Mujer en movimiento

Mujer en movimiento Mujer en movimiento
 

Juliana Ulla

En 26 años junto a la danza clásica, la bailarina y profesora habló de sus inicios, su recorrido escénico, su nueva etapa como primera bailarina del laureado Ballet Martín Fierro que dirige Ariel Sosa y el desafío de Trobada, su espacio propio.

TEXTOS. FLORENCIA ARRI. FOTO. luis cetraro.

PRIMEROS PASOS. “De chiquita tenía un cuerpo grandote que me costaba manejar. Era muy torpe, larga y flaca para mi edad, por eso a los 8 años mi mamá me llevó a expresión corporal, a cuyo término comenzaba la clase de clásico. Me quedaba deleitada mirando la clase hasta que me venían a buscar. Un día Miriam Heredia me invitó a participar y descubrí que me encantaba la danza, pese a que mi mamá me decía que era una disciplina estricta. Me gustaba la música, que era totalmente distinta, y la simetría que veía en los movimientos, las nenas que elevaban sus piernas al mismo tiempo, el vestuario y el peinado... Creo que fue eso lo que llamó mi atención. Después, en la práctica, me di cuenta de que era un poco más difícil de lo que veía desde afuera. Así arranqué y nunca paré. Tuve formación clásica en mis inicios: mis maestras fueron Miriam Heredia y Alicia Ortiz, con quienes completé mi primera formación, junto con el secundario. Recuerdo que quería estudiar Medicina, como mi papá, hasta que Miriam me impulsó a pensar en la danza como carrera y decidí seguir el Profesorado de Danzas con apoyo de mi familia. Estudié en el Liceo Municipal los cuatro años del profesorado. Ahí conocí la danza contemporánea y en adelante trabajé su encuentro con la clásica. Colgué mis zapatillas de punta en 2000 y me dediqué a la danza contemporánea porque la disfruto mucho más. De todos modos, sigo unida a la clásica desde el entrenamiento y como profesora. Le propongo a mis alumnos que estudien la técnica como base, como entrenamiento, y que bailen lo que sientan, lo que les guste”.

FORMADORA DE PEQUEÑAS BAILARINAS. “En estos 11 años como maestra he pasado por distintos espacios. Hoy decidí desprenderme y, con todo lo que aprendí a lo largo de mi carrera, encarar mi propia formación. Intento rescatar lo que me enseñó mi maestra Miriam desde lo humano y mezclarlo con la exigencia que tiene la disciplina, porque ellas tienen que estar preparadas para desprenderse de mí. Si el día de mañana alguna llega a ser muy buena bailarina y debe dejar Santa Fe o de nuestro país, debe saber cómo manejar la disciplina. Si no, hay una parte del maestro que no le enseñó: el cómo es la danza, cómo es una clase, cómo te tratan en una clase, cómo se debe ingresar y salir de ella. Intento inculcarles todos esos condimentos que hacen a la disciplina de a poco. Estoy en esa búsqueda, no es fácil. Trato de mantener ese equilibrio porque todavía no estoy preparando bailarinas sino a nenas con todo tipo de condiciones físicas y psíquicas. Mi idea, a futuro, es mantener estos grupos de niñas que quieren bailar sin perder la disciplina y tener un grupo paralelo para quienes busquen una formación de bailarinas. Hoy no lo puedo hacer porque no todas quieren ser bailarinas: la gran mayoría va a danza porque le gusta bailar, porque mira en los dibujitos animados algo que las impulsa o porque su mamá les dice que es una princesa que va a bailar... hay muchos objetivos. El riesgo del exceso en la exigencia es frustrar a esa niña y que deje la actividad porque se sienta maltratada, sobreexigida. Es muy difícil”.

EN ESCENA. “Desde hace cuatro años integro el Ballet Martín Fierro, que dirige Ariel Sosa, un grupo que en sus inicios era folklórico y del que me enamoré en cuanto lo vi: me pareció muy loco lo que hacían y no sabía ni quiénes eran. Con Ariel tenemos un muy buen código: nos entendemos muy bien, nos sabemos complementar y me siento muy a gusto. A veces hace coreos para mí o para dúos, tríos o cuartetos, o coreografías muy pequeñas en las que me sumo porque tengo muy poco tiempo para ensayar algo grupal, que lleva más tiempo. Como bailarina siento que he tenido una madurez, especialmente en estos últimos cuatro años. Creo que es porque me siento a gusto con las propuestas, con Ariel, con el trabajo. Me he convertido en una bailarina de carácter: más allá de levantar una pierna o una figura puntual disfruto de entrar en escena y transmitir lo que estoy bailando, sentirlo; y es algo que me satisface. Cuando salgo de escena no sé cómo bailé pero sí lo que trasmití. Si bien seguiré aprendiendo en lo que me reste de vida, siento que fui evolucionando en tantos años de técnica, como bailarina tuve una maduración importante”.

DESAFÍO. “Mi desafío, hoy, es no perder el movimiento, seguir bailando. Reconozco que cuesta, porque tengo dos nenes muy chiquititos: Matilda de 2 años y Teo de 4, tanto como el tiempo que llevo bailando en este ballet. Mi marido me acompaña; algo fundamental es su apoyo. Mientras pueda subir a un escenario, mi objetivo es seguir bailando. Un músico puede tocar hasta el último momento de su vida, los bailarines tenemos un límite que es el cuerpo, en el que se siente de un modo especial el paso del tiempo. Por eso intento mantenerme en estado, seguir bailando aunque sea de a poco. Eso me llena tanto en lo personal como en lo profesional. Mi objetivo es no dejar de bailar y hasta ahora lo he logrado”.

ESPACIO PROPIO. “Trobada, Fusión y Movimiento es un proyecto que tengo desde hace mucho. Lo difícil era conseguir un espacio amplio donde pudiera sumar la danza a otras disciplinas, donde la gente se sintiera a gusto para llegar antes de la clase a ver un video o quedarse después a tomar un café. Al fin pudimos encontrarlo: lo llamamos Trobada porque significa ‘encuentro’ en catalán, me gustó su sonoridad y la idea del movimiento como encuentro. No quería encasillar el espacio a una disciplina sino proponer miradas que tuviesen que ver con el arte como un lugar donde nos encontramos para vivir el arte de diferentes modos. El movimiento es el punto de partida y la fusión su cruce con otras disciplinas. La propuesta del espacio cultural tiene que ver con encontrarnos en ese espacio, cada uno haciendo lo que más le gusta, no sólo es un espacio para bailar sino para que cada uno elija lo que quiere hacer. Lo más importante es que tanto los alumnos como los bailarines y profesores estén contenidos. Reconozco que tengo temores relativos al modo de sostenerlo económicamente, al ‘qué pasa si no funciona’, temores que tuve y tengo por más que la gente me apoye. Es algo muy reciente y, más allá de que todos están conformes, todavía los tengo. En estos primeros días me gusta entrar al espacio vacío, sin ruido ni gente y verlo como yo quería, como lo pensé, desde lo estético hasta lo funcional. Me siento a gusto, contenta, si bien esa alegría coexiste con los temores propios de los proyectos incipientes”.

ZAPATILLAS

A sus 34 años, baila desde los 8. En 2000 se graduó como profesora en Danza Clásica y Contemporánea en el Liceo Municipal Antonio Fuentes del Arco. Desde entonces integró numerosos grupos de danzas locales porque “nunca dejé de bailar, ni siquiera embarazada. Reconozco que tuve altibajos, algo de desgano a los 15 años, pero nunca dejé de bailar. Cuando cerré etapas con un ballet o un grupo enseguida me metí en otro, nunca dejé espacios”.

VALOR HUMANO

“A nivel humano aprendí de Miriam que más allá de la disciplina de la danza -que es muy exigente, individualista y competitiva-, también son importantes un montón de otras cosas, valores humanos que son necesarios. Agradezco que haya sido así, porque cuando fui más grande también vi la otra parte, la de la disciplina, por la cual al maestro no le importa quién sos, cómo sos y cuál es tu vida, sino que debés practicar la danza para ser el mejor. Miriam complementa muy bien ambas facetas, haberme formado en mi primera etapa con ella me hizo amar esta disciplina”.

A FUTURO

“Los niños son el semillero, lo que se viene. También trabajo con adultos pero es más difícil: cada uno viene formado de un modo distinto, con objetivos diferentes. Los niños suelen ser más constantes, lo que posibilita trabajar mejor un proceso evolutivo en cuanto a la danza y contenido”.

así soy yo