Alcohol y viagra en las alturas

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Alejandra Zina. Foto: Mica Hernández.

Por María Luisa Miretti

“Barajas”, de Alejandra Zina. Plaza & Janés. Buenos Aires, 2011.

Prohibido leer este libro previo a un vuelo, pero obligación leerlo y disfrutarlo después.

Alejandra Zina (Bs. As., 1973) nos deleita con su sobrada experiencia en el campo de la escritura (coordina talleres y ha escrito varias obras en coautoría y en forma independiente). Un libro desopilante, lleno de aventuras íntimas, propias y ajenas y con una dinámica de enorme fluidez. Tanto la historia como el nivel discursivo obligan a no detenerse para avanzar y no dejar nada sin completar. Nada, porque todo es común, próximo, familiar pero terrible.

La historia versa sobre una azafata porteña que parte en un vuelo regular a Barajas con escala en San Pablo. Como todas las que desempeñan ese oficio es bella, joven, rutilante y con una vida cargada de trampas, hechizos, amores y odios (justamente el piloto del avión que le toca en suerte es su ex marido).

Las peripecias del presente alternan con escenas del pasado y cierta proyección futura, tanto en el plano personal de la protagonista como en el de los distintos personajes con los que ella se involucra: una monja (supuestamente traen yeta en un vuelo), una jubilada mayor que se quiere comer todo, una viuda que lleva a su marido muerto (en la bodega) para enterrar en España en el sitio que lo vio nacer-, una adolescente que va en busca de su padre que vive en Madrid, un niño que juega con el Hombre Araña, una especie de sufí budista con el que se topa en un baño y los entuertos con cada uno a quienes cobija y alienta, a pesar de su malestar y pésimo estado de ánimo.

Pero más allá de estas vicisitudes, a cierta altura del vuelo comienzan los problemas, como consecuencia del exceso de alcohol y viagra de los responsables de pilotearlo, que caen imposibilitados de continuar, colocando a la protagonista y a su jefa al frente de la aventura que finaliza en toda una proeza.

Mientras tanto, las cámaras, los auxilios, la comunicación con sus padres en tierra, el racconto de su vida personal, van pasando como una gran página en la que es posible ir leyendo el debe y el haber para un balance de estricto orden personal que la define como una gran mujer, casi heroína, no tanto por la hazaña sino por un valor escondido que ni ella misma vislumbraba.

Si bien por momentos estamos frente a una coloquialidad llamativa, podemos afirmar que es el mejor registro para el nivel de lengua de los personajes, ya que trabajarlo de otro modo hubiera resultado impostado. El lenguaje se adecua a las circunstancias y las imágenes remiten por momentos a escenas de hilarante jocosidad o de un tremendismo exasperante, ligado al devenir de una catástrofe aérea. Tanto los tecnicismos como los diálogos con la torre de control española revelan ese cuidado en el lenguaje que aún con expresiones típicas de la oralidad y del fraseo común- evidencian su adecuado manejo.

La mirada introspectiva de la protagonista, la relación con su familia, con sus afectos, van mostrando las distintas facetas de la mujer que trabaja, sueña y vive sin descuidar los detalles que la acompañan.

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