Preludio de tango

Arranca la guardia joven

Manuel Adet

Cuando se decidieron a hacer música, ninguno tenía más de treinta años. Eran pibes talentosos formados en los mejores conservatorios y con los más destacados maestros. Aparentemente, los muchachos no tenían nada que ver con el tango. Ni por la edad, ni por los gustos, ni por la formación intelectual. A quien se le atribuye el invento de la criatura, es decir, el contrabajista Ignacio Varchausky, admitió que en su adolescencia lo suyo era el rock y que con su hermano habían formado una banda y soñaban con llegar a los grandes escenarios donde los héroes eran Charly García, Fito Páez y Luis Alberto Spinetta.

Al tango, Varchausky lo descubrió a través de la voz de Ignacio Corsini y de allí en más nunca lo dejó. Varchausky nunca fue un improvisado -ninguno de ellos lo es-: estudió los secretos del contrabajo con el profesor César Franov, integró en su momento la Camerata de la UBA y, además de El Arranque, estuvo en el Quinteto de Ramiro Gallo y en el Trío de Carlos Corrales.

Juan Ramiro Boero estudió bandoneón con Néstor Marconi, Marcos Madrigal y Osvaldo Montes. Algún talento debe haber tenido para que en su momento lo convocaran Rubén Juárez y Raúl Lavié.

Ramiro Gallo estudió violín con Ljerko Spiller. Integró la líneas de primeros violines de las orquestas sinfónicas de Paraná y Santa Fe. El primer disco que grabó contó con la participación de Winton Marsalis. Fue violinista solista de ese distinguido templo de la música del Río de la Plata que se llama Señor Tango, ubicado en el corazón de Barracas -Vieytes 1655- visitado por personalidades del nivel de Liza Minnelli, Vittorio Gassman, Bill Clinton y Alberto de Mónaco, entre otros.

Pedro Pablo Pedroso nació y estudió en Cuba, en el Conservatorio Amadeo Roldán de La Habana. En su momento,integró la Orquesta Sinfónica Nacional y en la actualidad participa de la Orquesta Nacional de Música Argentina Juan de Dios Filiberto.

Martín Vázquez se recibió de profesor de armonía y contrapunto en la Universidad Nacional del Litoral. Estudió con Walter Heinze, Eduardo Isaac y Walter Malosetti. Además de El Arranque, participó en el Quinteto de Daniel Binelli y el Quinteto de Ramiro Gallo.

El pianista Ariel Rodríguez, estudió con el maestro Osvaldo Trípodi y todo lo que tenía que saber sobre arreglos lo aprendió al lado de Rodolfo Mederos.

Por último, el cantante Ariel Ardit estudió con el maestro Horacio Armani y en el Conservatorio Manuel de Falla. Quien lo quiera ver debe irse hasta el Bar de Roberto ubicado en la esquina de Perón y Bulnes, un cafetín que funciona desde 1930 y que se hizo famoso porque uno de sus clientes habituales era Osvaldo Pugliese.

Con los años cambiaron algunos nombres, pero la calidad se mantuvo intacta. Hay que mencionar por lo tanto al bandoneonista Camilo Ferrero, al violinista Guillermo Rubino, a la actual cantante Noelia Moncada, a Jorge Spessot y Alejandro Swarz. En definitiva, El Arranque está integrado por muchachos que han estudiado música en serio y que eligieron el tango no como un entretenimiento, sino como un programa a desarrollar paso a paso. Sus presencias físicas parecen contradecir los moldes clásicos de la estética tanguera. No se visten, ni se peinan, ni recurren a la jerga folclórica del tango, esa jerga o ese estilo que le había hecho decir a Piazzolla en cierto momento que algunos tangueros confundieron la imagen del músico con la de un gángster. Estos muchachos no tienen nada que ver con esas historias. Asumen su edad, su tiempo, e incluso no se les ocurre modificar los apellidos porque supuestamente “no son tangueros”. Varchausky -por ejemplo- es el que es y no necesita modificar su apellido por algún apellido con vocación de criollo, para ser él mismo. Sin embargo, estos muchachos, informales, que asisten a los ensayos vestidos con ropa que el prejuicio aproximaría más al rock que al tango, se han destacado por practicar un riguroso respeto a la tradición tanguera, a la verdadera tradición, a la que importa, a la que tiene que ver con la creación y el talento.

En efecto, al momento de salir al escenario el grupo El Arranque había realizado un estudio pormenorizado de las diferentes orquestas del pasado. El estudio incluyó la recuperación de viejos discos y entrevistas con músicos de la guardia vieja. El propio Varchausky admitió que en esa tradición hay una manera de tocar el tango, de celebrarlo, que es excepcional, ese estilo, esa escuela es la que ellos intentan recuperar no para imitarla sino para desde allí proponerse nuevos desafíos, pero desde allí, no desde cualquier lado.

Digamos que en lugar de proponerse tirar a los viejos por la ventana, los fueron a buscar decididos a aprender de ellos. En ese sentido, cumplieron al pie de la letra la máxima que un sociólogo recomendaba a sus alumnos para procesar históricamente el conocimiento: llegar montado sobre hombros de gigantes. Los gigantes en los que se apoyaron los músicos de El Arranque fueron Osvaldo Pugliese, Carlos Di Sarli, Emilio Balcarce, Leopoldo Federico, Rodolfo Mederios, Astor Piazzolla y Eduardo Rovira, por supuesto, para mencionar a los más reconocidos.

El nombre El Arranque alude al esfuerzo por iniciar a fines del siglo veinte una nueva etapa en el tango y es, al mismo tiempo, un homenaje a Julio de Caro autor del tango “El arranque”, merecido homenaje, dicho sea de paso, porque por sobre todas las cosas De Caro fue uno de los principales directores de orquesta, el músico que se preocupó en los años veinte por otorgarle al tango calidad artística.

Los muchachos salieron al escenario en 1996 como quinteto y al año siguiente incorporaron otro bandoneón y otro violín . Deben de haber sido muy buenos porque a los pocos meses, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires los convocó para que cierren el Festival Internacional del Tango, concierto que se realizó en calle Corrientes y que contó con la participación de más de tres mil personas.

En 1997, grabaron su primer disco con la voz de Marcelo Barberis y sus padrinos fueron, nada más y nada menos, que Nelly Omar y Leopoldo Federico. El segundo disco se llamó “Cabulero”, allí cantó Ariel Ardit e incorporaron dos temas de autoría “Gran hotel Venus” del guitarrista Alejandro Swarz y “Jazmín” de Ramiro Gallo. El disco rinde un discreto homenaje a Leopoldo Federico. Hay más grabaciones por supuesto: “Clásicos” dedicado a los maestros que los acompañaron por Europa y “Tal vez será su voz”, con la participación de esa notable cantante que es Lidia Borda.

Junto con las grabaciones llegaron las giras internacionales y las actuaciones en los locales de tango más selectos de Buenos Aires y el país. En la línea del Sexteto Mayor, el nuevo grupo divulgó el buen tango por el mundo. Sus recorridos fueron asombrosos: cincuenta conciertos en Japón brindados en cuarenta ciudades diferentes. Actuaron en el Lincoln Center de Nueva York, en el Teatro Nacional Palais Chaillot de París, en el Auditórium Parco de la Música de Roma, en el Centro Cultural Belem de Lisboa, en el Palacio de Bellas Artes de Bruselas. Recorrieron más de 150 ciudades del mundo.

En el 2004, realizaron una gira internacional a Europa acompañados por los maestros Néstor Marconi, Raúl Garello y Mauricio Marcelli. En Buenos Aires y en las ciudades del interior estuvieron en los locales más distinguidos y en los reductos más tradicionales y modestos. Lo más interesante es que, como se dice en estos casos, hay más funciones.

Arranca la guardia joven

Orquesta de tango “ El Arranque”

foto:telam