Sobre “El extranjero”

Sobre “El extranjero”

Una página de “El extranjero” adaptado por Juan Carlos Kreimer e ilustrado por Julián Aron.

La gran novela de Camus, publicada en 1942 -y al menos con la perspectiva crítica que nos depara el más de medio siglo transcurrido, la mejor novela de movimiento existencialista francés- ha sido objeto de una adaptación de Juan Carlos Kreimer y dibujada por Julián Aron, en una historieta inteligente y sugestiva que acaba de editar De La Flor. La publicación incluye el prólogo a la edición norteamericana, escrito en 1955, que aquí transcribimos.

 
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Por Albert Camus

Tiempo atrás resumí El extranjero con una frase que ahora reconozco muy paradojal: En nuestra sociedad, todo hombre que no llora en el entierro de su madre se arriesga a ser condenado a muerte. Yo sólo quería decir que el héroe del libro es condenado porque no juega el juego. En tal sentido es un extranjero en la sociedad donde vive; Mersault erra, marginal, en los suburbios de la vida privada, solitario y sensual. Por este motivo algunos lectores se tentaron a considerarlo un náufrago.

No obstante, se tendrá una idea más exacta del personaje y, en todo caso, más acorde a las intenciones de su autor si uno se pregunta en qué Mersault no juega el juego. La respuesta es simple: se niega a mentir. Mentir no es sólo decir lo que no es. Es también, y sobre todo, decir más de lo que es y, en lo que concierne al corazón humano, decir más de lo que no se siente. Es lo que todos hacemos a diario para simplificar la vida. Al contrario de lo que parece, Mersault no quiere simplificar la vida. Él dice lo que es, se niega a enmascarar sus sentimientos e inmediatamente la sociedad se siente amenazada. Se le pide, por ejemplo, que diga, según la fórmula de rigor, que se arrepiente de su crimen. Él responde que al respecto soporta más fastidio que pesar verdadero. Y este matiz lo condena.

Para mí, por lo tanto, Mersault no es un náufrago sino un hombre pobre y desnudo, enamorado del sol que no deja sombras. Lejos de estar privado de toda sensibilidad, lo anima una pasión profunda, tenaz... la pasión por el absoluto y la verdad. Se trata de una verdad aún más negativa, la verdad de ser y de sentir, pero sin la cual ninguna conquista sobre uno mismo será jamás posible.

Nadie se equivocará mucho leyendo en El extranjero la historia de un hombre que, sin ninguna actitud heroica, acepta morir por la verdad.

También me dan ganas de decir, y siempre paradojalmente, que intenté presentar en mi personaje el único Cristo que merecemos. A partir de mis explicaciones, se comprenderá que lo haya dicho sin ninguna intención de blasfemia y sólo con la intención algo irónica de que un artista tiene derecho a experimentar con los personajes de su creación.


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