En primer lugar, hay que decir si se está o no de acuerdo en que se haya liquidado al responsable de la masacre de tres mil personas en Nueva York y al hombre que convocaba periódicamente a recuperar el califato y exterminar a todos los infieles. Importa pronunciarse sobre esta cuestión porque de allí se derivan otras respuestas.

Ben Laden no estaba en su mansión millonaria de Abbottabad cultivando margaritas y mirando las estrellas. Un dirigente de su peligrosidad seguramente estaba armado hasta los dientes y no iba a admitir que lo tomaran prisionero sin intentar resistirse. Se llamaba Ben Laden, no Mahatma Gandhi. Las opiniones acerca de los derechos humanos y las convenciones internacionales hay que contextualizarlas. No se trata de una guerra entre estados nacionales con base territorial y jurisdicción política propia, sino contra una banda terrorista descentralizada, con ramificaciones en todo el mundo y decidida a matar y morir. Ben Laden no estaba refugiado en Suiza o en alguna bucólica residencia levantada a orillas del Danubio, sino en Pakistán, considerado como uno de los territorios más peligrosos del mundo.

El jefe de Al Qaeda estaba en Pakistán viviendo a 150 kilómetros de su capital y a pocos minutos de una importante base militar. No hace falta ser Sherlock Holmes, basta con conocer apenas un poquito de la realidad política de ese país, para saber o sospechar con muy buenos fundamentos, que un sector de los oficiales del ejército de Pakistán eran cómplices de Ben Laden.

A nadie se le escapa que en ese contexto no es posible un comportamiento de señoritas educadas en un liceo inglés. ¿Avisar al gobierno de Pakistán que se iba a realizar el operativo? ¿Pedir permiso? No sé si lo hicieron, pero si yo fuera el jefe de ese operativo hubiera aconsejado que no se le dijera una palabra, porque eso y poner en aviso a Ben Laden era más o menos lo mismo.

Se dijo que lo que hizo Estados Unidos fue más o menos parecido a lo que Israel hizo en 1960 en la Argentina con Adolf Eichmann. Equivocado. Ni Argentina era el lugar más peligroso del mundo, ni Eichmann era un terrorista en actividad. Estas diferencias explican comportamientos diversos. A Eichmann había que detenerlo y juzgarlo por ser responsable de un genocidio. El gobierno argentino protestó por esta intervención, pero lo hizo por razones protocolares.

A Eichmann lo secuestraron y lo juzgaron con todas las garantías del caso. Condenado a muerte, fue ejecutado y sus restos esparcidos en el mar. A Ben Laden no se lo juzgó, se lo mató. ¿Está mal? Según se mire. A los más escrupulosos hay que decirles que se trata de una guerra y que en ese marco es legítimo para cualquier contendiente matar al jefe de su enemigo. Pakistán en el 2011 no es la Argentina de 1960 y Ben Laden no era un refugiado pasivo sino, el líder de una secta terrorista que se mantiene en actividad.

No sé si se resistió o no. No creo que la respuesta a este interrogante modifique demasiado lo sucedido. Hay que hacerse cargo de que estos comandos no pueden darse el lujo de ser delicados con enemigos que tampoco son delicados. El terrorismo recurre a los operativos militares -preferentemente contra la población civil- y a una permanente propaganda saturada de mitos y leyendas. Es verdad que a Ben Laden la muerte lo martiriza, pero no creo que ese sea un reparo moral o político para los comandos yanquis y sus directores, personajes endurecidos en su oficio y expertos en operativos de esta naturaleza, donde se mata o se muere.

¿Ben Laden estaba derrotado? No estoy tan seguro. De todos maneras, si lo estaba no había sido gracias a la intervención del Espíritu Santo, sino al despliegue militar y de inteligencia llevado a cabo por Estados Unidos, despliegue que incluía la intervención militar a Afganistán, casualmente el territorio de donde salió el comando encargado de ajustar cuentas con el líder de Al Qaeda.

Lo que sorprende en estas situaciones es cómo se multiplican los comportamientos hipócritas y oportunistas. Sin ir más lejos, en estos días Hamas declaró que ellos son solidarios contra cualquier musulmán asesinado por el imperio. Pues bien, una semana antes un comando de Hamas había allanado una casa donde estaban escondidos dos dirigentes de Al Qaeda. Según el informe oficial los dirigentes se resistieron y como consecuencia de ello perdieron la vida.

En Estados Unidos la muerte de Ben Laden le asegura a Obama un período más en la Casa Blanca. Una mayoría de norteamericanos comparte lo que se hizo y considera que se ha hecho justicia. El entusiasmo patriótico no alcanza sin embargo para impedir que musulmanes residentes en EE.UU. manifiesten en las calles su solidaridad con Ben Laden. ¿Está mal? No lo creo. Una sociedad democrática en circunstancias normales debe permitir las protestas de sus enemigos. El mismo criterio seguramente no vale para Pakistán, donde la vida no vale nada, el derecho no vale nada y la palabra de sus gobernantes tampoco vale nada.