en su día

Maestros que hablan por experiencia

Mientras se negocia una reforma previsional, cuatro docentes santafesinos con décadas frente al aula y algunos a puntos de jubilarse, ofrecen su visión sobre los cambios sociales y educativos, y aconsejan a las nuevas generaciones de educadores. Testimonios de una vocación, en el Día del Maestro.

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Foto: Amancio Alem

 

“Aún tengo mucho para dar”

Mientras muchos maestros están esperando la reforma de la ley para poder jubilarse antes, Gladys Leonarduzzi no quiere saber nada del retiro. Esta vicedirectora de la Escuela Primaria Normal San Martín tiene 38 años de aportes y 58 de edad. “Me sobran los requisitos, pero me cuesta jubilarme. Esta escuela es mi casa, estoy acá desde que tenía 4 años, luego estudié magisterio, di clases en todos los grados y ahora estoy en la dirección”, relata.

Hace poco, Gladys recibió a Andrés, que había sido su alumno en 7º grado y se graduó de docente. “Lo felicité por sus notas brillantes y él me dijo: ‘Seño, usted siempre nos decía que de mediocres está lleno el mundo, que lo que hagamos, lo hagamos bien; así que eso hice’. Mientras él hablaba, se me caían unos lagrimones”, cuenta.

Uno de los enemigos del buen maestro es la rutina. “En todas las profesiones hay frustraciones pero el maestro no tiene por qué caer en la rutina. El docente debe ser divertido, estar convencido de lo que hace y transferirle al alumno esa alegría por aprender. Eso se transmite, por eso no cualquiera es docente”.

“Si una persona no se siente bien frente al aula, que busque otra opción para ganarse la vida. No estoy de acuerdo con la jubilación a los 25 años de servicio porque seríamos descartables a los 50 años y yo no me siento así. Aún tengo mucho para dar, doy talleres de matemática a los chiquitos porque la docencia es lo más maravilloso que tengo, la llevo en el alma”, asegura.

A su lado, María Ignacia Peart, directora de la escuela, agregó: “El secreto está en amar lo que uno hace y en saber construir una escuela desde lo colectivo”.

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“Hoy, hacemos malabares”

Sonia Leoni (46 años) es maestra de Lengua de 4º y 5º grado de la escuela primaria Vélez Sársfield. Hace más de dos décadas que está frente al aula y asegura que la docencia le sigue generando satisfacciones, aunque más de una vez regresa a su casa “muy agobiada”. Dice que el “cansancio docente” del que tanto se está hablando por estos días como argumento para conseguir una jubilación anticipada “se siente cada vez más”.

“Si bien el primer mandato social de la escuela fue el de transmitir saberes, eso ha ido cambiando muchísimo. Hoy, los docentes hacemos malabares. Tenemos que contener emocionalmente a los chicos que vienen en situación de calle o indigencia, con hambre; es imposible arribar a un aprendizaje si el chico no está contenido”.

“Muchas veces tenemos que sostener al niño desde el punto de vista emocional: pasamos a ser psicólogos, asistentes sociales, y tratamos de poner los esfuerzos y recursos en retenerlo dentro de la escuela, porque si la escuela lo suelta, ese chico cae en un abismo”, dice Sonia.

A su entender, el maestro debería trabajar hasta los 57 y 60 años de edad pero cumpliendo una tarea “pasiva” o “diferente” en la última etapa. “La función docente actualmente demanda mucho más al maestro que décadas atrás. Hoy, la inasistencia es moneda corriente, la indisciplina empeoró considerablemente, hay mucha agresión verbal y hasta tenemos que hacer escuela para padres, porque ellos no saben cómo educar a sus hijos. A las nuevas generaciones de maestros les diría que van a tener que estar muy formados”.

Su compañera, Mabel Cristiano (64) está sobrepasada en edad pero no le alcanzan los años de servicio para jubilarse. “Espero que se modifique la ley previsional”, dice. Aquejada por algunos problemas de salud, está cumpliendo una tarea pasiva en la secretaría escolar, aunque dedicó gran parte de su vida a los alumnos de nivel inicial de localidades costeras.

“Antes, la escuela era otra cosa. Había mucho respeto hacia el docente, que era toda una institución. Ahora, vienen los padres y agreden a las maestras por cualquier situación menor. Para mí, un docente de avanzada edad, no puede estar frente a los chicos porque ellos te demandan mucho. ¿Alguien se pregunta cómo aguanta un maestro con tantas horas frente a tantos chicos, con trabajo extra de carpetas, reuniones de padres y los problemas sociales?. Habría que ponerse un poco en su lugar”, pide Mabel.

“Hay que seguir estudiando”

Rubén Román (65), profesor en Historia y doctor en Educación Superior, espera desde hace un año que Ansés defina su trámite jubilatorio. “En mis 47 años de trabajo, de los cuales 30 son en la docencia, no falté ni un sólo día por enfermedad”, dice con orgullo el docente del Profesorado de Nivel Inicial del Normal, quien dio clases en escuelas primarias, medias y en la universidad.

¿Todo tiempo pasado fue mejor en educación? “No creo que sea tan así. Pero debemos reconocer que el nivel de formación básica, de la primaria, sí era mejor, aunque no tiene que ver sóla y mágicamente con la escuela, sino con factores como las condiciones sociales, con una idea diferente del uso de la libertad con responsabilidad por parte de las familias, con un abandono de las obligaciones por parte de los estudiantes y docentes. La realidad es compleja: hay trabajadores de la docencia que se sacrifican y otros que no”.

El educador de maestros sostiene que en la década del ‘90, el país equivocó el rumbo en educación. “Las fórmulas del FMI para proveer de educación no eran las que Argentina requería. Teníamos un pueblo alfabetizado y educado, aunque faltaba dar más oportunidades en lo social, pero caímos en reformas copiadas que fracasaron. Hoy se está tratando de rectificar ese camino, pero todavía falta mucho”.

Román asegura que la vocación docente se construye. “Lo que por mi experiencia puedo decir es que la docencia requiere de un camino de formación permanente, que no basta con haber alcanzado el título, sino que hay que seguir estudiando, actualizándose, adaptándose al uso de la tecnología. Todo eso hace que podamos ser buenos docentes”.

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Premio.

El Instituto Sarmientino de Santa Fe y Amsafe La Capital recordarán esta tarde el 122º aniversario de la muerte de Domingo Faustino Sarmiento con un acto en la Casa del Maestro. Allí se entregará el Premio Maestro 2011 -obra del artista Orlando Dreher- a la maestra jubilada Julia Mercedes Gil de Fernández. Ella egresó como maestra del Colegio del Huerto con el mejor promedio y la impronta cristiana que marcó su vida. Se inició en la escuela Nº 688 de Laguna Paiva y, paso a paso, hizo su camino docente. Fue supervisora e integrante del Consejo Provincial de Educación en épocas de innovación curricular.

Sonia Leoni tiene 46 años y Mabel Cristiano, 64. Con más de dos décadas de docencia sobre las espaldas, ambas opinan que en el último tramo de la carrera, los maestros deberían hacer otra tarea que no implique estar al frente de un grado.

/// EL DATO