—¿Lo compró porque le gustó o fue un negocio?

—No, porque me gustó definitivamente. Los dos anteriores que tuve también fueron Golf.

—¿Qué es lo mejor que tiene su VW?

—Es un fierro bárbaro, me encanta mi auto. Es muy confiable, pero por ahí cuando pasa algo ando en un Bora de los de aquí (oficiales de Casa de Gobierno).

—¿Tuvo alguna anécdota graciosa como dejar las llaves adentro o estacionar el auto en algún lugar inconveniente?

—Sí, varias. Por ejemplo en plena calle Cerrito en Capital Federal dejé las llaves adentro de un auto y anduve todo el día a pie, porque no era tan fácil como es ahora. Después, quedarme sin combustible fueron varias las ocasiones. Te cuento una: yendo a estudiar desde General Campos a la facultad de Ciencias Económicas de Concordia, a la altura del km. 248, andábamos en un Citroën y tuvimos que empujarlo con tres compañeros ¡como 1.500 metros! (risas). Pero son grandes recuerdos.

—¿A alguno de los vehículos que adquirió tuvo ganas de prenderle fuego por algún desperfecto mecánico?

—No, de prenderle fuego jamás... Pero a alguno de los que tuve, una patadita le hemos dado (risas).

—¿Le es fiel a la marca?

—Me gusta VW porque tiene autos seguros.

—¿Es de maltratar los autos?

—No, todo normal lo mío. Ni excesivo control de cuidado, ni tampoco de maltratarlo, para nada.

—¿Cuál es el auto de sus sueños?

—No, no tengo uno que me vuele la cabeza. A mí me gustan los autos que no me dejen a pie, que sean seguros y que no sean tan veloces, porque no soy de andar rápido.

—¿Qué consejo le daría al automovilista de calle?

—Que no vayan tan rápido, porque hay autos muy veloces pero a las rutas todavía les falta. Si bien todos estamos trabajando mucho en eso, todavía no son tan seguras o aptas para vehículos de alta velocidad. Por lo tanto, propongo que se vaya con precaución, que sepamos que el prójimo que está circulando en la ruta necesita también del cuidado y cautela de nosotros.