Las decisiones marcan nuestro destino

Por Rubén Panotto (*)

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Cuando hablamos de las decisiones que marcan, pensamos solamente en aquellas muy importantes que significan felicidad o desgracia, éxito o fracaso, vida o muerte. Debemos aceptar que las decisiones forman parte permanente de nuestro camino en el día a día. Algunas son fáciles y cotidianas y otras difíciles e importantes, que pueden afectar el resto de nuestras vidas, para bien o para mal.

Entre las importantes se puede señalar la carrera o profesión de nuestra vocación, con quién habremos de formar una familia, qué educación le daremos a nuestros hijos y el lugar donde viviremos. Si hablamos de las fáciles y cotidianas, se puede mencionar la alimentación, la ropa, el deporte, esparcimiento, los hobbies. Todo el tiempo estamos eligiendo y con ello vamos trazando nuestra existencia, única e irrepetible. Así descubrimos que el destino predeterminado y fatalista no es tal, pues nuestras elecciones se van cruzando con las de los demás para ser “yo, y mis circunstancias”.

El Lic. Carlos Corredor, director de Baquia, empresa de nuevas tecnologías y negocios, expresa que toda elección tiene una paradoja y lo resume con la expresión: “Cuando lo poco es mucho y lo mucho es nada”. Eso sintetiza la incertidumbre de una persona en tiempo de decisión. ¿Quién no se ha sentido paralizado alguna vez al momento de decidir entre varias opciones en su vida? Y está fácilmente demostrado que el exceso de ofertas, en lugar de ayudar, provoca un efecto contrario. Cada vez que vamos al supermercado, quedamos perplejos frente a las góndolas; al mismo tiempo, tenemos que decidir entre leches enteras, fortificadas, larga vida, yogures cero grasa, cero colesterol, quesos light, con sal, sin sal, etc. Cuando esto nos ocurre frente a los exhibidores de artículos de perfumería, vinoteca, o simplemente galletitas y golosinas, con cierto grado de pudor, tomamos el producto de siempre, o disimuladamente decidimos no comprar nada, atosigados por semejante variedad de propuestas. Lo mismo nos ocurre en los restaurantes que ofrecen cartas con infinidad de platos, con nombres extravagantes y difíciles de recordar, para terminar eligiendo la histórica milanesa con fritas.

Eso indica que la sobreoferta llega a saturar al consumidor, quitándole la capacidad de llevar a cabo la debida elección. Hace un tiempo observé en el interior de un Banco, una oferta de préstamos personales a otorgarse en 30 minutos. Un pequeño grupo de personas esperaba ser atendido, lo que denotaba la falta de interés y preferencia por ese producto.

Satisfacción en lo que se elige

Todos pasamos por la misma situación en tiempos de decisiones. Nos afecta el temor a equivocarnos, a cometer errores que lamentaremos, a decepcionar u ofender a otras personas o arrepentirnos de por vida por apresurarnos.

Debemos saber que nadie nos obliga a elegir lo que no nos convence. Somos libres de no decidir por algo que no estamos seguros de que sea bueno. Esa actitud ofrece una seguridad propia que va más allá de los resultados esperados o deseados. Por otra parte, nuestras elecciones deben estar en consonancia con los valores éticos y morales que pregonamos. Si incorporamos los valores de la honestidad y la verdad, entonces no aceptaremos una proposición de trabajo, por ejemplo, en la que tendríamos que engañar y mentir, aunque fuera muy atractiva la oferta económica.

Por lo general cuando elegimos tenemos como premisa conocer los resultados aproximados que obtendremos, no obstante desconocer el proceso que conlleva a que esa elección nos resulte acertada. Algunos especialistas aconsejan que aun sin contar con la información necesaria, usemos la intuición ejercitada por la experiencia y la recomendación de personas de nuestra confianza para -en todo caso- errar lo menos posible. Un proverbio dice que “en la multitud de consejeros está la sabiduría”, de manera que si podemos acceder a un equipo de tal naturaleza, tendremos mayor certeza de ir por buen camino.

Elegir es construir, es escoger, es vocación, es un llamado. Si hoy fuese el día de la elección más importante de la vida, con certeza se buscaría el consejo, la consulta y orientación de personas de nuestra confianza, ya que toda decisión, aunque parezca personal y privada, no deja de afectar al propio entorno.

El gran maestro Jesucristo fue más allá de las alternativas cuando él mismo se presentó como el camino, la verdad y la vida. Y en cuanto a la forma acertada de elegir, resulta amorosamente novedoso cuando declara: “Porque no me eligieron ustedes a mí, sino que yo los elegí a ustedes para que vayan y lleven fruto que permanezca...”.

Las decisiones para la vida no son un juego de azar, ni un acertijo tramposo, mientras sepamos buscar con humildad el consejo de los sabios. Y si éstos escasean, es muy importante compartir nuestros dilemas en el seno familiar y con los seres amados, la mejor opción que no llevará a puerto seguro.

(*) Orientador Familiar

En Familia

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Elegir es construir, es escoger, es vocación, es un llamado.

Foto: Archivo El Litoral