La poesía de Yeats

 

A un niño que baila en el viento

Allí, sobre la costa, baila;

¿por qué ha de importarte

el rugido del viento o del agua?

Y despeina tu pelo

que las gotas de sal han mojado;

por ser joven, aún no has conocido

el triunfo del necio, ni tampoco

perdiste un amor tan pronto conquistado,

ni viste al mejor trabajador muerto

con sus gavillas sin atar.

¿Entonces, por qué has de temer

al monstruoso grito del viento?

Una capa

De mi canción hice una capa

la cubrí con bordados

de viejas mitologías

desde el cuello hasta el talón.

Pero los necios la tomaron

y la usaron a la vista del mundo

como si ellos la hubiesen labrado.

Canción, déjalos tomarla,

porque hay mayor aventura

en caminar desnudo.

Meditación en tiempos de guerra

Por un latido de la arteria

sentado sobre esa vieja piedra gris

bajo el viejo árbol quebrado por el viento

supe que uno es lo animado

y la humanidad inanimada fantasía.

Lo que se perdió

Canto lo que se perdió y temo lo conquistado;

camino en una batalla que se lucha una y otra vez.

Mi rey es un rey perdido; mis hombres, perdidos

soldados.

Pueden correr los pies hacia el levante y el ocaso,

siempre golpean sobre el mismo guijarro.

La espuela

Es horrible, piensas, que lujuria y rabia

deban bailar para llamar mi atención en la vejez;

no me fastidiaban tanto cuando era joven.

¿Acaso tengo otra cosa que me incite a cantar?

Junto a Joyce, Beckett y Bernard Shaw, William Butler Yeats (1865-1939, Premio Nobel 1923) fue uno de los grandes que Irlanda legó a la literatura del siglo XX. Su poesía (en gran parte ordenada merced a las sugerencias de Ezra Pound, que oficiaba de secretario) reconoce la influencia de la mitología celta irlandesa, del simbolismo y de William Blake. Delia Pasini, que tradujo y anotó una destacable “Antología poética” bilingüe de Yeats que acaba de publicar Losada, escribe que en su poesía “se manifiesta una tensión entre el más allá y la sensualidad terrena”, “escrita desde el recogimiento y la emoción”. De esa antología transcribimos a continuación algunos poemas.

Los Reyes Magos

Hoy, según siempre puedo ver con el ojo de mi mente,

en sus tiesas ropas pintadas, a esos pálidos insatisfechos

aparecer y desaparecer en la azul vastedad del cielo

con sus ancianos rostros como piedras golpeadas por la lluvia

y sus yelmos de plata oscilando uno al lado del otro.

Y los ojos aún fijos, esperando ver otra vez,

insatisfechos por la turbulencia del Calvario,

el misterio incontrolable del suelo bestial.

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William Butler Yeats, fotografiado por Edward Steichen.