Leopoldo Jacinto Luque: de canillita a campeón

“Soy un apasionado del fútbol”

Tuvo sus orígenes en nuestra Liga Santafesina de Fútbol. Relegado, dejado libre por Unión, supo sobreponerse a la adversidad y logró triunfar hasta conseguir jugar en la Selección nacional y ser campeón del mundo.


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Distinguido y ovacionado. El club Atenas de Santo Tomé le rindió un merecido homenaje. Leopoldo Luque vistió la camiseta de esa importante institución en los comienzos de su carrera como futbolista. Foto: Archivo El Litoral

Juan Carlos Haberkon

Julián Andrés Monzón

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Fue uno de los baluartes de la Selección campeona del mundo en el Mundial de 1978. Luchador en la cancha como en la vida, hoy cuenta con orgullo haber surgido y resurgido en los campos de la Liga Santafesina de Fútbol.

Desde Mendoza, charló en una entrevista sin desperdicios con El Litoral.

—¿Qué recuerda hoy sobre sus inicios en el fútbol?

—Yo empecé en Unión en las divisiones inferiores, en lo que era la sexta división. Después pasé a quinta, a cuarta y de ahí a reserva y primera de la Liga. En cuarta jugaba poco, en reserva también jugué poco. Entonces me prestaron a Sportivo Guadalupe y ahí jugué en primera con 17 ó 18 años.

—Investigando su trayectoria siempre lo identificamos con Atenas, pero el “Patón” Aguirre nos dio este dato de Guadalupe...

—Yo jugué con el “Patón” en Guadalupe. Lo que pasa es que Unión en ese momento tenía un montón de jugadores y yo no tenía posibilidades. Entonces me fui a jugar a Guadalupe. Incluso mis viejos viven ahí a 2 cuadras de la cancha de Sportivo. Después volví a Unión y no tenía chances tampoco, porque había otros jugadores mejores que yo. Es más, yo tenía pensado no jugar más, porque si no tenía chances en la primera de la Liga y ni siquiera en la reserva, se complicaba. Pero Unión me prestó, para no dejarme libre, a Gimnasia y Esgrima de Jujuy. Esto se dio porque un ex jugador, José Américo Ayala (histórico de esa época de Unión) era jujeño y se volvió a su provincia a dirigir Gimnasia. Le pidió a Unión algunos jugadores y me ofrecieron a mí.

—A veces se interpreta cuando pasan estas cosas que hay un cierto desprecio por el jugador. ¿Usted no lo tomó así?

—Hubo un técnico que en Unión me dijo que tuviera cuidado, que no perdiera tiempo, me dijo “ojo, no le hagas perder tiempo a tu papá, conseguite un trabajo o estudiá si tenés ganas, porque acá no vas a tener chances, porque hay otros jugadores que son mejores que vos”. Sinceramente, eso me dolió mucho, porque primero de todo hablarle así a un pibe no es la forma. Yo trabajo con juveniles y jamás les hablé así. Ahí te das cuenta de que hay un montón de gente que está en el fútbol y por ahí no entiende mucho. O si entiende, se maneja diferente. Entonces a mí me prestan a Gimnasia y yendo a prueba jugué y creo que anduve medianamente bien en la liga jujeña. Salí campeón e hice 4 goles, pero lo más lindo de todo fue que en la final con Altos Hornos Zapla íbamos perdiendo 2 a 0, yo hice los 3 goles, ganamos 3 a 2 y salimos campeones. Yo me acuerdo que le mandé los recortes de diarios a mis viejos porque en un diario salió que yo era San Jacinto. De ahí vuelvo a Unión y este mismo técnico que me había dicho eso, me vuelve a decir que no me querían en el club. Choco con la misma persona, porque como era el coordinador general estaba clavado en su puesto. Como Ayala se fue a dirigir a Central Norte de Salta, me ofrece irme y me fui y allá hice la “colimba” (por el servicio militar) con 20 años. Jugué en Central Norte y ya vuelvo con la idea de que si no me salía nada en Santa Fe, dejaba el fútbol. Porque cuando vuelvo a Unión no me tienen en cuenta, porque según el coordinador de ese momento había otros mejores que yo.

—¿Quién era ese técnico?

—Después les voy a decir nombre y apellido.

—¿Cómo siguió tu historia entonces?

—Un día estaba jugando con unos amigos en un campito atrás de la iglesia de Guadalupe, ahí por donde está el seminario. En ese partido había un señor, que era el Dr. Capellini, que era representante de Agremiados. Era muy conocido porque había jugado de 4 en Colón. Entonces me vio jugar y me ofreció ir a Atenas. Me llevó a hablar con Desiderio Gesuitti, que era presidente en esa época, y ahí me junté con el resto de los muchachos. Jugaba el “Ploto” Gómez, “Can Can” Ceballos, Ulrich que jugó de wing izquierdo en Unión, Báez y era un grupo de gente grande, así que yo era el más pibe. Unión me dejó libre, me fui a Atenas y en ese año hice como 40 goles. Yo soy un eterno agradecido de esa gente, porque pese a que ellos eran mucho más grandes que yo, buscaban jugar de una forma para que yo sobresaliera. Por eso, cuando voy a Santa Fe, cuando puedo me junto con ellos o al menos les mando saludos.

El retorno a la avenida

“En esa época Unión se desafilia de AFA, así que me tocó enfrentarlo y entonces deciden comprarme de nuevo y jugué el regional, donde perdimos la final con Gimnasia y Esgrima de Mendoza. Seguí jugando y pasó lo que pasó, y entonces ese técnico me vino a pedir que por favor no lo nombre. Pero yo no lo nombraba con bronca, yo sabía que me dejaban de lado porque había otros mejores que yo. A lo que voy es que hay que saber hablar, porque cuando él me dijo eso me volví caminando llorando desde Unión hasta a mi casa y mirá que es lejos...”

—¿Quiénes eran esos mejores?

—Estaban los hermanos Scotta y había otros muchachos que yo no sé si eran mejores que yo, lo que pasa es que a veces es una cuestión de piel. Después sucedió todo lo conocido, jugué con el “Toto” Lorenzo y mi carrera siguió. Pero en primera de Liga yo debuté en Sportivo Guadalupe. Ya que estoy hablando quiero resaltar algo, porque Unión se mandó un montón de macanas y les voy a contar algo. Cuando vuelvo de México a jugar en Chacarita, me había hablado Colón. Yo me reuní con la gente de Colón pero para decirles que no, porque yo era de Unión, porque calculo que si un tipo nace en un club y es hincha de Unión está mal que vaya al rival de siempre. No porque Colón sea una porquería, sino porque es el rival de todos los tiempos. El señor que me dijo eso a mí fue el “Pato” Rossi. Su hijo jugó en Colón un montón de tiempo y fue a jugar el Mundial juvenil en Japón con Maradona. Después incursionó por River en inferiores (porque debe tener un buen verso) y de repente apareció en Unión, siendo coordinador general, y siendo un ex jugador de Colón. Ahora me dijeron que está en Colón y hasta hace un tiempo lo hizo en Unión (que no sacó a nadie). Fijate hasta dónde llegan las cosas: el padre me echó de Unión, siendo yo súper hincha de Unión, y mirá donde llegué. Todas esas cosas les hacen mal a Unión. Hay un montón de jugadores que se mueren por estar en Unión y que lo harían gratis, y sobre todo que no lo traicionarían. Más de una vez Unión necesitó juntarlos a todos, pero nunca le dio bola a nadie. Yo estuve una vez y tuve problemas con la hinchada y con los dirigentes (Súper Manuel Corral en esa época) siendo que a mí me habían vendido en 750 mil dólares. Dos veces me vendieron: a River por 750 mil, más el pase de Bottaniz y otros jugadores, y cuando River me pone en lista de transferibles, vuelvo a Unión y me vuelven a vender a México en 250 mil dólares. Así que ha sacado muchísima plata y sin embargo ni se acuerdan de llamarme por teléfono y jamás me hicieron un homenaje, habiendo sido yo un campeón del mundo que jugué en Unión. Ésas son las molestias que uno tiene con los dirigentes, no con el club porque yo soy de Unión y me muero por Unión. Hoy estoy festejando el ascenso a Primera como un hincha más.

Con la camiseta de la Selección

En el Mundial de 1978 se consagró campeón en lo que fue su mayor logro como futbolista. Foto: Archivo El Litoral

“Soy un apasionado del fútbol”
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Leopoldo Luque. El ex Guadalupe y Atenas habló de sus comienzos en la Liga Santafesina. Destacó el esfuerzo de quienes lo ayudaron para llegar a ser profesional. Foto: Archivo El Litoral

Entre homenajes y olvidos

—Dijo que Unión no lo reconoce. Guadalupe y Atenas, que son los clubes de Liga en los que usted jugó, ¿cómo se portaron?

—Guadalupe me reconoció porque don Eladio Rosso, que era el presidente, pasaba por mi casa y me dejaba muchas veces para el colectivo o para un par de zapatillas o unos botines. Para mí, eso era buenísimo y en Atenas me hicieron un homenaje. Yo recuerdo siempre a Atenas porque pasé un año bárbaro y porque no sé si sin querer o queriendo fue el trampolín. Porque ahí yo hice como 38 ó 40 goles. Colón se fijó en mí, porque estaba el “Vasco” Urriolabeitia que me llevó a hacer unos partidos de práctica. Me acuerdo que en el primer partido metí un gol casi de mitad de cancha. Había posibilidades, pero después surgió lo de Unión y el corazón mandó porque yo me crié en Unión. Iba a ver los partidos cuando jugaba Victorio Nicolás Cocco, el “Negro” Sauco, Tremonti, Casal, Vitale y cuando ascendió y se hizo el recorrido por la ciudad, yo iba atrás medio de colado. A mí, el fútbol me enseñó a vivir y que todo se puede. Tuve la suerte de estar con el Papa, con Juan Pablo II, que nos recibió cuando en el ‘79 fuimos a jugar a Italia. Le besé el anillo, me quedé al lado de él y no lo podía creer, porque puede haber muchos personajes en el mundo, deportivos, artísticos, de la política o de lo que sea, pero el Papa es uno de los más difíciles con el que se pueda estar y sin embargo estuve ahí cerca.

No se dio por vencido

—¿Hay que ser fuerte de mentalidad para no bajar los brazos?

—Lo que pasa es que yo soy un apasionado del fútbol como muchos chicos. He conocido un montón de pibes que a los 15 ó 16 años se van de sus pueblos, que han ido a Buenos Aires, que llegaron a los 20 y que como no les hicieron contrato se quedaron libres. Chicos que para no volverse a sus pueblos se quedan trabajando y terminan viviendo en villas, porque no quieren volver como derrotados. Yo siempre fui un tipo muy fuerte mentalmente y me fui a Jujuy, en aquella época que no es como ahora. Cuando fui, demorabas un día y medio en llegar y no tenía plata para venir a visitar a mi familia. Me iba y me quedaba el año entero allá y cobraba 2 pesos, pero estaba convencido de que podía jugar y que tenía ciertas condiciones. No era ni Messi, ni Maradona, pero una o dos jugadas por partido desequilibraba. Por suerte, yo tuve todo el apoyo de mis padres, porque a veces sin estudiar ni nada, lo primero que te dicen es “andá a trabajar”.

—Atando todos los hechos, se nos ocurre preguntarle si cuando ganó el Mundial en el ‘78 sintió que fue su revancha.

—¿Sabés cuándo me pasó por la mente? Cuando tuve la lesión en el brazo, en el segundo partido con Francia. Yo le pedí al médico que por favor me curara e hiciera lo que fuera para poder seguir el mundial. Porque fue una luxación bastante embromada que tuve y luego lo del accidente de mi hermano, que me quebró un poco y me fui de la concentración para ir a Santa Fe. Ahí me senté a hablar con mis viejos y les dije: “me quedo con ustedes”. Mi viejo y mi vieja me hablaron destrozados, porque perder un hermano es duro, pero perder un hijo debe ser tremendo. Entonces empezaron a recordar toda mi trayectoria y lo que yo sufrí estando tan lejos. Eso me sirvió para decidirme y decirme a mí mismo que tenía que seguir. Volví a la concentración y practicaba con un medio yeso, hasta que Menotti me habló y me dijo que íbamos a hacer un buen vendaje y que me iba a poner contra Brasil. Me hicieron ese vendaje que apenas podía mover el brazo y empecé a jugar y terminé jugando así. Todo lo que me pasó a mí fue a base de fortaleza y sacrificio.

En el historial.

Leopoldo Jacinto Luque nació en Santa Fe, el 3 de mayo de 1949. En la selección nacional jugó 45 partidos y marcó 22 goles. En el profesionalismo jugó en Rosario Central (1972, 4 partidos, 3 goles); Unión (1975 y 1981, 59 partidos, 20 goles), River (1875-1980, 176 partidos, 75 goles); Racing (1982, 11 partidos, 2 goles) y Chacarita (1984, 11 partidos). Como entrenador dirigió a Unión, Belgrano de Córdoba, Central Córdoba de Santiago del Estero, Deportivo Maipú, Independiente Rivadavia y Gimnasia de Mendoza. Actualmente, se dedica a la formación de jugadores (categoría menores) en Mendoza.

/// EL DATO