Se abrieron las puertas del orgullo sabalero...

Una lágrima más por Colón

¿Jugaba con Boca o River?, no. Colón llenó su casa en el día de la reinauguración y los hinchas disfrutaron y se emocionaron, asombrándose con un estadio que asombra.

Una lágrima más por Colón

Una impresionante vista aérea del estadio del barrio Centenario en el momento en que se prendieron las luces, que despertaron asombro en la multitudinaria concurrencia.

Foto: info@helivisión.com.ar

 

Enrique Cruz (h)

“Vení, acercate. Mirá algo de la fiesta de mañana, a ver qué te parece”. Era el atardecer del viernes y en el estadio se hacía la prueba de sonido y el ensayo final de lo que se iba a vivir el sábado. Marcelo Maglianesi, uno de los dirigentes cercanos a Germán Lerche en los arreglos del estadio, le dijo a este cronista: “Hace un rato que estoy mirando y me emociona hasta las lágrimas. No soy el único, varios estamos así”. Y no fue para menos. Casi pareció un presagio de lo que se vivió ayer. Por la gente, por esa multitud que abarrotó el Centenario como si se jugara un partido importante, por aquellos “veteranos de guerra” que habrán estado el día en que Colón jugó ante el Boca de Vaca, Marante, De Zorzi, Sosa, Sarlanga, que jugaba en Primera y que llegaba a Santa Fe para enfrentar a un club que estaba en la Liga, el día de la inauguración de la cancha.

Esos “veteranos de guerra” habrán estado el día de la “chilenita” de Mercado, habrán gritado los goles de Alejo y Orlando Medina o se habrán deleitado con la seguridad que transmitía Jorge Sanitá, el capitán de ese equipo de 1965. Son los mismos que desafiaron el frío como en tantas noches de júbilo o tristeza con aquellos equipos de 1968 y 1975, que disfrutaron del sombrerito de Cococho, de la calidad de Carlos López, de la solvencia de la dupla Villaverde-Trossero, de los desbordes del Mencho Balbuena, de las escaladas del Bambi Aráoz por la punta, de los goles de la Chiva Di Meola o más acá en el tiempo, de un Loco González totalmente incluido en los corazones sabaleros (fue el segundo más ovacionado, después del Bichi Fuertes) y del goleador histórico, por supuesto, ídolo total de los sabaleros.

Fue una linda puesta en escena, creativa a la hora de hablar de los comienzos de la historia, del famoso “campito”, de la primera cancha, de las inundaciones que dañaron a Colón y a ese pueblo que supo ponerse, como el club, otra vez de pie. Habló Pelé, también lo hizo Forlán y Rattín. Ellos cayeron en el Cementerio con Santos, Peñarol y la selección. Fueron las víctimas que, sin quererlo ni comprenderlo en su momento, le dieron paso a la leyenda.

Ahí andaba orgulloso Luis López, el que le puso el centro a “Ploto” Gómez en el segundo gol al Santos. “Yo le gané al Santos de Pelé”, dice la camiseta que luce orgulloso “Motoneta” López. ¡Quién le quita lo bailado!... Y también Cristian Castillo, “Chupete” Marini (su gol a San Martín en Tucumán cada día parece más espectacular), Javier López, Pedro Uliambre, Marcelo Saralegui, los dirigentes, las autoridades, los ex dirigentes, todos...

En el campo de juego, los huesos del elefante fueron la mejor escenografía. Eran ciertos, murieron allí, cayeron en ejercicio de sus poderes futboleros vencidos por la grandeza de esas once voluntades con camiseta rojinegra y el fervoroso apoyo de una hinchada que no sabe de razones. Estaban enterrados en ese Cementerio que anoche reabrió sus puertas cada vez más enorme, hermoso, resplandeciente, listo para recibir a los mejores jugadores de América y del mundo. Entiendo al dirigente, entiendo también al hincha. Vale la pena derramar más de una lágrima por tanta historia, por tanto cariño y por tanta pasión. Aquellos muchachos, en 1905, no se daban cuenta del monstruo que estaban generando...