Una radiografía de la paternidad en la Argentina

Un estudio se propuso revelar cómo influyen los hijos e hijas en las oportunidades y capacidades básicas que tienen los hombres para desarrollar sus proyectos de vida.

TEXTOS. CARINA LUPICA (FUNDACIÓN OBSERVATORIO DE LA MATERNIDAD) / REVISTA NOSOTROS.

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FOTO. MARÍA ANA VICERICH.

“Paternidad en la Argentina, ¿cómo afecta la convivencia cotidiana con los hijos la vida de los hombres?” es el planteo formulado por la Fundación Observatorio de la Maternidad. El objetivo primordial fue conocer cómo influyen los hijos en las oportunidades y capacidades básicas que tienen ellas y ellos para desarrollar sus proyectos de vida, y, a partir de allí, profundizar en la comprensión del contexto familiar y social en el que se producen la maternidad y la paternidad, y detectar aquellos obstáculos o necesidades que deben ser resueltos para que su vivencia sea compartida y redunde en mejores cuidados para los hijos.

En los capítulos del informe -del que se presenta una síntesis- se ha revisado un conjunto básico de indicadores que ofrecen una perspectiva general de la situación de las mujeres y de los hombres de 14 a 49 años en la Argentina, según posición de parentesco que ocupan en el hogar y distinguiendo si en él viven o no hijos e hijas.

Del estudio realizado se desprenden tres hallazgos principales:

- Pese al avance de las mujeres en el acceso a la educación y al mercado laboral, todavía no han alcanzado una situación equitativa con los hombres.

- Las mujeres y los hombres que tienen hijos y, de forma especial, las madres, obtienen menores oportunidades de desarrollo que aquellos que no tienen descendencia.

- Los cuidados continúan siendo considerados un asunto familiar, particularmente de las mujeres-madres.

El análisis destaca, en primer lugar, que los hombres que conviven con hijos/as obtienen menores oportunidades de desarrollo que aquellos que viven en hogares donde no hay descendencia. En segundo lugar, a diferencia de lo que ocurre con las mujeres, la trayectoria de inserción de los hombres en el mercado de trabajo es permanente y no está condicionada por la llegada de los hijos/as. De esta manera, a las “desventajas por la maternidad” se contraponen a las “ventajas por la paternidad” en el mercado laboral.

UN CONCEPTO ACTUALIZADO

Ser padre es un proceso gradual que comienza con la decisión de hacerse cargo de un niño o una niña, lo cual excede a la concepción biológica y comprende comportamientos de cuidado y protección de los hijos/as. Así, la paternidad puede ser definida como “el proceso psicoafectivo por el cual un hombre realiza una serie de actividades en lo concerniente a concebir, proteger, aprovisionar y criar a cada uno de los hijos, jugando un importante y único rol en el desarrollo del mismo, distinto al de la madre” (Oiberman A., 1998: 21).

De manera similar, la CEPAL ha definido la paternidad como la relación que los hombres establecen con sus hijos/as en el marco de una práctica compleja en la que intervienen factores sociales y culturales, que además se modifican a lo largo del ciclo de vida del padre y de los hijos/as. Se trata de un fenómeno cultural, social y subjetivo que relaciona a los varones con sus hijos/as y su papel como padres en distintos contextos, más allá de cualquier tipo de arreglo conyugal (CEPAL, 2001c, citado en Ugalde Yamileth, 2008: 5).

Sobre este último punto se debe señalar que -debido al creciente número de niños y niñas que nacen fuera de uniones formales y por el aumento de divorcios o separaciones- la proporción de menores que pasan tiempo lejos de sus padres biológicos o viven separados de ellos es hoy mayor que en el pasado (Barker y Verani, 2008: 12).

Sin embargo, ser un padre no residente no significa que esté ausente de la vida del hijo/a. La calidad de la relación de un hombre con sus hijos/as es más importante que el tiempo que pasa con ellos (Barker y Verani, 2008: 15).

A su vez, muchos de los niños/as que no conviven con sus padres biológicos lo hacen con otros referentes que desarrollan funciones de padres sociales. La paternidad social convierte en padres a hombres por adopción legal o acordada incluso sin referendo legal. Esto es así porque la paternidad incorpora, a la par de la función proveedora material, la creación de lazos afectivos firmes y permanentes que requieren mayor cercanía de los hombres con los niños/as, además de la procura de cuidados (UNFPA-CEPAL, 2005: 24).

Lo cierto es que se asiste en la actualidad a un momento de mayor diversidad de estructuras familiares, dentro de las cuales conviven diversos modos de concebir y ejercer la paternidad. Se puede ser un padre ausente, próximo o protagónico en la crianza de los hijos/as y vinculado a los sentimientos. Se puede ser padre por azar, sin haberlo elegido ni deseado (fundamentalmente, los adolescentes), o incluso se puede ser padre sin la presencia de la madre (Valdés X., 2009: 403).

De todas maneras, al menos desde las declamaciones, la nueva conducta que se instala cada vez más como un imaginario deseable de paternidad está caracterizada por la interacción, la accesibilidad y la responsabilidad (Oiberman A., 1998: 34-35). Se observa -pues- un cierto consenso social en la transición desde la “maternización a la parentización” en la crianza.

EDAD Y CAPACITACIÓN

En promedio, en la Argentina los hombres tienen su primer hijo/a dos años más tarde que las mujeres: 25,1 años y 23,2 años, respectivamente. Pero existe una diferencia en la edad de la paternidad según sea la situación socioeconómica de los hombres: los que se encuentran en situación de vulnerabilidad social son padres a los 23,5 años, mientras que los que se encuentran en mejor situación socioeconómica lo son dos años más tarde: a los 25,8 años.

Por otra parte, la permanencia de los varones en la educación formal también influye en el retraso de la edad de la paternidad. Los hombres con mayor educación (terciario o universitario completo) tienen su primer hijo/a cinco años más tarde que aquellos con menores niveles educativos (hasta secundario incompleto): 23,9 años y 29,1 años, respectivamente. Las mayores diferencias se producen cuando los varones logran finalizar el secundario o el nivel terciario o universitario de los estudios: aquellos con estudios secundarios incompletos tienen su primer hijo en promedio a los 24 años, mientras que si logran finalizar ese ciclo de estudios postergan su paternidad dos años (25,9 años) y si completan la universidad, tres años más (29,1 años).

DESARROLLO LABORAL

A diferencia de lo que sucede con las mujeres, la trayectoria de inserción de los hombres en el mercado de trabajo es permanente y no está condicionada por la llegada de los hijos/as. En tanto ellas sufren las “desventajas de la maternidad”, ellos parecen gozar de las “”ventajas por la paternidad” en el ámbito productivo.

Éstas son algunas conclusiones:

- Cuando hay hijos en el hogar, los hombres participan más en el mercado de trabajo, mientras que cuando ellas son madres en muchos casos lo abandonan.

- Cuando hay hijos/as en el hogar, los hombres trabajan más horas en el mercado productivo: el 54,9% de los hombres que conviven con hijos/as trabajan más de 46 horas por semana mientras que ese porcentaje disminuye casi 15 puntos (al 40,3%) entre los que no conviven con descendencia.

- Convivir con hijos/as no afecta de manera significativa la calidad de los empleos de los hombres: los tienen precarios el 46,1% de los hombres que no conviven con hijos y el 48,2% de los que sí lo hacen. Asimismo, el 45,6% de los hombres que no conviven con hijos tiene un empleo informal, porcentaje que se incrementa levemente (hasta el 47,0%) entre los que sí lo hacen.

- La calificación ocupacional de los hombres es diferente según haya o no hijos/as en el hogar. Los hombres que no viven con hijos/as prácticamente duplican las probabilidades de ocuparse como profesionales y desempeñar tareas técnicas con mayor frecuencia. En cambio, los hombres con hijos/as en el hogar tienen mayores probabilidades de ocupar puestos operativos y no calificados que aquellos que no conviven con hijos en el hogar.

Ahora bien, que una proporción menor de hombres que convive con hijos/as logre insertarse en puestos de mayor calidad ocupacional se debe a que son menos los que logran altos niveles educativos: el 66,2% de los hombres que habita hogares sin hijos tiene nivel alto (secundario completo) o superior (terciario o universitario completo) de estudios, y sólo el 29,1% de los que conviven con hijos/as lo tiene.

No obstante, si se comparan sólo los hombres con niveles de estudios superiores, son precisamente los que viven con hijos/as los que logran mayor inserción en puestos laborales de calidad. En suma, en la calidad de los puestos laborales también se comprueba la “ventaja por la paternidad”, puesto que si bien una proporción menor de los hombres que trabajan y conviven con hijos/as logra finalizar los estudios terciarios o universitarios, entre los que lo consiguen existen mayores probabilidades de ocupar puestos de alta calificación cuando conviven con hijos/as que cuando no lo hacen.

CONCLUSIONES

Del análisis realizado se desprenden dos hallazgos principales:

- Al igual que lo que sucede entre las mujeres, los hombres que conviven con hijos/as obtienen menores oportunidades de desarrollo que aquellos que viven en hogares donde no hay descendencia: los primeros tienen cuatro veces más probabilidades de vivir en condiciones de pobreza y que alcanzan menores niveles educativos que los segundos.

Esto es perjudicial para las mujeres y los hombres y también para sus hijos/as, ya que las condiciones sociales y educativas de sus hogares influirán en sus capacidades de desarrollo presente y futuro. A esto se debe agregar que son precisamente los hogares en situación de vulnerabilidad social en los que habita una mayor cantidad de niños/as: en aquellos en situación de pobreza extrema (indigencia) habitan en promedio dos hijos/as más que en los hogares en situaciones más privilegiadas: cuatro hijos/as y dos hijos/as, respectivamente.

- Cuando hay hijos/as en el hogar, los hombres participan más en el mercado de trabajo, trabajan más horas por semana, la calidad de sus empleos es similar a la de los hombres que no conviven con descendencia y, pese a que una proporción menor de los hombres que trabajan y conviven con hijos finaliza los estudios terciarios o universitarios, entre los que lo logran existen mayores probabilidades de ocupar puestos de alta calificación cuando conviven con hijos que cuando no lo hacen.

Esto sucede porque existe una tradicional división sexual del trabajo, que aún persiste en la actualidad. “Si bien hoy las mujeres comparten con los hombres el tiempo de trabajo remunerado, no se ha generado un proceso de cambio similar en la distribución del peso de las tareas domésticas. Ellas siempre son responsables de esas labores, sean amas de casa o trabajen percibiendo un salario, lo cual convierte en una carga más el momento de su desarrollo laboral”, precisa la investigación.

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FOTO. JOSEFINA VERA.

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FOTO. MARÍA ALEJANDRA PEREZ.

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FOTO.PATRICIO JAVIER RUBIOLO.

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FOTO. LEANDRO WULFSOHN.

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+info EN LA WEB

El informe completo puede leerse el apartado “publicaciones” de: www.o-maternidad.org.ar.

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FOTO. LUCÍA FENOGLIO.

UNA IGUALDAD PENDIENTE

Según la encuesta exploratoria “Padres del Bicentenario” entre 800 padres que realizó el Servicio Nacional de la Mujer de Chile (SERNAM) en 2010, el 77% de los encuestados considera que la madre es la principal responsable del cuidado de los hijos/as, el 11% piensa que son los abuelos/as y en tercer lugar el 8% estima que son ellos mismos.

A su vez, la sociedad tampoco ha acompañado el proceso de la masiva incorporación femenina al mercado de trabajo. Los marcos legales actuales, las políticas del sector público y privado y las costumbres siguen basándose en el modelo tradicional de familia, en el cual el hombre es el jefe de hogar y el encargado de trabajar de manera remunerada, y cuyo salario asegura la manutención de todos los miembros del grupo familiar.

Son concluyentes -como ejemplos- el déficit en servicios de cuidado para niños y niñas menores de 6 años en nuestro país, y las deficiencias en la legislación laboral sobre protección de las trabajadoras y trabajadores con responsabilidades familiares.

Esto significa que estamos lejos de la corresponsabilidad social en la crianza de los hijos/as (...). No puede existir desarrollo y bienestar social si las actividades de cuidado que más contribuyen a dichos objetivos generan desigualdades entre mujeres y hombres, entre madres y mujeres sin hijos, entre niños que nacen en hogares privilegiados o en situación de pobreza.

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FOTO. DAVID BUGNON.

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FOTO. SILVIA GRACIELA ALVAREZ DE BARONI.

EL OBSERVATORIO

La Fundación Observatorio de la Maternidad es un centro de estudios sin fines de lucro, cuya misión es promover el valor social de la maternidad. Para ello, se incentiva la generación de información y conocimiento especializado y actual, que integre los aspectos sociales, laborales, educativos y de salud, y contribuya a iluminar la realidad y los problemas relacionados con el fenómeno de la maternidad.

Pretende aportar soluciones creativas y de implementación factible para mejorar la calidad de las políticas públicas y privadas dirigidas a las madres, sus hijos y sus familias. Entre sus objetivos se cuentan: estimular la observación, el análisis y la reflexión crítica, histórica y cultural sobre la significación y vivencias de la maternidad en toda la sociedad; generar y capitalizar información y conocimiento sobre la maternidad y promocionar su estudio e investigación; y construir una red que permita el intercambio de conocimientos y experiencias entre madres, investigadores, actores sociales, empresarios y políticos vinculados al tema de la maternidad.

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FOTO.CLAUDIA LARGEAUD.

+ información

Las fotos fueron enviadas a: www. ellitoral.com para el concurso del Día del Padre.