Historia y arte en las pinturas rupestres de Ancasti

La exposición “Jaguares, guerreros y serpientes” busca trascender las fronteras entre arte y ciencia, al articular conocimientos y aportes de arqueólogos, artistas, fotógrafos, arquitectos, químicos, antropólogos y comunicadores visuales. Esta perspectiva, que diluye los límites disciplinares, permite comprender el arte rupestre de las serranías catamarqueñas como fenómeno histórico y estético.

TEXTOS. marina zavala. FOTOS. GENTILEZA OSCAR DECHIARA

Historia y arte en las pinturas rupestres de Ancasti Historia y arte en las pinturas rupestres de Ancasti
 

La serranía de El Alto-Ancasti flanquea por el naciente la ciudad de San Fernando del Valle de Catamarca, a la vez que hace de última estribación para dar paso a la llanura santiagueña. En su suave vertiente oriental se encuentran, ocultas en el bosque, numerosas cuevas, abrigos y oquedades que hace cientos de años sirvieron a los pobladores de aquella zona para plasmar un gran número de pinturas. Jaguares, guerreros y serpientes forman parte del repertorio de motivos representados.

Desde hace varias décadas se han desarrollado investigaciones arqueológicas con el objetivo de conocer más sobre las sociedades que habitaron aquellos lugares, con un fuerte énfasis en sus manifestaciones pictóricas.

Lucas Gheco es un joven santafesino, estudiante de Arqueología en la Universidad Nacional de Catamarca; él forma parte de un grupo de investigadores que desde hace varios años estudia el arte rupestre de la Sierra de Ancasti. Con el objetivo de buscar otras miradas para apreciar y expresar estas pinturas centenarias, iniciaron un proyecto que presentaron al Fondo de las Artes para el cual convocaron al fotógrafo, también santafesino, Oscar Dechiara y al artista plástico porteño Omar Burgos. “Para salir un poco de lo que veníamos haciendo, abocado solamente a lo científico, decidimos invitar a artistas que de alguna manera puedan expresar con otras miradas la investigación. También participaron arquitectos, químicos, arqueólogos y antropólogos”, cuenta Gheco. El trabajo de campo se realizó, en primera instancia, el año pasado. Durante diez días se recorrieron todos los sitios. En noviembre de 2010, se pudo concretar la primera exposición en Catamarca. En la misma se presentaron las fotografías de Oscar, los óleos de Omar y se dieron una serie de conferencias acerca de la investigación arqueológica. En 2011, la muestra se instaló en el Museo del Senado de la Nación, en Buenos Aires. El objetivo del grupo es trasladarla también a nuestra ciudad.

NUEVAS MIRADAS

“La experiencia como fotógrafo -relata Oscar Dechiara- fue fantástica desde que Lucas me invitó a participar en 2009. Salimos de acá el 1º de marzo de 2010, el trabajo de campo comenzó dos días después. En principio hicimos la parte más gruesa del proyecto que fue Oyola, ahí estuvimos tres o cuatro días. Después mudamos el campamento a otro sector, más al sur de la sierra, donde trabajamos en cuevas como La Candelaria, Campo de las Piedras y otras”.

Si bien a Dechiara siempre le gustó trabajar con la naturaleza y los paisajes, ese fue uno de los motivos por los que fue invitado a participar del proyecto; él asegura que esta experiencia fotográfica tuvo un plus. Se hicieron macrofotografías sobre superficies de diez centímetros por diez centímetros y otras tomas más ampliadas. Se llevaron equipos de leds para iluminar debajo de las cuevas, aunque en algunas también se contaba con el aporte de la luz natural que penetra por las puntas o bocas. “Primero estuve a merced de ellos, para saber qué es lo que tenía que ir fotografiando, qué es lo que a ellos les interesaba que se viera con detalle. Después, uno como fotógrafo va afinando la vista, mirándolos a ellos trabajar. Fue una experiencia fantástica porque empecé a agudizar el ojo y a ver. El grupo de trabajo que se armó fue fantástico, se dio un compañerismo total”, asegura.

Oscar cuenta, además, que el relevamiento fotográfico que existía de las cuevas de Ancasti era muy antiguo. Había sitios cuyas fotografías eran en blanco y negro, de la década del ‘60 o del ‘70. Ahora se pudo concretar un relevamiento nuevo y más actual.

Por su parte, Lucas agrega: “Nos pareció súper interesante incorporar a Oscar y a Omar. Ellos, con una mirada desde fuera de la arqueología, también nos enseñaron y pudieron hacernos ver cosas que, por estar muy concentrados en algunos aspectos, olvidamos. Hay detalles que ellos pudieron ver y que nosotros pasamos por alto, producto de una mirada muy distinta, que es la artística. También nos sirve su participación a la hora de dar a conocer los resultados, ya que a través de las fotos y los cuadros, quizás esta información puede llegar mucho mejor a las personas que mediante una conferencia o una charla”.

sitios arqueológicos

“Estos sitios son grandes piedras que uno va encontrando en el camino, son como bochas gigantescas, casquetes redondos que afloran, se trata de cuevas. Hay algunas chicas, que tienen a lo mejor dos o tres metros de boca, nada más; hay otras, como La Candelaria, que tienen diez o quince metros de boca. Ahí es donde aparecen estas pinturas”, explica Gheco.

Hasta el momento se han realizado fechados de las pinturas con una técnica química y los resultados las datan entre el 700 y el 1300 después de Cristo. Los investigadores sospechan que hay pinturas más antiguas y otras más modernas, aunque todavía no las han podido fechar, al tratarse de un proceso complejo y caro.

El arte rupestre de Ancasti es muy variado, hasta el momento se recorrieron alrededor de ocho sitios arqueológicos, cada uno de ellos tiene aproximadamente 13 cuevas, en las cuales se pueden encontrar hasta 80 motivos diferentes. Los dibujos son diversos, generalmente están pintados en tonos cremas, blancos, rojos y negros; sus motivos son zoomorfos y antropomorfos. Lucas Gheco relata: “Encontramos lugares pintados que son muy pequeños, donde solamente podrían entrar tres o cuatro personas, espacios muy íntimos. Por otro lado, estuvimos en sitios muy grandes, donde podría participar mucha gente, como es el caso de la cueva en la que vimos una pintura que aparentemente representa un ritual” (ver recuadro aparte).

Si bien todavía es mucho lo que falta por comprender, a partir de las similitudes estilísticas existentes entre las pinturas y la cerámica, las representaciones en cuestión podrían pertenecer a la cultura de La Aguada.

LA MUESTRA

La exposición “Jaguares, guerreros y serpientes. Historia y Estética del Arte Rupestre Catamarqueño”, se conforma con fotografías de la primera experiencia realizada en 2010. Los trabajos realizados en la segunda etapa de la investigación, que se llevó a cabo en marzo de este año, todavía no fueron incorporados. Se trata de nuevos descubrimientos y un trabajo más específico en las cuevas de Oyola.

Lucas Gheco cuenta que el objetivo es llevarla también a algunos pueblitos o aldeas de Catamarca, cercanos a las cuevas: “Sería algo bueno y pintoresco acercar una muestra de estas características a la misma gente que vive en el lugar. La idea es llevarlo hasta las paredes de un boliche de campo, por ejemplo. Además, nos parece poco coherente trabajar en los pueblos, pedir ayuda a las personas y después ir a hacer las muestras a otros lados y que ellos no se enteren de los resultados. Nos parece mejor que sean partícipes de todo”.

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CONSERVACIÓN

“El fin último de estas actividades de investigación y divulgación es la protección del arte rupestre de Ancasti -explica Lucas Gheco. Si bien algunos sitios fueron declarados Patrimonio Cultural Provincial, no están preparados para el turismo. Se los promociona turísticamente en Catamarca, cuando en realidad no están protegidos; lo que genera que se estén destruyendo. No es fácil acceder a las cuevas, podemos contar las peripecias que vivimos para llegar; hay que caminar una o dos horas en medio del monte con GPS. Con lo cual, la gente que llega va con guías; es decir que hay una estructura armada para visitar estos lugares, pero no tienen ningún control. Como resultado, hay cuevas que están pintadas con aerosol, marcados con carbón, escritos; hay otras que parece que fueron golpeadas para arrancar un pedazo de las pinturas. Si bien duró más de mil años, el arte rupestre es muy frágil, con un golpecito ya lo perdemos. Entonces, buscamos que nuestro trabajo sea un paso hacia la protección de estos lugares”.

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Las pinturas encontradas en las serranías catamarqueñas tienen al menos 1000 años de historia y presentan, generalmente, motivos antropomorfos y zoomorfos.

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EL GRUPO

Este proyecto obtuvo una Beca Nacional para Proyectos Grupales del Fondo Nacional de las Artes. Su elaboración y ejecución fue realizada por el equipo de investigación “Grupo Ancasti”, integrado por Marcos Quesada, Lucas Gheco, María Gabriela Granizo, María Alejandra Granizo, Carolina Lema, Enrique Moreno, Soledad Meléndez, Leticia Gasparotti, Gustavo Pisani, Oscar Dechiara (fotografía), Omar Burgos (pinturas). Luego se incorporaron Sebastián Cárdenas (audiovisual) y Gabriel Ybarra y Andrea Poliszuk (análisis químicos de pigmentos).

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Parte del equipo interdisciplinario que trabajó en las cuevas de ancasti.

ESCENA RITUAL

Esta fotografía retrata una pintura de la cueva de La Candelaria. La escena, bajo la mirada de los investigadores, representa a un gran felino atado del cuello. Por debajo, se encuentran una serie de personajes que parecen estar bailando. Hay personas que aparecen tocando el tambor. Por debajo, una persona dirige este baile. A la vez, se puede observar un grupo de pequeños animales, una especie de suris que se encuentran en la zona de la cueva. También se puede ver a dos personas sentadas. Todo parece estar formando una especie de danza o escena ritual y grafica lo que podría ser una de las actividades que se llevaban a cabo en estos lugares. Los integrantes del equipo que estudió el lugar, cuentan que en otras cuevas aparecen personajes con cuchillos y cabezas en las manos. De esto surge la posibilidad que muchos de estos sitios, sean ámbitos rituales que estén relacionado con lo que los españoles al momento de la conquista llamaron “juntas” o “borracheras”. Son actividades que -generalmente- los jesuitas y quienes recorrieron esta zona, atribuyeron a rituales diabólicos.

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