Un mundo de niños, deseos y fantasmas

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El escritorio y el sillón que Charles Dickens usó para escribir muchas de sus últimas obras, entre ellas la gran novela “Grandes esperanzas”.

Foto: Archivo El Litoral

Fabricio Welschen

“Como mi apellido es Pirrip y mi nombre de pila Felipe (Philip), mi lengua infantil, al querer pronunciar ambos nombres, no fue capaz de decir nada más largo que Pip. Por consiguiente yo mismo me llamaba Pip, y por Pip fui conocido en adelante”:

Así comienza la novela Grandes esperanzas de Charles Dickens, una de sus mejores novelas, junto con Casa desolada (1852-1853), además de ser una de las grandes obras de la literatura universal de todos los tiempos.

Grandes esperanzas (Great Expectations) comenzó a ser publicada por entregas en diciembre de 1860 hasta agosto de 1861 en la revista All the year round, cuyo propietario era el mismo Dickens. En el mismo año, la novela se publicaría en formato de libro. Han pasado 150 años desde la publicación de esta obra y la misma no ha presentado síntomas de estar decreciendo en la recepción del público por el paso del tiempo.

No es, en principio, la novela de Dickens más conocida entre los lectores (Oliver Twist, David Copperfield y Canción de navidad son obras más populares que ésta) tampoco es la preferida por los estudiosos y los académicos (Harold Bloom y Vladimir Nabokov preferían Casa desolada) (1). No obstante Grandes esperanzas es una de las obras crepusculares del autor, escrita diez años antes de su fallecimiento, en la cual Dickens retoma y reescribe temas, personajes y situaciones que ya había abordado en sus anteriores novelas.

Grandes esperanzas, al igual que David Copperfield, es un Bildungsroman (novela de formación que narra el desarrollo del protagonista desde la infancia hasta la adultez) que es protagonizada por Pip, un huérfano que vive con su autoritaria hermana mayor y con el esposo de ésta, Joe Gragery el herrero, en un humilde hogar. Vuelve a hacerse presente uno de los personajes recurrentes y fundamentales de toda la obra literaria de Dickens, como señala Nabokov: el niño desamparado. Lo ha hecho antes en Oliver Twist, con el personaje homónimo; en Vida y aventuras de Nicolás Nickleby, con Smike; en David Copperfield, con el personaje homónimo; en Casa desolada, con Esther Summerson, Charley y Jo; en Tiempos difíciles, con Ceci Jupe; en Historias de dos ciudades, con la pequeña costurera, entre otras novelas.

Tras visitar a la excéntrica señora Havisham (quien vive encerrada en su lúgubre casa y todavía viste el vestido de novia con el que fue abandonada por su promedio) y conocer a la fría y despectiva Estella, Pip tomará conciencia del ambiente ordinario en el que vive así como de su propia vulgaridad y comenzará a alimentar su deseo de ser un caballero. Deseo que se funda a su vez en el anhelo de Pip de estar a la altura de Estella, de la cual se encuentra enamorado. Y aquí es cuando la narrativa realista de Dickens (que describe un mundo detallista y pintoresco) se combina con trazos fantásticos: Pip recibe un día de la noticia de que un benefactor anónimo le ha otorgado una suma considerable de dinero, lo suficientemente considerable como para que las esperanzas de Pip de llegar a ser un caballero se cumplan.

A partir de ese momento el protagonista se trasladará hacia la obscura y tétrica ciudad de Londres en donde tendrá lugar su formación. A lo largo de la obra Pip se cruzará con distintos tipos de personajes, personajes que pueden caracterizarse de la siguiente manera: personajes bondadosos como Joe Gragery, Biddy, el señor Wemmick (solamente en su intimidad, puesto que en su faceta de profesional es un frío hombre de negocios tal como se cuida de subrayar Dickens en un pasaje final del capítulo LI) y Herbert Pocket. Personajes fríos como la misma Estella, Mrs. Gragery, Mr. Pumblechook y Mr. Jaggers. Los personajes antagonistas constituidos por Orlick y Bentley Drummle que parecen ser una escisión de Uriah Heep, el desagradable personaje de David Copperfield, son los principales oponentes de Pip en la novela. Y finalmente personajes fantasmales que se pasean por la obra de la misma manera que los espectros que pueblan Canción de navidad.

Estos dos personajes fantasmales tienen una enorme importancia en la trama de la novela puesto que la señora Havisham y Magwitch condicionan e influyen en Estella y en Pip respectivamente. Son fantasmas que, renegando de sus pasados, proyectan sus imágenes, deseos y objetivos truncos sobre las vidas de estos dos niños y los condicionan como tal.

Hay una moraleja en la historia de Grandes esperanzas, ya que Pip, que logra su cometido de ser un caballero, al final se da cuenta de que la verdadera felicidad se encontraba junto a personas como Joe Gragery o como Biddy, personas pertenecientes a ese entorno tan humilde y precario del cual Pip se ha alejado. Una moraleja un tanto superficial, puesto que la verdadera maestría narradora de Dickens se encuentra en la utilización de los detalles a la hora de describir su mundo, en la elaboración de perfiles pintorescos para la formación de personajes y en la combinación entre fantasía y realidad. La moraleja de la historia es más bien un accesorio secundario cuya presencia en la novela no es imprescindible.

Tal como lo haría en el siglo XX Jorge Luis Borges en sus cuentos, Dickens en Grandes esperanzas vuelve a reescribir los temas y personajes que ya había abordado en sus anteriores novelas y los plasma en este particular mundo, del que da cuenta bajo una minuciosa descripción, en donde el acoplamiento entre la realidad y los rasgos fantásticos se encuentran a la orden del día.

(1) Véase “Cómo leer y porqué” de Harold Bloom y “Curso de literatura europea” de Vladimir Nabokov.