Editorial

Controles de tránsito

Los controles de alcoholemia realizados por el municipio local entre enero del año pasado y julio de este año arrojaron un resultado por demás de interesante: una de cada diez pruebas resultó positiva, es decir que uno de cada diez conductores tenía más alcohol en sangre que el permitido.

Así se desprende del informe publicado recientemente por este diario en el que se revelan los resultados del relevamiento hecho por las autoridades de la ciudad y que pueden leerse de dos maneras distintas o, para expresarlo con una terminología acorde, desde la perspectiva del vaso medio lleno o medio vacío. Podría considerarse que la cantidad de situaciones detectadas, que representan 1.360 casos es baja respecto del total -17 mil-, o evaluar que en 18 meses esa cantidad de personas condujeron vehículos luego de haber bebido más alcohol que el permitido y pusieron en riesgo su propia vida y la de terceros.

La conclusión no resulta exagerada si se tiene en cuenta que, entre los efectos que el alcohol tiene sobre el organismo se cuentan la alteración en el tiempo de reacción, cambios en el comportamiento -que en ocasiones entraña una falsa sensación de seguridad-, y alteraciones en las funciones sensoriales y en la capacidad de atención, por mencionar algunos.

Lo cierto es que los controles -que debutaron en gestiones anteriores y se profundizaron en la actual- realizados con instrumental adecuado para ello, de acuerdo a lo expresado por el municipio, permitieron evitar accidentes y a la vez desalentar conductas similares. Como contrapartida, otras medidas complementarias como el estímulo a movilizarse por medios alternativos como el transporte público si se tomó o se va a tomar alcohol, o dejar en manos de otra persona la conducción del vehículo constituyen estrategias efectivas para mitigar la incidencia de este factor en la accidentología vial.

De todos modos y más allá de los controles, cabe considerar que subsisten comportamientos imprudentes que se observan con asombrosa cotidianidad en la vía pública: velocidad excesiva, cruce de semáforos en rojo, falta de casco en motociclistas o en su acompañante, la obstinación por transportar a menores de edad en el asiento delantero de los autos o en motovehículos. Si bien las campañas de difusión resultan de suma importancia para advertir sobre los riesgos que acarrean estas maniobras y los operativos de tránsito pueden llegar a desalentarlas, resta lograr un cambio genuino de conductas que no tenga a la multa -que dicho sea de paso tiene un monto considerable- como motivación.

Pero mientras esa concientización alcance suficiente grado de generalización y profundidad como para que los santafesinos internalicen los recaudos imprescindibles para proteger su vida y la de sus vecinos, que el Estado despliegue recursos a los efectos de un control efectivo y un régimen sancionatorio inflexible funciona para desbaratar la sensación de impunidad con que algunos conductores se lanzan a las calles.