Los rumores de inestabilidad son desmentidos rotundamente desde la dirigencia...
¿Por qué la desconfianza?
Colón apostó con firmeza a Sciacqua, pero la mayor convicción es por la solidificación del proyecto.
Los rumores de inestabilidad son desmentidos rotundamente desde la dirigencia...
¿Por qué la desconfianza?
Colón apostó con firmeza a Sciacqua, pero la mayor convicción es por la solidificación del proyecto.
Pibe por pibe. Momento clave para la carrera de Martín Luque: su ingreso por Graciani en el partido ante Racing. Foto: Mauricio Garín
Enrique Cruz (h)
En la Semana Santa de 1987, el Barcelona ganó un torneo de menores disputado en Benidorm. Faltaba un año para la llegada de Johan Cruyff a la primera. Pero el históricamente inestable Barcelona empezaba a encontrar, de la mano de un tal Laureano Ruiz, una fórmula: que todos los equipos de base (inferiores) jugaran de la misma manera: 4-3-3 y al ataque. Guardiola era un volante central flaquito y de enormes condiciones e inteligencia. Jugaba en aquel equipo. Pero este presente del Barcelona, que tuvo su punto de nacimiento en esa filosofía de Laureano Ruiz y en la mano de un Cruyff que se encargó de recoger su guante, se puso en marcha hace 24 años y en aquella Semana Santa. Costó. Pasaron muchos técnicos: Cruyff, Rexach, Molowny, Robson, Serra Ferrer, Van Gaal, Antic, Rijkaard y Guardiola. No fue fácil. Hubo momentos en que el proyecto peligraba. Lograron mantenerlo en pie.
Esta simple enunciación de lo ocurrido con el mejor equipo del mundo viene a cuento para trazar paralelismos. Un proyecto serio necesita de tiempo, de voluntades, de convicción y de coraje. El paralelismo no es una comparación, es simplemente situarse en el mejor de los ejemplos para entender que nada se hace de la noche a la mañana.
El ejemplo sabalero
Pocas veces Colón encaró con convicción un proyecto de inferiores. Hubo voluntades individuales y aisladas, algunos buenos formadores a lo largo del tiempo (si no, jamás habrían aparecido los Verdirame, Javier López, Siviero, Ibarra, etcétera), pero pocas veces una decisión política firme. José Vignatti, en sus 12 ó 13 años de mandato, estuvo preocupado en otros menesteres: la economía maltrecha del club, el ascenso a Primera, la consolidación en la categoría, el cambio de cara del estadio y un proyecto deportivo que no apuntaba precisamente a esperar a los chicos del club, fueron sus pilares. En esa tónica también anduvo Darrás, mientras que Lerche arrancó con una espada de Damocles sobre sus espaldas: mantener al equipo en Primera y superar algunos avatares políticos internos.
El proyecto de inferiores de Colón tiene apenas algo más de dos años de vigencia. Empezó con la decisión política del presidente Lerche, tuvo continuidad en el aporte económico visiblemente mejorado, en la construcción del predio, en Casa-fútbol, que fue inaugurada en febrero del año pasado, hace menos de un año y medio y hoy alberga a 80 chicos. Es poco tiempo. Está muy lejos de esos más de 20 años que le llevó al Barcelona. Pero sin ir a los extremos, también está lejos del tiempo que tuvo Vélez o Lanús, o el Newell’s de otros tiempos, cuando Griffa y Bielsa marcaban un camino de ejemplo en el fútbol argentino.
“2 ó 3 buenos por categoría”
Un día, tomando un café con Jorge Griffa en Santa Fe, le preguntaba cuánto tiempo lleva plasmar un proyecto de inferiores y formar un equipo propio. “En cada categoría puede haber, a lo sumo, dos o tres jugadores buenos, de los que tienen algo de distintos”, señalaba el hacedor de grandes figuras en Newell’s y en Boca, hombre de consulta permanente hasta para los técnicos de las selecciones juveniles y continuador de un camino que marcó en su época don Ernesto Duchini.
Si se piensa que de esos jugadores puede haber alguno que se transfiera, la conclusión es que un proceso maduro de inferiores puede llevar mucho más tiempo del que el más prudente supone.
“El futuro del fútbol argentino pasa por sus divisiones inferiores”, dijo hace poco más de dos años el presidente sabalero, en una charla con este periodista. Con esta decisión tomada y en medio de este proceso en ciernes todavía, Colón consiguió vender dos jugadores propios por casi 11 millones de dólares (Prediger y Bertoglio). Y quiso dar un salto de calidad con la formación de este plantel, pensando en lo que todos los colonistas quieren, que es un protagonismo de verdad. No se dio en esta temporada. Por eso se fueron dos técnicos y se tomó una determinación: la de apostar a Mario Sciacqua como entrenador.
“Operetas” que confunden
En las últimas horas hubo versiones que no coinciden con lo anunciado y sostenido en Colón. Se dice que desde la dirigencia se habló con técnicos, algo que debe ser desmentido por completo. Cuando se resolvió el alejamiento de Gamboa se tomó la decisión política y deportiva de designar a Sciacqua para darle mayor impulso aún al proyecto. Hay convicción en la decisión tomada y coraje para sostenerla.
No hay otra que creer que en lo que se está haciendo. Colón ha probado con un sinfín de recetas, algunas tuvieron relativo éxito y otras no. Este es el momento elegido para continuar con un proceso que no se acabará en un torneo y que debe ser mantenido más allá de los hombres y los nombres, porque requiere de un tiempo que quizás exceda hasta a esta propia dirigencia. Pero estos rumores que involucran nombres de entrenadores y supuestos encuentros y charlas de café que jamás existieron con los dirigentes de Colón, desestabilizan una decisión que está firme y respaldada desde el lado de quienes conducen a la institución y eligieron este camino.
Hasta los propios jugadores deben entender que es el momento de Sciacqua. Y que esa confianza implica también la aceptación de todas las decisiones que pueda tomar el técnico. Algunos piden que pase la escoba y limpie el plantel. Puede ser que en la cabeza de los dirigentes ya haya decisiones que estén tomadas respecto de la continuidad o no de algunos jugadores, pero ni siquiera se permiten hacerlo ahora para que el técnico tenga la chance y libertad de contar con todos los jugadores que desea.
Mario Sciacqua tiene que empezar a utilizar —en el mejor sentido de la palabra— ese respaldo que le otorga la dirigencia. Tiene una oportunidad histórica. Hoy Colón se está nutriendo de la esperanza de 560 jugadores que integran la población de inferiores, de los 31 jugadores seleccionados (como alguna vez el propio Sciacqua fue y vio a un “tal” Bertoglio), de más de 5.000 jugadores observados en esas pruebas de selección y de los 80 que viven en la “pensión” y sueñan con llegar a primera.
El 54 por ciento de los jugadores del actual plantel ha surgido de la propia institución. Es una cifra interesante y que podría aumentarse con el paso del tiempo. El camino elegido es muy sano, puede demandar una espera más prolongada y mayor paciencia. Esto es lo que el hincha debe entender. Exigir. Pero a la vez comprender. Los dirigentes también juegan este partido: eligieron un camino y es absolutamente necesario que defiendan esa elección sin resignar ambiciones.
El equipo.
Para jugar el sábado con Argentinos Juniors, Mario Sciacqua tendrá a disposición a Marín Luque (entraría por Ledesma, suspendido), en tanto que si no puede jugar Fuertes o Lesman (tiene una molestia), tendría la alternativa de Mugni o Lucas Acosta, pues Larrivey presenta un esguince de tobillo. La defensa podría ser la misma de Huracán (Quilez, Garcé, Raldes y Candia). Al partido lo dirigirá Jorge Baliño.
/// EL DATO