Editorial

Y la pobreza no se reduce

La presidenta acaba de decir que en la Argentina se ha “democratizado” el crecimiento y que éste llegó por fin a sectores que antes “tenían la ñata contra el vidrio”. Lo planteó mientras inauguraba junto a Evo Morales el gasoducto Juana Azurduy, que facilitará la provisión del fluido desde Bolivia.

Se estima que este año la Argentina crecerá por encima del 7,5%, lo que representará el segundo año consecutivo de expansión elevada de la economía luego de la recesión de 2009, provocada por una crisis financiera mundial que fue sorteada con éxito por el país. Ahora, el contexto externo sigue siendo favorable, el consumo interno crece y el desempleo se mantiene relativamente bajo.

Sin embargo, pese al discurso presidencial y a medidas importantes como la Asignación Universal por Hijo para familias indigentes, la pobreza continúa siendo una deuda pendiente en el país.

Para el Instituto Nacional de Estadística y Censo (Indec), entre 2006 y 2010 la pobreza bajó del 29,2 al 9,9%. Pero según un estudio del Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) realizado a fines de 2010, los niveles pasaron del 32,2% en 2006, al 29,6% el año pasado.

La enorme diferencia surge, básicamente, del hecho de que el Indec toma como medida índices inflacionarios ficticios que arrojan una canasta básica manipulada en sus valores.

Según otro informe, en este caso elaborado por la consultora Equis -cercana al gobierno- y publicado por el diario La Nación, la mitad de la población de la Argentina oscila entre la pobreza plena y el riesgo inmediato de caer en ella. Para la consultora, los pobres representan el 20,7% de la población activa, mientras que otro 30,4% de argentinos está en una situación de riesgo inmediato de ingresar a esa franja.

Es que, mientras el Indec calculaba en diciembre del año pasado una canasta básica de $ 1.252, la consultora la estimó en $ 1.837. En el caso de la indigencia, la canasta publicada por el Indec fue de $ 578, mientras que la de Equis asciende a $ 871.

Es verdad que el consumo interno se mantiene elevado y que esto favorece a la producción, pero también es cierto que la inflación carcome el poder adquisitivo. La carrera precios-sueldos parece no tener fin, y si no se toman medidas de fondo y a tiempo, puede volverse un problema estructural para la economía argentina.

Los niveles de desocupación no parecen ser alarmantes. Sin embargo, existe un “núcleo duro” de población que está fuera del sistema y que no cuenta con la formación suficiente como para desarrollar trabajos dignos. En las actuales condiciones es difícil que estos argentinos logren salir del cono de sombra de los excluidos.

Resultaría injusto responsabilizar a este gobierno por los elevados índices de pobreza. Se sabe perfectamente que la actual situación forma parte de un proceso que lleva décadas y que se profundizó durante los noventa. Sin embargo, negar la dureza de la realidad de nada servirá. Ocultar la verdad, no traerá soluciones; por el contrario, profundizará la problemática.