El festín de las Larus cirrocephalus
El festín de las Larus cirrocephalus
El banquete de las gaviotas en un espectáculo poco conocido
Se ven más porque vuelan menos. Las “capucho gris” se quedan allí, reunidas en el agua, o apenas planeando no muy lejos de la orilla, después de alimentarse a discreción con los peces muertos por el frío.

Las “capucho gris” se sumaron al espectáculo del fin de semana frente al puerto, convocadas por el alimento fácil. Fotos: Luis Cetraro
De la redacción de El Litoral
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Pájaro que comió, no voló; la excepción a la regla es el fenómeno que se pudo apreciar desde las orillas santafesinas en las últimas horas. Son gaviotas “Cabecigris” o de “capucho gris”, atraídas por peces que -muertos por el frío- les ofrecieron un suculento festín.
Tanto comieron que no levantaron vuelo. En el banquete de las gaviotas, la sobremesa extendida se explica por las panzas más que llenas, que suele aumentar la pereza y disminuir la disposición al ejercicio, también en el mundo de las aves.
Para los entendidos como Laura Imhof, licenciada en Biodiversidad y coordinadora de la Reserva Ecológica Ciudad Universitaria, la gaviota lleva por nombre científico el de Larus cirrocephalus.
Del orden de las Charadriiformes; familia Laridae, llevan en ingflés el nombre de Gray-hooded Gull y son una especie no amenazada.
Aunque seguramente la capucha más oscura y el pico enrojecido de los machos en tiempos de celo, sea el dato más simbólico de las costumbres de estas aves a la hora de la reproducción, al menos entre los ciudadanos de promiscua ilustración.
Habitante de zonas pantanosas y humedales, cultora de colonias numerosas, la gaviota Capucho Gris suele estar menos dispuesta en agua dulce, pero no es ajena a regiones como la nuestra, aunque nos siempre ofrece un espectáculo como el de las últimas horas. Prefiere lagunas salitrosas y se la puede encontrar desde el litoral marítimo hasta el norte de nuestra provincia.
A flor de agua
Allí están las aves porque también allí están los peces muertos por el frío. “Las gaviotas están atraídas por ellos como a nosotros nos atrae el olor al asado”, explica en costumbrista metáfora el cholo Mottier, hombre que sabe de chupines pero no desestima las alternativas gastronómicas de tierra adentro.
“El bagre resiste más al frío”, confirma el especialista, casi como destacando la supervivencia del más rústico.
Y a renglón seguido cuenta que también le llamó la atención el tema de la mortandad, pero que en la Prefectura santafesina le descartaron otra causa que no sea la del frío para explicar la mortandad de las especies.
Sujeto empecinado en la sana costumbre de caminar y observar, Mottier se tomó el trabajo de bordear orillas desde el puerto hasta Guadalupe. Y pudo constatar que los peces muertos son especies con escamas: sabalitos, boguitas y machetes. Y menos doraditos.
Pero nada de amarillos, moncholos o patíes. No porque a las gaviotas no les apetezcan, sino porque sus conformaciones biológicas les permiten subsistir mejor a las bajas temperaturas.
Primero el frío, más tarde la mortandad
Dos olas polares seguidas expusieron a los cuerpos de agua a bajas temperaturas que se prolongaron en el tiempo casi sin interrupción. Eso y el nivel bajo del río son las causantes que argumentan desde el Instituto Nacional de Limnología, que depende del Conicet.
María Julieta Parma, investigadora de ese organismo en el Instituto Nacional de Limnología y titular de la cátedra de Ecotoxicología (Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL) así lo confirmó ante la consulta de El Litoral.
“La mortalidad no se da en el día de más baja temperatura”, advirtió la especialista. Observó que incluso las temperaturas máximas durante las dos horas polares impedían a los espejos de agua reponer calor en las horas de pico solar, lo que a su vez supone que tampoco retomaban su metabolismo.
“Estado de debilitamiento” y “baja en las defensas” de los peces sobrevienen a esa situación. Vulnerabilidad, desnutrición, parásitos y procesos bacterianos terminan por explicar el fenómeno.
La investigadora descartó que la cadena alimentaria contagie a las gaviotas, expuestas a diferentes males según sus propias características. Además, aclaró que muchas veces los peces están flotando moribundos pero no necesariamente muertos.
“Eso les da a las gaviotas un recurso que no les representa una dificultad para la captura”, confirmó. Recordó que ya en 2006 hubo un fenómeno de mortandad de peces similar al del presente, pero descontó que el fenómeno está dentro del parámetro de normalidad.
Pescador
El Cholo Mottier confiesa que un buen pescador busca su objetivo allí donde las gaviotas o el biguá se reúnen. “Cuando la mojarra está a flor de agua hay gaviotas; donde hay muchas gaviotas vamos a pescar, porque ahí presumimos que vamos a encontrar al amarillo”. A ojo del experto, el río ofrece indicios aunque siempre se guarda misterios que aún desafían a los más experimentados. Y en ocasiones, del profundo marrón del agua surge un espectáculo inesperado como el de las gaviotas.

/// FICHA TÉCNICA
Nombre Científico: Larus cirrocephalus.
Descripción: Mide 38 cm. Plumaje de otoño-invierno: dorso y alas grises oscuros; puntas de las alas negras; resto del cuerpo blanco, salvo una pequeña “oreja” oscura detrás del ojo; pico y patas rojos; ojo color marfil. En la época reproductiva su plumaje pasa a: capuchón gris intenso en la cabeza. Juvenil: pardusco en la parte posterior del cuerpo y en la inferior blanquecino manchado de castaño.
Comportamiento: Confiada, incluso en cercanías del hombre. Forma grandes bandadas; muy bullanguera. A veces sigue al arado.
Hábitat: campos abiertos, áreas rurales, lagunas, esteros e incluso en costas marinas.
Alimentación: pequeños peces, crustáceos, insectos y sus larvas, también carroña e incluso basura; es una gran oportunista, al igual que el resto de las gaviotas.
Nido: en colonias muy numerosas; suelen reunirse miles en islotes o lagunas. Construye una plataforma en el suelo o sobre la vegetación, de palitos y pastos, donde pone 3 huevos pardos verdosos con manchas negras y grises. Los padres dan de comer a los pichones en el nido con el alimento que regurgitan de sus buches.
Situación: sin problemas de conservación, sus poblaciones son estables.
Distribución: desde Ecuador, Brasil, Uruguay, salvo Bolivia y Chile; en Argentina por todo el norte y el centro-este y costas de la Patagonia.