SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI

Eucaristía, camino y vida de la familia

Como cada segundo domingo después de Pentecostés, este fin de semana se celebra la fiesta de Corpus Christi.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe

Nos hemos reunido para celebrar con gozo y gratitud el “sacramento de nuestra fe”, que es Jesucristo presente en la Eucaristía. No nos convoca una idea, nos convoca la presencia viva de Jesucristo como Pan de Vida, centro de nuestra comunión y fuerza misionera de la Iglesia. Ella es pan que nos alimenta en nuestro camino y vínculo de comunión eclesial. Es presencia que nos fortalece y es anticipo que nos hace gustar la plenitud de nuestra esperanza. En la Eucaristía nuestro tiempo es tiempo de Dios. Ella no nos saca del mundo, nos consagra en la verdad (cfr. Jn. 17, 15) y mantiene viva nuestra vocación en el mundo.

Qué triste cuando la celebración de la Eucaristía dominical se privatiza en un acto de piedad individual y no nos hace partícipes en la vida y misión de la Iglesia. No venimos a misa sólo a cumplir con un precepto, venimos a participar y testimoniar nuestra condición de miembros de Cristo en la vida de la Iglesia. No es coherente la imagen de una vida de fe que se alimenta de la Eucaristía, y la realidad de comunidades apostólicamente débiles. Desde la participación en la Eucaristía deberíamos revisar el nivel de nuestra presencia en la vida de nuestras comunidades. Que esta celebración, Señor, al tiempo que fortalece nuestra alabanza a Dios, renueve nuestro compromiso con un Evangelio asumido y vivido.

Eucaristía y familia

La vivencia eucarística que da sentido a la vida cristiana, adquiere una fuerza particular cuando hablamos de la familia. Eucaristía y familia, aunque las podamos distinguir, pertenecen al proyecto de Dios. Así como la Eucaristía tiene su fuente en el amor del Padre que “tanto amó al mundo, que le entregó a su Hijo único” (Jn. 3, 16); así también la familia pertenece a ese mismo designio creador y redentor de Dios. Hay una unidad en el plan de Dios que nos permite comprender la dinámica salvífica de su proyecto. Todo ha sido creado por Cristo y todo ha sido redimido por Él. A ese “todo” creador pertenece la familia. Por ello, es necesario contemplarla desde esa mirada única y providencial de Dios, que se ha hecho Evangelio de Vida en Jesucristo. Esto significa no sólo que la fuente de la familia está en el proyecto de Dios sino que la Eucaristía es, en ese mismo plan y para ella, presencia viva de Jesucristo. Así, la Eucaristía, sostiene su verdad y realización en el tiempo. La Eucaristía no es un lujo, es una necesidad. Este contemplar a la familia desde Dios que ama y no abandona a sus hijos, debe llevar a los esposos a descubrir la Eucaristía como un don para ellos. Cuánta riqueza se percibe en la catequesis familiar cuando los padres descubren en ella esa presencia viva del Señor que cada domingo se renueva para alabanza de Dios y nuestro alimento en la santa misa. La Eucaristía los hace testigos de Vida Nueva para sus hijos.

Santuario de la vida

La familia es “Santuario de la vida”, pero no la dueña de la vida. En el misterio de la vida naciente los esposos participan del amor creador de Dios. Este nuevo ser está llamado a un encuentro personal con Jesucristo y tiene, desde su concepción, un destino trascendente. El contemplar la vida humana desde su origen y destino, nos hace comprender tanto su verdad como nuestra responsabilidad. Cada ser concebido, es un ser único para quien ha sido enviado Jesucristo.

En este contexto de gratitud a Dios por el don de la Eucaristía no puedo dejar de referirme, y de lamentarme, por el tema del aborto y la ofensa a la vida. Con cuánta ligereza se trata la vida del ser concebido, como su ulterior desarrollo. Cuando se pierde respeto por la vida naciente se debilita la conciencia de gravedad moral y la capacidad de respuesta frente a otros ataques que esa misma vida sufre. El tema del aborto compromete el nivel de una cultura. No se trata de un tema privado ajeno a las leyes de la sociedad. Por el contrario, la vida es un hecho público que exige la tutela jurídica por parte del Estado. La coherencia de la fe no admite dudas, donde hay vida existe un nuevo ser que reclama su primer derecho. Ante posibles dificultades habrá que buscar soluciones, pero nunca el aborto será una solución justa y humana.

Eucaristía, camino y vida de la familia

En procesión, el Arzobispo expresó que “hemos venido a testimoniar nuestra fe en la presencia real de Jesucristo”. Foto: Luis Cetraro