Celebró sus 90 años

Esther Williams, la sirena que reina en Hollywood

a.jpg

Toda la belleza de la recordada actriz en plenitud. Foto: Archivo El Litoral

 

Ana María Zancada

Tal vez las nuevas generaciones ni siquiera hayan escuchado su nombre, pero para los que sumamos varias décadas ella era “la sirena de Hollywood”, apodo que según dicen le puso Clark Gable. Lo cierto es que Esther Williams fue una rutilante estrella de la MGM, que tuvo luz propia llenando las salas de cine del mundo entero por varios años. Pero el tiempo pasa para todos y la rutilante sirena acaba de cumplir noventa años.

Nació en California el 8 de agosto de 1921 bajo el nombre de Esther Jane Williams. Desde muy pequeña se movió en el agua como en su natural elemento. Como nadadora fue ganando posiciones hasta pertenecer al equipo que viajaría a las Olimpíadas de Helsinski. Eso era en 1939. El comienzo de la Segunda Guerra Mundial frustró sus aspiraciones. El destino le tenía reservado un papel más importante.

Dejando atrás una incipiente carrera universitaria, entró a trabajar en los grandes almacenes de Wilshire Boulevard a la vez que hacía de modelo para ropa deportiva. Su estilizada figura, una sonrisa luminosa y un dominio total de los movimientos en el agua le sirvieron para que fuese contratada para actuar en un espectáculo junto a otra gran figura de la natación del momento, Johnny Weissmüller, que ya era para ese entonces el apolíneo y acartonado Tarzán de Hollywood.

Pero es allí que reaparece un antiguo novio de la universidad, Leonard Kovner, que luego de mucha insistencia se convierte en su marido. Esther contrae matrimonio y de modelo de pasarela se convierte en una dedicada ama de casa. Pero evidentemente esa vida no era para ella.

Ya los cazatalentos de Hollywood habían reparado en su presencia y durante un año insistieron para que firmase un contrato. Finalmente la convencieron y tirando por el aire ollas y sartenes, Esther dio un portazo a la rutina hogareña y entró a formar parte del mágico y glamoroso mundo de las comedias musicales.

Nace una estrella

Su primera película fue en 1942, junto a Mickey Rooney, en un papel insignificante. Ella insistía en tomar clases de actuación para mejorar su imagen. Pero muy pronto la pantalla dejó ver su figura y simpatía cautivando a un público ávido de comedias pasatistas y coloridos escenarios.

En su segunda película fue la prometida de Van Johnson en “Dos en el cielo”, en 1943 y luego con “Escuela de sirenas”, 1944, ya no hubo dudas. Había nacido una estrella que llenaba las salas y seducía al público, luciendo siempre espléndida, dentro y fuera del agua, emergiendo impecable luego de saltos que cortaban el aliento, entre fuegos artificiales, luces de colores, trampolines, flores, bañistas de ambos sexos, esquí acuáticos. No había límites para el despliegue de escenarios, piletas olímpicas, ballets acuáticos. Ella emergía como una verdadera diosa de las aguas, sin que se moviese un solo detalle de su peinado, su maquillaje y luciendo su eterna sonrisa.

Ni siquiera el canto y el baile le fueron ajenos como lo demostró en la película “Fiesta brava” (1947), junto a Ricardo Montalbán, donde hasta se atrevió a enfrentarse a un bravo Miura... Oh! Delirios de la fantasía hollywoodense!... La década del ‘40 termina con “En una isla contigo”, compartiendo cartel nuevamente con Ricardo Montalbán, Jimmy Durante, Peter Lawford y el infaltable Xavier Cugat, con su orquesta y sus minúsculos perritos.

Al comenzar los ‘50 siguen los éxitos siendo dirigida por Mervin Le Roy, Charles Walters, que logra una escena increíble donde nuestra estrella hace piruetas en el fondo del mar con nada más ni nada menos que Tom y Jerry.

Éxito arrollador

Fueron años de arrollador éxito con una veintena de films que se convirtieron en verdaderos éxitos de taquilla y la consagraron como una rutilante estrella. Tampoco faltaron los romances, pero en la vida real.

Cuando estaba en Roma, filmando “La hija de Neptuno”, compartiendo cartel con Jeff Chandler, tuvo un fogoso affaire con su compañero de cartel ella estaba todavía casada con su segundo marido, Ben Gage. Cuando estuvo en Buenos Aires, en 1991, a requerimiento de los periodistas, declaró: “Pienso que una vez en la vida uno tiene derecho a tener un romance glamoroso. Además estábamos en Roma y pensábamos que nadie se iba a enterar...”.

Pero el tiempo iba pasando y el público cambiaba sus preferencias. Terminada su carrera con la Metro, emprende una etapa como actriz independiente, donde no tuvo tanto éxito como en la anterior.

De esa época fueron “Sombras en la noche”, “Momento inesperado”, ambas de corte dramático y “El gran espectáculo” con Cliff Robertson como coprotagonista. Mientras se divorció de su segundo marido y se casó con un actor con quien tuvo tres hijos.

Pero el verdadero y definitivo amor llegó cuando conoció al “latin lover” Fernando Lamas. Éste venía ya de tres matrimonios anteriores: la argentina Perla Mux, Lydia Babacci y Arlene Dahl, con quien tuvo a Lorenzo, actor también.

Esther se enamoró perdidamente de él al punto que cediendo a las presiones del “machou de las pampas”, dejó su carrera para convertirse otra vez en ama de casa. Con una estrella en la familia bastaba. Este matrimonio duró hasta la muerte de él en 1981. En alguna ocasión Esther declaró que fue el amor de su vida y aún hoy lo recuerda con especial cariño.

Empresaria

De todas formas su carrera en el cine estaba terminada. A principios de la década del ‘60, la actriz descubrió su talento empresarial y lanzó una línea de trajes de baño, fue propietaria de una cadena de restaurantes y abrió una escuela de natación para niños. Otra fuente indica su costado solidario, mencionando su preocupación al enseñar a nadar a los niños ciegos del Hogar para Disminuidos visuales de Los Angeles.

En la década del ‘90 mostró nuevamente su capacidad para estar “en la cresta de la ola”, al publicar su filoso libro de memorias, “La sirena del millón de dólares”, donde no ahorró detalles sobre su vida en las duras arenas de Hollywood y donde tira por tierra la hombría de más de un galán de entonces.

En diciembre de 1991 estuvo en Buenos Aires, para grabar un programa con Ante Garmaz. En la conferencia de prensa que brindó, lució espléndida a pesar de sus años, con algunos kilos de más que no lograron borrar la gracia de sus años de éxito, con un pantalón negro, blazer blanco, pañuelo rojo al cuello y grandes aros dorados. Vino acompañada de su pareja en la vida amorosa y comercial, Daniel Mañas. Con soltura y sin afectación declaró haber sido la primera y la última estrella en lo suyo. “No tuve heredera”. Fue también en esa oportunidad que se estrechó en un abrazo con la primera esposa de Fernando Lamas, Perla Mux, que estaba entre el público.

Pero ya aquietadas las aguas, gozando de un buen pasar económico, y con buena vista a pesar de los cientos de rumores que la hacían ciega, pero sí en silla de ruedas, la famosa “Sirena de Hollywood”, acaba de cumplir noventa años en su mansión de Los Angeles. El tiempo pasa para todos, pero aún quedan los recuerdos.

b.jpg

Fue una gran estrella que llenaba las salas, cautivando a sus admiradores. Surgía del agua como una verdadera diosa.

Foto: Archivo El Litoral