Preludio de tango
María Graña, la Judy Garland del tango

Preludio de tango
María Graña, la Judy Garland del tango

Manuel Adet
Se dice que el autor del apodo fue un reconocido periodista del New York Times. Esto ocurrió en la década del ochenta y María Graña estaba en la ciudad de los rascacielos integrando la selecta delegación argentina del grupo Tango Argentino. Sus presentaciones en el City Center fueron memorables, pero no muy diferentes en calidad a las que había realizado en París, Londres, Milán, Venecia, Tokio y Montreal, acompañada por cantantes del nivel de Roberto Goyeneche y Raúl Lavié o mujeres como Alba Solís y Elba Berón, sin excluir de esta exquisita representación nacional al Sexteto Tango y los notables aportes coreográficos de Juan Carlos Copes.
Ya para los años ochenta, Graña es una de las grandes revelaciones del tango. El contrapunto entre ella y Susana Rinaldi es innecesario porque las dos en su estilo son excelentes. Las dos, además, se han distinguido por trascender a través de la televisión y los grandes espectáculos en los locales nocturnos de moda. A ello le han añadido una proyección internacional que, a decir verdad, no debería ser novedosa y a nadie le debería llamar la atención, porque desde Carlos Gardel en adelante el tango no sólo que fue nuestro embajador más eficaz en el mundo, sino que siempre se concibió como una expresión cultural globalizada.
María Graña nació en Buenos Aires el 16 de junio de 1953 y se dice que a los doce años inició clases de canto con la profesora Elvira Aquilano. Durante diecisiete años Aquilano fue su tutora y hay que destacar al respecto que ni la fama ni los éxitos la alejaron a María Graña del estudio, una virtud que en su momento le reconocerá el maestro Osvaldo Pugliese.
No había cumplido aún los dieciocho años cuando se presentó en Canal 7 al concurso “Canta el pueblo” y ganó el primer premio. Su tema se llama “La canción de Buenos Aires”, un tango de Azucena Maizani y Manuel Romero. Justamente en esa ocasión la descubre Osvaldo Pugliese y la invita a incorporarse a su orquesta. El otro invitado es Abel Córdoba. No es un mal punto de partida para la jovencita que desea conquistar las grandes plateas del tango.
Ese mismo año debuta con el maestro Pugliese en ese singular templo del tango levantado en el barrio San Telmo que se llamó Michelángelo. María Graña entra así por la puerta grande del tango y, a partir de ese momento, nunca más dejará de ser una de sus principales figuras estelares, una garantizada carta de presentación del tango en la Argentina y en el mundo.
Precisamente, Pugliese escribirá sobre sus virtudes como cantante las siguientes palabras: “Sus interpretaciones demuestran sensibilidad en los distintos momentos emotivos que exigen la letra y la música; la calidez y la seguridad de su voz en los diferentes registros obedecen a la perseverancia y el estudio, camino ineludible que deben imitar todos aquellos que ingresan en el cancionero popular”.
En 1975 viaja a Colombia integrando una distinguida y resonante embajada tanguera. Comparten el escenario con ella verdaderos personajes del tango como son Mario Bustos y Argentino Ledesma. El éxito en Colombia es estruendoso. Multitudes se convocan en las grandes salas de Bogotá, Medellín o Cali para disfrutar del tango que aprendieron a escucharlo con Gardel.
La aceptación de María Graña es tan grande que una compañía discográfica la convence para que grabe su primer long play. Allí quedan registrados para la historia grande del dos por cuatro, temas como “Garras“ de Aníbal Troilo y José María Contursi, “Canción desesperada” de Enrique Santos Discépolo o el vals “Flor de lino” de Héctor Stamponi y el gran Homero Expósito.
En la Argentina sus presentaciones en los programas televisivos de mayor audiencia terminan por otorgarle una merecida fama nacional. Para mediados de la década del ochenta es conocida desde Jujuy a Tierra del Fuego. Sus presentaciones en los programas de Héctor Larrea, Juan Carlos Thorry y Silvio Soldán, no hacen otra cosa que convalidar su prestigio.
Para esa época graba con Juan Carlos Bera y el director musical de Canal 11, Osvaldo Requena, un long play donde instala con su reconocido toque de distinción temas como “Y te parece todavía” de Juan Carlos Howard y Manuel Aznar, “Nostalgias” de Juan Carlos Cobián y Enrique Cadícamo, “El último escalón” y “Cien guitarras”, entre otros.
De todos modos, su credencial al éxito se la concede definitivamente ese talentoso creador televisivo que fue Eduardo Bergara Leumann. En su mítico programa “La Botica del Angel”, Graña será una de sus grandes animadoras durante diez años. Su rol no es diferente al que le asignó en su momento Larrea o Thorry, pero en este caso lo distintivo es la relación con Bergara Leuman.
En esos años es cuando ella, muy en el registro renovador de la época, inicia su experiencia artística con cantantes de otros géneros e interpretando temas que no pertenecen a la tradición tanguera Es así como participa en una gira en Francia con Jairo o graba con Mercedes Sosa. Esta “mezcla” de géneros molesta a algunos tangueros ortodoxos, pero al respecto hay que recurrir a Carlos Gardel, quien no tenía empacho en interpretar boleros, charleston y canzonetas italianas.
Estas “ desviaciones” del tango ortodoxo hace setenta años también generaban malhumor y suspicacias. Una nota escrita por Carlos de la Púa -el autor de “La crencha engrasada”-, criticando a Carlos Gardel porque se atrevió a cantar en Buenos Aires una canzoneta italiana, demuestra que el duelo entre ortodoxos y renovadores no es nuevo y mucho menos original.
En 1981 otra vez el maestro Pugliese la convoca para grabar un larga duración titulado “Futuro”. En ese álbum María se luce interpretando el tema de Abel Aznar y Armando Cupo, “Y no puedo olvidarte”. Al año siguiente graba con Jorge Falcón y escandaliza a los ortodoxos interpretando a dúo el bolero “Ansiedad”. Después, como para resarcir a la hinchada de tantas heterodoxias, en ese mismo escenario graba por primera vez el tango que habrá de ser su credencial, su carta de presentación, su sello distintivo: me refiero al tema escrito por Cátulo Castillo y musicalizado por Sebastián Piana en 1941: “Caserón de tejas”. Esta vals fue interpretado por grandes cantantes y, al respecto, basta con mencionar la excelente labor de Roberto Goyeneche, pero hay una amplia coincidencia en admitir que la voz que mejor expresa a este poema es la de María Graña, acompañada -claro está- por la orquesta del maestro Martín Darré.
El itinerario biográfico de María Graña es necesariamente incompleto porque continúa en actividad. Sus tangos de todos modos se siguen disfrutando. Los años no han deteriorado su voz ni su capacidad expresiva, que por el contrario se ha hecho más sobria, más madura y más delicada. Los que la conocen aseguran que está cantando mejor que nunca y para ello nada más que asistir a algunas de sus presentaciones.