La independencia productiva

Los postulados que motivaron la declaración de la independencia cobran vida en el escenario mundial que demanda nuestros recursos productivos. El suelo y la diversificación, una cuestión de Estado.

Federico Aguer

[email protected]

En el día de la declaración de nuestra independencia, está bueno tener en cuenta todo lo aprendido en la escuela sobre la trascendencia que tuvo este evento para la conformación orgánica de lo que debía ser un país. Esta declaración de principios fundantes, verdadero corolario del revolucionario anuncio de la libertad y de la consiguiente Asamblea del año 1813, afirmó la vocación argentina de empezar a andar solos en el concierto de las naciones.

En el actual escenario mundial, el evento de Tucumán, lejos de ser una imagen del pasado, cobra vida de manera cotidiana, ante la necesidad de aferrarse a esos principios para que sustenten la construcción del futuro.

Esta campaña gruesa 2010/2011 que finaliza, la cosecha de soja reportará ingresos por más de $ 64.000 millones, a los valores de cotización actuales. En concepto de retenciones, al fisco nacional le van a quedar más de u$s 9.000 millones, ya que toda la soja de la Argentina se exporta en forma de porotos, aceite, harina y biodiésel. Pero para que este sideral volumen de divisas no sea pan para hoy y hambre para nuestros hijos, es imperativo considerar al suelo como un recurso nacional perecedero.

“La conservación de ese recurso, conmemorado cada 7 de julio, es la base de la pirámide de los sistemas agrícolas sustentables: cuando un suelo se degrada intensamente por erosión, contaminación o salinización, la pérdida de su productividad puede ser irreversible o su recuperación tornarse económicamente inviable”, dicen desde INTA. “El control de la erosión, el incremento de la materia orgánica y de la fertilidad del suelo y el uso eficiente del agua constituyen los pilares sobre los que se asienta la producción sustentable”, agregó Roberto Casas, director del Centro de Investigación de Recursos Naturales de la entidad, para quien la utilización de buenas prácticas de manejo del suelo permite intensificar los sistemas productivos. Como políticas de Estado deben plantearse alternativas productivas y de liberación de mercados de cereales, las que fomenten dejar de lado el monocultivo, una práctica que acelera los procesos de degradación del recurso.

Finalmente, al agregar valor, fomentar las inversiones genuinas locales, para que las proteínas que produzcamos se queden acá, tal como advirtieron algunos expertos convocados en Santa Fe para analizar los desafíos de la cadena porcina.