La otra “verdad”
La otra “verdad”
Teorías conspirativas sobre el 11-S

Las dudas sobre el atentado a las Torres Gemelas, por caso, alientan especulaciones, libros y videos. Foto: Archivo El Litoral
Chris Melzer
dpa
¿Quién se atrevería a hablar de coincidencia en este caso? Q33NY, el número de vuelo del primer avión que se estrelló en el World Trade Center el 11 de septiembre de 2001, arroja en el tipo de letra Wingdings símbolos reveladores, advierten foros de Internet: un avión, dos hojas de papel similares a dos rascacielos y una calavera. Seguidas por una estrella de David.
Teorías conspirativas de este tipo circulan desde hace diez años de forma masiva por la red y las librerías. A menudo son antisemitas, prácticamente siempre antiestadounidenses y en el común de los casos fáciles de refutar. Pero eso no parece inhibir al sinfín de seguidores.
Hay decenas, cientos, incluso miles de teorías que pretenden revelar lo que ‘de verdad‘ ocurrió ese 11 de septiembre hace diez años. Algunas son tan burdas como la de la letra Wingdings, ya que los números de vuelos reales eran AA 011 y UA 175, la fórmula Q33NY es simplemente inventada.
Pronto queda claro también que imágenes como la del perfil del diablo en el humo de los rascacielos incendiados son falsas, así como la supuesta instantánea de un turista en el techo de la torre norte mientras un Boeing estaba en teoría a punto de llevarse el edificio por delante. Ni siquiera el tipo de la aeronave era el correcto.
Éxito editorial
Pero hay otras más refinadas y sobre todo más rentables. Los libros sobre teorías conspirativas se venden de maravilla, en particular los del 11-S. La catástrofe tiene todos los ingredientes necesarios para una buena historia: estadounidenses malos, despreocupados talibanes a los que culpar y víctimas inocentes, así como codiciosos y maquiavélicos judíos.
Los interrogantes parecen en el fondo plausibles. ¿Por qué ningún servicio de inteligencia se enteró de los planes?, ¿cómo pudieron los terroristas apoderarse del avión con cuchillos y sprays de gas mostaza?, ¿por qué sabían pilotar tan bien?, ¿por qué el agujero en el Pentágono es tan pequeño? y ¿cómo pudieron desplomarse los edificios?
El problema con muchos de los pretendidos expertos es que no sólo formulan preguntas, sino que dan al mismo tiempo respuestas teñidas de supuestos ideológicos. Para la mayoría está claro que los estadounidenses hicieron estallar ellos mismos las torres y que lanzaron un misil contra el Pentágono para tener un motivo de guerra.
La participación de Israel se da también por descontada. Muchos grupos que adjuntan la palabra ‘verdad‘ a su nombre prometen dar todos los datos importantes y dejan al final más interrogantes de los que responden. Uno de los más obvios es: si los estadounidenses bombardearon su propio Departamento de Defensa, ¶¿dónde está el avión con las 59 personas a bordo?.
Buenos argumentos
Con verdades dichas a medias o la supresión de algunos datos se puede construir una argumentación plausible a primera vista. Y donde faltan los argumentos se formulan preguntas que suenan como hechos consumados.
Los teóricos de las conspiraciones, sin embargo, no parecen estar tampoco siempre de acuerdo: cuando el filósofo James H. Fetzer consideró muy en serio la opción de ‘minibombas‘ atómicas en el World Trade Center o el bombardeo a través de satélites por parte de los estadounidenses como posible causa, sólo consiguió dividir a su grupo ‘Eruditos por la verdad‘.
El teórico de la comunicación Alexander Halavais señala en un ensayo que la existencia de ese tipo de mitos es normal. ‘Es el intento natural de dar sentido a una catástrofe‘, dice. Y aunque sitios como www.911mythos.com intentan recoger datos y la red terrorista Al Qaeda -mutada de repente en ‘víctima‘- no se cansa de reconocer la autoría, millones de personas siguen creyendo que los propios estadounidenses hicieron estallar las torres.