EDITORIAL

Tabaré y la guerra del desatino

Superada la sorpresa inicial, argentinos y uruguayos intentan discernir si el ex presidente, Tabaré Vázquez, realmente creyó en algún momento que una guerra entre ambos países era factible luego de la instalación de una planta de celulosa sobre las márgenes del río Uruguay.

Pocas horas después de estas declaraciones, los actuales cancilleres, Héctor Timerman y Luis Almagro, se comunicaron telefónicamente y resolvieron no subir el tono de la discusión sobre el tema.

Las reacciones de algunos ex funcionarios argentinos que tuvieron participación en el conflicto fueron disímiles. El entonces canciller, Rafael Bielsa, se mostró molesto por los dichos de Tabaré Vázquez, a quien criticó con suma dureza al afirmar que “tuvo una conducta sistemáticamente mendaz” en el manejo del tema. Mientras tanto, el ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, optó por tomar los dichos con algo de humor, recordó que fue la Argentina la que decidió llevar el problema al Tribunal Internacional de La Haya y calificó de “disparatadas” las declaraciones sobre un posible conflicto bélico.

El ex mandatario uruguayo argumenta que, en algún momento, los asambleístas de Gualeguaychú hablaron de la posibilidad de dinamitar la planta que se estaba construyendo. Según Alberto Fernández, por aquellos días se publicó en un diario una noticia que planteaba esta probabilidad, pero asegura que el gobierno argentino rápidamente investigó el tema y llegó a la conclusión de que no era creíble, ni factible.

En poco tiempo, los dichos del ex presidente uruguayo se convertirán en una simple anécdota que ni siquiera formará parte de la historia de ambos países. Sin embargo, vale la pena recordar lo que sucedió durante aquel conflicto como para sacar conclusiones y no repetir errores.

Si bien es cierto que el gobierno uruguayo violó un tratado internacional al autorizar la instalación de la planta celulosa, también es verdad que el gobierno argentino manejó el tema con llamativa imprudencia, prolongándolo innecesariamente y favoreciendo las condiciones como para que la disputa alcanzara momentos de tensión que pudieron ser evitados.

Luego del fallo de la Corte de la Haya, quedó claro que no habría marcha atrás en el funcionamiento de la planta. Pero antes, el entonces presidente Néstor Kirchner y un amplio abanico de gobernadores se plegaron al corte del tránsito que realizaban los asambleístas de Gualeguaychú en el puente que une ambos países. Incluso, participaron de un acto cuando percibieron que podrían obtener algún rédito político.

Sin embargo, el apoyo de estos dirigentes se esfumó cuando comprendieron que la situación se les estaba escapando de las manos y el conflicto alcanzaba repercusiones internacionales inesperadas.

La imprudencia y la irresponsabilidad imperaron durante demasiado tiempo. Por ese motivo, aún hoy siguen resonando los ecos de aquella disputa.