Entrevista con Jorge Gentile

“La falta de educación política es un fracaso de la democracia”

El constitucionalista y politólogo sostiene que la formación ciudadana es imprescindible para mejorar la calidad de los gobiernos. La democracia adversarial y la hegemonía en el proyecto del kirchnerismo.

a.jpg

“El Estado debe ser el árbitro, o quien procese los conflictos. No trazar una línea entre amigos y enemigos”.

Foto: Guillermo Di Salvatore

Emerio Agretti

[email protected]

—¿A qué apunta el planteo sobre la dimensión moral del voto?

—La democracia en Argentina ha tenido sus éxitos importantes, en 27 años hemos logrado una continuidad de gobiernos elegidos por el pueblo, con crisis económicas complejas, pero nadie consideró necesario recurrir a un golpe de Estado. Además se ha puesto sobre el tapete el tema de los derechos humanos, el rol de la mujer se ha visto enaltecido, y se trajeron a la consideración pública derechos que antes no se tenían en cuenta, como la ecología, el derecho a la información, las nuevas tecnologías, la consideración de las minorías.

Sin embargo, el sistema republicano está seriamente afectado por la forma en que se ejerce el poder, esta concentración, esta democracia autoritaria que tiene por modelo el venezolano, que también siguen Nicaragua, Ecuador y Bolivia. Y que en nuestro caso implica, por ejemplo, que el gobierno no tenga presupuesto, que las decisiones fundamentales se tomen por decretos de necesidad y urgencia o legislación delegada, que no se respeten las decisiones judiciales, y los casos de corrupción. Pero no hay que olvidar que tenemos el gobierno que votamos. Si no sabemos votar, no vamos a tener buenos gobiernos.

—¿Y cómo se puede prevenir ésto?

—Quizá el fracaso más grande de la democracia ha sido que no se ha logrado implementar una buena educación política. Han fracasado los partidos en eso, a partir de que la Constitución desde 1994 lo establece como una de sus funciones y a eso están destinados parte de los recursos que reciben. La universidad tampoco ha cumplido con ese cometido, porque las facultades de Ciencias Políticas no forman políticos, sino auxiliares de la política: encuestadores, expertos en marketing, en análisis político.

En otros países -la Escuela de Administración en Francia, la Fundación Getulio Vargas en Brasil- forman políticos. Y acá nos haría falta. Este instituto Jacques Maritain, que yo presido en Córdoba y cuyo vicepresidente es Fabián Jerkovich, de acá de Santa Fe, está empeñado en, a través de cursos, posgrados, y otras actividades, formar una clase política eficiente y más estable. Porque en los últimos tiempos, si hacemos una comparación con los países vecinos, falta formación y se han debilitado los partidos políticos.

Acá en 2001 se decía: “que se vayan todos”. Y bueno, se fueron algunos, y los que vinieron no mejoraron la calidad de la política. Y eso va a seguir pasando en la medida en que no haya formación política.

—Esto involucra a todos los ciudadanos...

—Los ciudadanos tenemos que asumir que todos somos políticos, porque tomamos decisiones políticas. No sólo al votar, sino también a través de otros institutos, que aquí no se han implementado, como son la consulta popular y la iniciativa popular; institutos de democracia semidirecta que en otros países tienen un uso muy frecuente.

Necesitamos mayor conciencia de la ciudadanía y esto es lo que estamos tratando de hacer en estas charlas y conferencias, donde a la vez tratamos de explicar debidamente el sistema político y los mecanismos electorales.

—Lo que también parece necesario establece es una cultura del debate.

—Algunos teóricos post-marxistas, como es el caso de Ernesto Laclau y Chantal Mouffe -pensadores a los que siguen muchos personeros del gobierno- plantean que la democracia debe dar significación a los aspectos adversariales de la política, trazando una frontera entre los reclamos de la sociedad y los enemigos de esos reclamos. Y por eso es que permanentemente nos encontramos con esta dialéctica, que no significa debate, sino que es señalar a los enemigos del pueblo -Magnetto, el cardenal Bergoglio, la Sociedad Rural- y trazar una frontera, como expresión de esta democracia adversarial. Esto no se compadece con el sentido de bien común que tiene la democracia, el principio de fraternidad y de amistad cívica que deber reinar, aún cuando haya diferencias políticas.

—¿Y cuál debe ser el rol del Estado?

—El Estado debe ser, en todo caso, el árbitro o quien procese los conflictos. En la democracia los “enemigos” o las minorías no están exiliados, ni están presos, ni están solamente protestando en las calles. Están en los parlamentos, en los órganos deliberativos. Porque se quiere en ese debate, en ese intercambio de ideas, no denigrar al otro. Como sucedió acá en la discusión por la ley de Medios, o de matrimonio, que no hubo debate sino la necesidad de suplantar una hegemonía por otra, como también se plantea en el pensamiento de estos teóricos. A una concentración de medios se le opone otra que la suplante, no un sistema pluralista como ocurre en otros países, con la BBC, la RAI, la Televisión Española. Acá los medios del Estado son los medios del partido de gobierno, y tienden a esta dialéctica que ya no es solamente por razones de clase, sino por distintas razones que permiten establecer enemigos y consolidar una hegemonía.


Perfil

Jorge Gentile es doctor en Derecho y Ciencias Sociales, ex diputado nacional por la Democracia Cristiana y convencional constituyente de la provincia de Córdoba, docente y académico universitario, observador de elecciones internacionales y autor de obras sobre derecho constitucional, ética jurídica, derecho parlamentario y reforma política. Es presidente de la filial cordobesa del Instituto Argentino Jacques Maritain.