Esperando el 24 de julio

Rogelio Alaniz

El 24 de julio los santafesinos elegiremos gobernador e intendente. Hoy el favorito de las encuestas para la Casa Gris es Antonio Bonfatti, pero a la hora de la reflexión política el pronóstico de una encuesta quiere decir algo, aunque no mucho. Por lo pronto, la gestión de Hermes Binner tiene un alto grado de aceptación y las internas han demostrado que el gobernador puede transferir votos.

Al respecto, y atendiendo a lo sucedido en Rosario, es necesario reconocerle a los socialistas una virtud interesante: han logrado internalizar en la opinión pública rosarina que lo que vale no es un líder sino una administración “socialista”. En un país infestado de populismo y de culto a la personalidad, esto es un mérito, un mérito que merece reconocerse. No sé si en la provincia de Santa Fe los socialistas han logrado el mismo objetivo. Por lo pronto, está claro que la gestión de Binner ha sido aprobada por la sociedad.

Pero no todas son rosas para el pa rtido que reivindica a esa flor como símbolo partidario. El socialismo es fuerte en Rosario, pero le cuesta mucho salir de ese perímetro urbano. Héctor Cavallero, que llegó a ser el líder más carismático del socialismo, creyó que esa carencia se resolvía aliándose con el peronismo. No le fue bien; se quedó sin el sillón del partido y sin el sillón de la Casa Gris.

Los actuales dirigentes socialistas han propuesto una alianza más en sintonía con la tradición partidaria. Ello explica el acuerdo con la UCR y otras formaciones políticas, acuerdo extensivo a algunos desprendimientos del peronismo, desprendimientos que nunca han sido significativos ni en votos ni en aportes intelectuales ya que en más de un caso han sido aventuras personales que se venden como la encarnación de la célebre “pata peronista” en el Frente.

Definida la estrategia acuerdista, la pregunta a hacerse es la siguiente: ¿Han hecho las alianzas porque consideran que para conquistar una mayoría política y resolver los problemas de gestión es necesario un esfuerzo mancomunado o la han hecho por estrictas razones de conveniencia electoral? La pregunta no admite respuestas lineales, entre otras cosas porque las alianzas se pueden forjar atendiendo los dos criterios: la evaluación estratégica para administrar y transformar a la provincia y la especulación electoral interna para fortalecer una estructura partidaria.

Sin embargo, tal como se presentan los hechos, daría la impresión de que en la actual conducción del socialismo lo que predomina es la tendencia a forjar acuerdos imponiendo criterios hegemónicos. Nunca se sabrá si estos reflejos provienen de concepciones “movimientistas” o de las pícaras “roscas” universitarias en donde lo que valía era la habilidad para tramar grandes intrigas o tejer escabrosas trenzas.

Desde una perspectiva más general, podría decirse que la estrategia socialista de acumulación política, particularmente la liderada por Binner, abreva más en la tradición movimientista del populismo que en las experiencias que el propio socialismo invoca: la Concertación chilena y el Frente Amplio uruguayo. El liderazgo de Binner contribuyó a reforzar esta tendencia que, en el mejor de los casos, concibe a los partidos aliados como recolectores de votos con escasa y nula intervención en las decisiones políticas trascendentes. El problema es que esta concepción, reñida con el discurso fundante del Frente Progresista, genera en el cotidiano político tensiones y recelos que podrían llegar a debilitar toda una estrategia.

Antonio Bonfatti está muy bien posicionado en estas elecciones, pero el malestar de los radicales y otros aliados es manifiesto. Y si bien los dirigentes de la UCR cumplirán sus compromisos electorales, no sé si se podrá decir lo mismo del voto radical, un voto que en estos días no cuenta con la mejor predisposición anímica para votar por un candidato socialista.

Puede que estas disidencias hoy no sean fuertes -y sería deseable que no lo fueran- pero también sería valioso para la política local que los dirigentes del Frente -y los binneristas en particular- entiendan que todo acuerdo exige la confianza entre los socios. Es verdad que la política es la áspera lucha por el poder y que allí no hay mucho lugar para la ingenuidad, pero es necesario entender que lo opuesto al ingenuo no es el tahúr, sino el político de ideas claras y actos claros. Importa insistir que a Maquiavelo hay que pensarlo como el teórico de las grandes transformaciones nacionales, no como el intrigante de las pequeñas rencillas internas.

El gran protagonista de estas elecciones parece ser Torres del Sel. Digo esto con la absoluta tranquilidad de que no lo voy a votar porque no comparto el criterio de hacer política renegando de la política. ¿Sorprende su performance? Más o menos. En la provincia donde Reutemann ganó elecciones cuantas veces se lo propuso, no debería llamar la atención que un candidato de la farándula sea bien recibido.

Torres del Sel es el candidato del Pro, pero en términos reales a los votos los recoge del peronismo y de un electorado independiente reacio a la política y los políticos. Ese electorado independiente proviene de diferentes tradiciones, pero en los últimos años se ha identificado con Reutemann como ahora lo hace con Torres del Sel. Se dirá que Reutemann y Torres del Sel no son lo mismo. Yo diría que no lo son en los detalles, pero lo son en lo fundamental. El electorado de Torres del Sel proviene de esa amplia base social que supo identificarse en las dos últimas décadas con el “filósofo de Guadalupe”, por lo que muy bien podría decirse -sin exagerar demasiado- que su candidatura se parece más a la de una facción interna del peronismo que a una propuesta del Pro.

La célebre fábula que asegura que si un animal ruge como un león, tiene melena de león, corre como un león y ataca como un león, es un león, puede hacerse extensiva a Torres del Sel, ya que si sus asesores son peronistas, sus colaboradores son peronistas, sus candidatos son peronistas, no cuesta mucho inferir que es peronista. ¿Lo es realmente? Lo es en las singulares condiciones históricas de la Argentina. ¿Pero no es el candidato de Macri? Si y no. Lo es en términos formales, pero si sus colaboradores, candidatos y votos provienen de este singular peronismo santafesino, no es ni más ni menos peronista que lo que fue Reutemann.

Podemos admitir que Torres del Sel no es peronista por más que sus votos y sus colaboradores lo sean. Puede ser. Sí queda claro que no es kirchnerista, que su candidatura confronta con el oficialismo nacional y en ese sentido el voto a Torres del Sel es un voto opositor, desde la derecha o desde el apoliticismo, pero opositor al fin. Los seguidores de Rossi aseguran que Torres del Sel no es peronista, ya que ellos vendrían a ser los titulares reales de esa identidad política, aunque, tal como se presentan los hechos, daría la impresión de que hoy más que titulares reales del peronismo santafesino son apenas sus titulares jurídicos.

También en este caso, en el peronismo se ha producido una escisión entre los dirigentes y su electorado. Perotti puede encabezar la lista de diputados de Rossi, pero es muy dudoso que sus votantes lo acompañen. Es en ese electorado -que votó a un candidato que hizo campaña diciendo que no era opositor a Cristina pero tampoco oficialista- donde se van a registrar las mayores deserciones.

Lo que ocurre en el orden provincial se expresa con sus singulares modalidades en nuestra ciudad. El peronismo, de hecho, lleva dos candidatos: Wagner y Campanella. Tan difusas son las identidades de los candidatos peronistas que muy bien podrían invertirse las representaciones sin que ello alterara el producto final. Campanella candidato del peronismo y Wagner de Torres del Sel: ¿Sería algo extravagante? Para nada.

Curiosamente, quien exhibe todas las credenciales y atributos tradicionales del peronismo es el candidato de Torres del Sel, es decir, Campanella. Peronista de toda la vida, amigos y adversarios creyeron durante mucho tiempo que su destino político era abrir y cerrar el local del Partido Justicialista. No fue así, aunque algunos empecinados siguen creyendo lo mismo

¿Y Wagner? Con todo respeto, hasta ahora presumo que su principal capital político son sus ojos azules y su principal antecedente militante es haber sido el médico de cabecera de Maguid. A no desesperar, en Santa Fe se han elegido intendentes con mucho menos virtudes.

Por su parte, José Corral se presenta como el muchacho lindo, inteligente y bueno. Son demasiadas virtudes para esta ciudad, motivo por el cual le sugeriría que se preocupe por inventarse algún defecto interesante, porque las elecciones, bueno es saberlo, también se ganan con defectos.

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Antonio Bonfatti

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Roberto Campanella

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Agustín Rossi

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José Corral

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Miguel Torres del Sel

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Eduardo Wagner